1963 - Alejandra y Pablo

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Óleo sobre tela
0,60 x 100


1991 - Síntesis Náutica

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Óleo sobre tela
0,40 x 0,50


1994/96 - El puff

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Acrílico sobre arpillera
0,69 x 0,89


1995 - Leda, esperando que crezca

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Acrílico sobre tela
0,80 x 100


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El Escritor

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Después de dar muchas vueltas, conseguí por fin, trabajo en la revista.
Tenía que hacer de todo, servir café, acarrear papeles de una oficina a otra, llevar y traer chimentos del espectáculo, desparramar infundios sobre determinado político para ver si algún gil, de otro medio, lo publicaba como primicia, hasta, entrevistar a alguna seudo actriz de cuarta, en la que nadie de la redacción, quería perder el tiempo.
Tenía la ventaja de no ser un trabajo rutinario y a veces, resultaba divertido. La desventaja era el sueldo bastante escaso.
Este sueldo, aunque pobre, significaba un gran alivio en mis finanzas totalmente destruidas.
Otra ventaja era que mis entrevistadas, generalmente autoproclamadas “vedette” o “modelo”, ante las ganas de un rápido ascenso en su carrera, solían ser muy cariñosas y amables con el joven periodista, que podía lanzarlas al estrellato. Algunas no estaban nada mal.
Resultaba interesante también, cuando conseguía colarme, en alguna sesión de fotos de señoritas, que posaban con bastante cuerito al aire.

En oportunidad de realizarse, en la redacción, una fiestita de despedida a un viejo que se jubilaba, me puse a charlar con un fulano, que escribía, esporádicamente, algunas notas en la revista. Tenía una facha bastante estrafalaria, parecía un personaje salido de La Boheme. Toda la ropa aparentaba quedarle grande, usaba un gran moño negro, medio arratonado, el saco, bastante raído y los pantalones, en cambio, le quedaban cortos, era muy alto. Tenía el pelo bastante largo y barbita en punta. Se llamaba Alberto Balaguer Mendoza, era un tipo extraño y si bien me pareció medio pirado, me resulto muy interesante. Escribía, para vivir, novelas policiales y algunas novelitas de amor, tirando a porno eróticas. A las primeras, las firmaba Estephan Craigh y a las otras Amanda Corazón.
Como la reunión estaba sumamente aburrida y del que se jubilaba, no tenía ni idea de que pito tocaba, me dediqué de lleno a los sanguichitos, al whisky y a charlar con el raro bicho.
Filosofaba, con toda seriedad, haciendo comparaciones entre la vida y las noticias de televisión. Mirá pibe, me decía, tanto en la vida como en la televisión, veras o escucharás cosas, que si bien, creerás que son diacrónicas, te resultaran anacrónicas, pero en realidad, por último verás que son sincrónicas.
Por supuesto, me costaba seguirlo en sus disquisiciones. Entre los tragos y que el tipo saltaba de un tema al otro, me confundía bastante.
De todas formas, me resultaba sumamente entretenido por la manera de decir y sobre todo por las caracterizaciones estrafalarias que hacía de las cosas. Me venía bien, por lo menos alejaba un momento, de mi cabeza, negros pensamientos que me daban vueltas desde hacía unos días.

Le debía algo de plata a un prestamista. Por un malhadado negocio casi pierdo hasta el apellido, no tuve más remedio que caer en sus manos. Era un tipo sumamente desagradable, se llamaba Aarón Kaplan, y era una mezcla de judío con turco. Era espantosamente feo, la mujer, mucho peor, y la hija, con algo de cada uno, parecía escapada de una novela de terror.
Entre la charla y el whisky, me había olvidado del tema, hasta que el escritor, no recuerdo bien por que, empezó a hablar de problemas no bien resueltos de la lengua castellana. Daba como ejemplo el que no hubiera una palabra para designar a la hembra del mosquito.
Fijesé, me decía, si yo la llamo mosquita, me fui de género.
Esto me hizo acordar inmediatamente de Zaida, la hija de Aarón. Era lo primero que pensé cuando la conocí, esta no pertenece al género humano.

De ese momento en adelante, ya no pude prestar atención a las cosas que me decía Balaguer Mendoza. No podía olvidarme de la última charla con Aarón.
Hacía dos o tres días me había citado a su casa.
Con una desagradable sonrisa, en su desagradable cara, me dijo sin muchas vueltas: _ Mire mijito, Yo sé que usted va a tener muchos problemas para poder pagarme, pero también sé, que va a tener muchos más, si no me paga.
Mi hija Zaida, que sé, no es muy agraciada, no sé porque, desde que lo vió, anda caliente con usted. Dese cuenta, que si usted fuera de la familia, yo no le cobraría su deuda. Piénselo, a lo mejor le convendría casarse con ella.
Este discurso, dicho en forma aparentemente amable, para encubrir todas las amenazas implícitas, me pescó tan desprevenido, que me quedé helado. No podía creer la insólita propuesta. Tratando de no ser descortés y poniendo la mejor cara de buen chico, salí lo más rápido que pude de allí.
Al salir escuché que me decía: Piénselo, piénselo, le conviene.

Terminada la reunión, y luego de despedirme de algunos, rumbié para mi casa. Balaguer bajó conmigo y en silencio, caminamos juntos unas cuantas cuadras. Al despedirnos, me dijo; Parece que usted tiene problemas serios, si quiere, en otro momento lo podemos charlar, a lo mejor entre dos es mas fácil encontrar la solución. Llamemé. En la redacción tienen mi número. Por hay, quién le dice.
Le agradecí sus buenas intenciones, y seguí mi camino.

Dos o tres días después, al salir de mi casa, se me acerco un grandote, casi tan ancho como alto, y con una amplia sonrisa, me dijo;
_ Perdóneme señor, le traigo un mensaje de don Aarón.
Me pidió, le dijera, con todo respeto y amabilidad, porque parece que usted es su futuro yerno, que espera, antes de fin de semana, la contestación a la propuesta que le hizo. No recuerdo muy bien, pero creo que también me dijo, que si la respuesta es un no, aunque le pague, la cosa se va a poner fulera. Chau, que la pase bien.
Se dió media vuelta, se subió a un coche que lo esperaba con un flaco al volante, y se fueron.
Yo me quedé parado, duro como una estaca y sin saber para donde rajar. Me temblaban las rodillas.
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Ya en el trabajo, no sabía que hacer con mi alma, me sentía enfermo y lo peor de todo era que no tenía con quien hablar. Recordé entonces la invitación a charlar del tema, de mi nuevo amigo, el escritor. No tenia la menor esperanza de que él pudiera hallarle una solución al desagradable asunto, pero por lo menos podría contarle a alguien mis desgracias. Lo llamé y quedamos en encontrarnos esa noche en la calle Corrientes en La Paz.
Llegó con no demasiado retraso y luego de pedir un café y una copita de anís, me dijo ceremonioso: Bueno amigo, cuénteme sus cuitas.
Le conté lo más sucintamente posible todo el asunto. Me escuchaba atentamente y sin interrumpir mí relato ni una sola vez.
Cuando termine, se quedo callado un rato, pensando. Al cabo, dijo como para sí mismo: ¡Jodido asunto!, Si no paga, lo revientan y si paga y no se casa, también lo revientan.
Creo que la cosa esta clara, o se casa, o tenemos que encontrar la mejor forma de contraatacar, para defendernos mejor.
Vamos por partes, ¿Qué sabe usted de esta mina?
_ Realmente muy poco. Sé el nombre, que es medio boluda y espantosamente fea. Eso es todo.
_Evidentemente, no es mucho. Creo que lo primero seria hacer una exhaustiva investigación, para saber por donde empezar. Deberíamos recolectar la mayor cantidad de datos posibles, sobre ella, el padre, la madre, en fin sobre la familia. Todo puede ser de utilidad.
_Me parece perfecto, pero no creo que en una semana podamos hacer mucho.
_Razón de mas para apurarnos, buscaremos la forma de alargar los plazos, pero por algún lado hay que empezar.
¿Sabe usted si tienen mucama?
_ Si, creo que sí.
_ ¿Es joven o vieja?
_ Creo que es una chinita bastante joven.
_ Perfecto ¿Tiene algún amigo capaz de hacer un trabajo rápido?
Pudiera ser nuestra mejor fuente de información.
_ Probablemente, talvez el Cholo, es bastante pintón, tiene labia y es muy putañero. Ese podría ser.
_Bien, véalo cuanto antes, mientras tanto, usted, con mucha discreción, trate de averiguar algo en los boliches del barrio, siempre hay alguna vieja chusma dispuesta a contar cosas intimas de la gente.
Eso sí, tenga mucho cuidado con no quedar pagando, si lo pescan se nos va todo al diablo. Yo mientras tanto voy a ir creando una distracción, a la fulana, le van a empezar a caer cartas de amor, de un admirador desesperado, ante la noticia de que el padre pretende casarla.

Discutimos algunos puntos más del plan y cada cual fue a lo suyo. Yo a ver al Cholo y él, a escribir atormentadas cartas de amor.
Me sentía contento y a la vez totalmente desconcertado, nunca hubiera pensado que este tipo, con facha de romántico poeta del novecento, fuera capaz de trazar tan rápidamente, un plan de ataque.
Encontré al Cholo en el boliche, jugaba, con otros al tute cabrero. Cuando conseguí despegarlo del grupo, me lo lleve a una mesa del fondo y le conté mi problema con pelos y señales, por supuesto, le hable de la mucamita y de su intervención en el asunto. Le encanto poder colaborar de este modo, prometió que ni bien terminaba con el reparto de diarios, se ponía en campaña.
Al día siguiente, paso Balaguer por la revista, venia a mostrarme la copia de la carta que había enviado. A más de larguísima, era una increíble mezcla de lugares comunes, frases hechas y cursilerías de todo tipo, con fragmentos de poemas intercalados en el texto y reiteradas declaraciones de amor desesperado. Era patética.
Cuando le di mi opinión, me dijo que no me preocupara, que conocía a sus lectoras y que estaba seguro, surtiría el efecto esperado.
En realidad no estaba muy seguro de que efecto debía causar, pero lo vi tan confiado, que no dije mas nada.

Al salir del trabajo, recorrí todos los negocios del barrio, comprando algo en cada uno y tratando de tirarle la lengua a dueños y clientes.
Nada que no supiera, pude averiguar.
El Cholo tuvo más suerte, ya había hecho su primer contacto y tenia cita con la piba para la noche siguiente.
Esa noche, no se porque, pero dormí mas tranquilo.

En su siguiente visita, nuestro estratega, me comento que acababa de mandar una nueva carta. Esta no me la mostró, pero me dijo que le sugería, que le contestara, para eso le daba la dirección de la editorial de sus libros y a su nombre de autor de novelas policiales. Eso lo hacia, me explico, para conocer la reacción que le producían sus cartas. Si las contestaba, seguramente seria porque le habían interesado.

Ahora me tocaba a mí, conseguir más tiempo. Debía entrevistar al viejo y mostrándome dispuesto a casarme, solicitarle unos días para solucionar algunos problemas pendientes.
Temiendo que con su experiencia de prestamista, se diera cuenta de que lo mío no eran mas que maniobras dilatorias, me fui a verlo.
Para mi sorpresa, cuando le exprese mi “sincero” deseo de casarme con su hija y le solicité un cierto tiempo, me dijo que estaba de acuerdo y que me lo tomara con calma. Aparentemente, Zaida, quería también un poco mas de tiempo, antes de decidir tan trascendente paso.
Luego nos enteramos por nuestro informante, que, según lo contado por la mucamita, en casa de sus patrones, se había armado una tremenda discusión, porque a raíz de unas cartas recibidas, la hija quería a toda costa conocer al autor, antes de resolver su casamiento.
Era evidente que las cartas habían surtido el efecto que su autor buscaba. Fue una jugada maestra.
Ahora con más tiempo por delante, podríamos continuar con las investigaciones, mientras el poeta continuaba con sus cartas.

No lo vi por varios días. Una tarde me llamo para contarme que estaba recibiendo una carta por día de mí ex novia. Me dijo que estaba bastante asombrado. _ Usted no se imagina, esa mina es mucho más inteligente y sensible de lo que parecía, además ha leído muchísimo y es amante de la poesía. Sus cartas son realmente interesantes. Lo malo es que quiere conocerme, no sé todavía que voy a hacer, ya veré, después le cuento.
Como el asunto de la deuda parecía haber quedado en stan bay, junto con el matrimonio, me sentía mucho mas tranquilo. Pese a todo, no tenia la menor idea de cómo podía terminar esto, ni hasta cuando podríamos estirar el desenlace.
El Cholo, mientras tanto, seguía viento en popa con la piba y se lo veía cada vez mas entusiasmado. No averiguaba nada nuevo, pero no perdía oportunidad de verla.
Balaguer, parecía haberse borrado, hacia un montón de días que no tenía noticias de él. De casualidad, me enteré, que por su cuenta, le había pedido al Cholo, que dejara en paz a esa familia y suspendiera todo tipo de averiguación sobre ellos. Este accedió, siempre que ello no significara tener que dejar de ver a Dorita, la mucama.
Extrañado, lo llamé por teléfono, me costó bastante ubicarlo porque aparentemente estaba muy poco en su casa.
Cuando por fin me atendió, note que a todas mis preguntas, contestaba con evasivas. Usaba un montón de palabras para no decir nada y trataba de confundirme dando vuelta las cosas, pero al final termino confesando que se había encontrado con Zaida y que la habían pasado bárbaro. Se maravillaba al notar la cantidad de cosas en común que tenían. Después de esta confesión, con una excusa trivial, me cortó
Como al mes de esta conversación telefónica, me encontré con mi amigo el diarero, que, muerto de risa, me contó, que por su novia, se acababa de enterar del próximo casamiento de Zaida Kaplan con Balaguer Mendosa.

Dos o tres meses después, cuando casi había olvidado todos estos acontecimientos, recibí un llamado del escritor, quien en tono muy serio y circunspecto, me invitaba a una reunión en casa de los Kaplan.
Cuando llegue a la tal cita, me abrió la puerta un señor, que en primer momento, me resulto totalmente desconocido. Después de unos minutos, y más que nada por su forma de hablar, reconocí que tenía ante mí, al ex facha de poeta.
Vestía un impecable traje gris, se había cortado el pelo y estaba prolijamente afeitado. Recién ahora notaba su extraordinaria fealdad y lo desagradable de sus gestos.
Con toda seriedad, me explico que el señor Kaplan, resolvió jubilarse e irse a vivir con su esposa a Miami, por lo tanto, Zaida y él habían quedado a cargo de los negocios. Con respecto a mi deuda, que no había prescripto ni mucho menos, para que no me resultara tan pesada, se las pagaría en doce cuotas, con interés bancario, a partir del mes siguiente.
Por supuesto, agradecí su deferencia y me fui de esa casa, sin saber si llorar o reír.

El Cholo, no se caso con Dorita, pero se fueron a vivir juntos y tienen un bebe hermoso.
___________________________________2006

1963 - Mujercita

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Óleo sobre madera
0,30 x 0,40




1963/75 - Naturaleza muerta Nº 254

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Óleo sobre tela
0,60 x 0,90


1999 - Introspección

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Acrílico sobre tela
0,40 x 0,50


2008 - Tristeza primaveral

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Óleo sobre chapadur
0,50 x 0,70


2008 - Yo quería uno rojo

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Óleo sobre arpillera
0,70 x 1,00


2008 – El Marco Ovalado

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Óleo sobre chapadur
0,65 x 0,74

Cuasi un diptico

1956 - El Chato Cardona tocaba su Charango

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Óleo sobre tela
0,33 x 0,46

La Quemazón

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Uno a uno, lentamente al principio, los árboles comenzaron a contagiarse.
Cordialmente, se pasaban las llamas unos a otros.
No sabemos cómo comenzó. Colaboraron, indudablemente, el hecho de no haber empezado aún la época de las lluvias, la cantidad de hojas acumuladas en el suelo durante el invierno y las altísimas temperaturas, raras, para esta altura de la primavera.
Las hojas, los pastos y los matorrales secos, hacían que el fuego se moviera a gran velocidad a ras del piso. Cualquier brisa un poco más fuerte, levantaba las llamas, encendiendo los arbustos y árboles de madera blanda. Los cebiles y lapachos, se prendían por la base, y lentamente se convertían en grandes brasas, hasta caer, dejando su figura dibujada en grises cenizas, sobre el negro del suelo.
Algunos pájaros, desprevenidos, no alcanzaban a levantar vuelo y se quemaban en las altas ramas, al igual que las liebres y otros bichos que no escapaban a tiempo de sus cuevas.

Ahora el fuego corría a gran velocidad por el monte, dirigiéndose directamente a la ranchada, donde ajenos a todo, dormían los cuatro.
Habían caído rendidos en sus catreras después de un día agotador. A esto se le sumaba el abundante vino con el que acompañaron al dorado que comieron.
Cardona, se despertó furioso por los gritos de los monos y los insistentes ladridos del perro. Quería moler a palos a ese choco de porquería, pero pronto, el humo, lo hizo despabilarse y comprender la situación. A los gritos y a los golpes, despertó a los otros.
Alcanzaron a juntar algunas pilchas y a salir corriendo para el arroyo, justo antes que se les quemara el ranchito de palo a pique, que levantaran dos días antes. Al llegar a éste, mojaron trapos y camisas para taparse boca y narices, el humo ya amenazaba con ahogarlos.
Al trote, rumbearon aguas abajo, tratando de llegar al Bermejo, que por suerte no quedaba lejos.
Mientras corrían, tuvieron que esquivar a más de un bicho, que escapando también a la quemazón, pasaban en todas direcciones, sin prestarles la menor atención.
Lo más peligroso hubiera sido pisar alguna víbora o toparse de golpe con algún grupo de chanchos de monte, que capaz les pegaban una atropellada.
Las corzuelas corrían a lo locas sin saber muy bien para dónde ir. Como un bólido, atropellando las matas, apareció un anta con su cría y a lo lejos alcanzaron a ver a un jaguar que desaparecía rápidamente, mientras, un gualacate, se zambullía en el agua, y nadando velozmente, se les adelantaba.
Con la lengua afuera y medio sofocados, llegaron por fin al río más grande. Forzosamente debían cruzarlo si es que pretendían estar un poco más seguros en la orilla de enfrente.
Esto no se veía muy fácil. El calmo río de transparentes aguas de días atrás, ahora había tomado su color marrón rojizo y bajaba con notoria fuerza. Metía miedo con los ruidos que hacían las piedras que se chocaban al ser arrastradas por la correntada.
Evidentemente, más al norte, ya había empezado a llover.
Pese a las vacilaciones que el espectáculo les produjo, cuando empezaron a sentir el bramido del fuego a sus espaldas, se metieron al agua y comenzaron a nadar desesperadamente para el otro lado.
La corriente los arrastraba como si fueran hojitas secas y a duras penas, consiguieron llegar a la otra margen. Salieron a más de quinientos metros aguas abajo.
No todos lo lograron, a Segundo Quispe, lo encontraron después, entre unas piedras, bastante más lejos.
¡Indio bruto!, Fue el comentario del cholo Gutiérrez ¡Si no se ahogaba, se hubiera terminado cortando el cogote con su propio machete!
Taparon el cuerpo con unas piedras, lo mejor que pudieron y lo más lejos del agua posible, para que la creciente que se avecinaba, no se lo llevara.
Enfrente ya se veían las primeras llamas, lo que les hizo comprender que no estaban para mucha ceremonia. En cualquier momento, el fuego se cruzaba, había que apurarse. Buscaron una vieja picada de contrabandistas de coca, que sabían por allí estaba y rápidamente, rogando no encontrase con ninguna patrulla de gendarmes, se internaron por ella.
El chato Cardona, mientras movía rápidamente sus cortas patitas, con los ojos llenos de lágrimas, intentaba sacarle el agua a su más preciado bien, un charango que lo acompañaba desde hacía ya mucho tiempo y que pese a sus esfuerzos, se había empapado en el cruce.
Más atrás, Timoniel Pérez, el más gordo de los tres, avanzaba resoplando ya al borde del desmayo.
Mal dormidos, cansados y hambrientos, cuando creyeron haberse alejado lo suficiente, se tiraron un rato al borde de una pequeña laguna. Era evidente que allí no podrían quedarse, debían encontrar un lugar donde hacer noche y algo para comer.
Por suerte, Timoniel, había salvado su machete y el Cholo tenía su honda hecha con una cámara de auto. Con eso, seguramente, algo cazarían.
Anduvieron un rato más hasta llegar a un pequeño arroyito. En una de sus márgenes, encontraron un descampado, bastante limpio de yuyos, no muy grande, pero lo suficiente como para pasar la noche.
Mientras Pérez cortaba unos palos para hacer las catreras, que les permitirían dormir sin hacerse mayores problemas por los bichos rastreros, el Cholo y el Chato se dedicaron a buscar algo que se dejara cazar, para la comida.
Aparecieron trayendo, un lobo de río, con mas gusto a pescado podrido que otra cosa, una paloma montera, dura como piedra y un acutí. Este último era lo mejor, pero con el hambre que tenían, se comieron todo. Un rato alcanzaron a dormir, pero, primero el frío de la noche y el humo que llegaba los convenció de la necesidad de seguir camino.
Extenuados, llegaron bien entrada la noche a Aguas Blancas, donde acurrucados contra una pared, esperaron el amanecer.

Después de mucha charla y promesas, convencieron al chofer del micro, que los llevara a Oran, sin cobrarles.
Una vez en el pueblo, se fueron derecho a verlo al turco Jalil, que era quien los había contratado.
El turco, se puso como loco al enterarse de la suspensión de los trabajos
La picada debió estar terminada justo antes de las lluvias. Ahora, con la quemazón, perdería la protección del monte y su vehículo sería fácilmente detectable.
Su intención era llegar con el cargamento desde Santa Cruz hasta cerca de Tarija y desde allí, con una 4x4, por la picada llegar al Bermejo, cruzar la merca en una chalana y de ahí seguir por tierra a San Pedro o a Oran.
Ahora, sus planes deberían suspenderse hasta fines del verano y perdería mucha plata.
En tono lastimero, los tres, le rogaban al patrón que les adelantara unos pesos, para poder comer y tratar de recuperar algo de lo perdido, que si bien no era mucho, para ellos significaban, prácticamente, todos sus bienes terrenales.
Después de mucho argumentar, consiguieron ablandarlo un poco. Les tiró unos pesos con la condición de que se trasladaran rápidamente a Tarija y comenzaran el trabajo desde la otra punta, llegando de paso hasta la zona del incendio, para evaluar la posibilidad de completarlo antes de la lluvia.
Él sabia que esto ya no era posible, pero por lo menos adelantarían algo.

Lo primero que hicieron, fue darse un atracón de comida y cerveza, en un bolichito cercano a la estación, para luego comprar los avios necesarios.
Aparte de un poco de carne, galletas, harina y algunos vicios, se llevaron una damajuana de vino, y a instancias de Timoniel, una buena cantidad de cajitas de vino, una manta para cada uno, dos machetes y algunas pocas cosas más. Todas estas cosas eran más baratas de este lado y además las anotaban en la cuenta del turco, si necesitaban algo más lo comprarían en Bermejo o en Tarija.
Cardona, se compró una bolsa de plástico, la que consideró lo suficientemente impermeable, como para llevar su desvencijado charango, esperando poder restaurarlo más adelante.
El cholo Gutiérrez, consiguió que un conocido, le prestara un revólver, con la promesa de traerle, a su regreso, una caja de balas. Del otro lado se conseguían y eran mucho más baratas.
Deberían perder uno o dos días en Tarija, hasta encontrar a alguien que conociera bien la zona, ya que, con la muerte de Quispe, el grupo se había quedado sin baqueano.
En el pueblo tuvieron la agradable sorpresa de un encuentro inesperado. Al trotecito y moviendo la cola, vieron venir, al perro que los salvara del fuego. Resultaba absolutamente inexplicable comprender cómo habría hecho el animal, para llegar hasta allí. Lo habían perdido de vista, cuando escapaban del incendio por el arroyo. Como el choco no se mostrara muy dispuesto a contestar las múltiples preguntas que le formulaban, optaron por aceptarlo nuevamente como integrante del grupo y siguieron en la búsqueda del nuevo baqueano.

Conocieron, al fin, a un tal Antonio Mamani, que se comprometió a llevarlos por los mejores pasos.
Una chatita desvencijada, los llevo unos kilómetros mas al norte, dejándolos en el cruce con un camino secundario que se internaba en lo mas tupido del monte.
Caminaron por la huella hasta un punto donde ya no podían ser vistos desde el camino principal y luego de dejar una discreta marca en un árbol, se adentraron, en lo más cerrado, tratando de no dejar rastros.
Avanzaron así, por más de una hora, hasta llegar a la orilla de un pequeño arroyo. En el lugar comenzaron, rápidamente a limpiar las malezas para ubicar allí el campamento base.
Calculaban que tendrían que dedicarle por lo menos un día para terminar una ranchada, que los protegiera de las inminentes lluvias. Luego de esto pensaban dirigirse al sur, a buscar los pasos que les permitieran llegar al Bermejo.
Pasaron una noche espantosa. Un tremendo viento les voló lo poco que habían alcanzado a techar y el posterior chaparrón los dejo calados hasta los huesos.
Ese día lo dedicaron a reforzar el rancho y a techarlo prolijamente.

Mamani, demostró ser muy poco proclive al trabajo y, por el contrario, ser un muy buen consumidor de vino, para desagrado de los demás que veían como bajaban sus reservas de tetrabrik. Él, argüía que había sido contratado para ser el guía del grupo y no para perder su tiempo en esos menesteres, dignos solamente, de vulgares peones.
Las cosas se estaban caldeando, cuando tuvieron la suerte de ver aparecer a una desprevenida corzuela que llegaba a tomar agua. Rápidamente, con la ayuda invalorable del perro, la cazaron.
Cardona, se dedicó a prender el fuego para asar al bichito, que les aseguraba una provisión de carne como para dos o tres días.
La alegría reinaba en el campamento. Lamentablemente, el nuevo, se estaba poniendo muy pesado. Totalmente borracho, caminaba a los tumbos, de un lado para otro, buscando las cajitas que los otros habían escondido, mientras los insultaba a los gritos.
Trataron de no prestarle mucha atención, a la espera que cayera dormido en cualquier momento.
Por el contrario, el otro cada vez mas furioso, tropezándose con todo, revoleaba los bultos y desparramaba los comestibles en su desenfrenada búsqueda. En uno de esos tropezones, cayo pesadamente sobre la bolsa del Chato. El ruido que se escucho no dejó lugar a dudas, el charango había pasado a mejor vida.
Se produjo un momento de profundo silencio. Parecía que toda la selva había quedado paralizada, esperando algún acontecimiento tremendo.
Con un grito de furia, que se escuchó por varios kilómetros a la redonda y que fue contestado por todos los animales asustados, saltó Cardona sobre el borracho. A trompadas y patadas, lo sacó de la ranchada y ya totalmente fuera de sí, lo arrastraba de los pelos, mientras lo seguía golpeando frenéticamente. El pobre infeliz, con la cara desfigurada y cubierta de sangre no atinaba a nada, hasta que en una de las rodadas, se encontró con un machete en la mano. De un solo golpe le abrió la cabeza al Chato que cayó al suelo como fulminado.
Todo esto pasó tan rápido, que los otros no alcanzaron a hacer nada, pero, al ver a su amigo en el suelo, se abalanzaron sobre su asesino. Este comprendió, a través de su borrachera, que debía defenderse, porque de no hacerlo, con seguridad lo iban a matar.
Con desesperación, comenzó a dar machetazos para todos lados. Con uno, le corto limpíta la mano a Timoniel, que aullando, cayó al piso agarrándose el brazo mientras se desangraba.
El Cholo, sin más contemplaciones, le vació el tambor del revólver en el pecho, pero no pudo evitar, que un machetazo le cortara la yugular.

A fines del verano, encontraron lo que los animales habían dejado de los cuatro.
Fue más o menos para la misma época que se encontraron los restos de Quispe.
No sé que habrá sido del perro..

_______________________________________________2005

1969 - 21 de Septiembre

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Óleo sobre tela
0,50 x 0,70




1994 - Esta se está agrandando

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Acrílico sobre composé de telas
1,00 x 1,30


2008 - El Mastín de Casandra

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Óleo sobre tela
0,50 x 0,60


El dibujo original es de Casandra.
Mi bisnieta (2ª de 6) 7 años
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2008 - El Dinosaurio de Nachito

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Óleo sobre tela
0,40 x 0,50


El dibujo original es de Ignacio.
Mi bisnieto (3º de 6) 6 años
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El Cuchillo

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El cuchillo estaba sobre la mesa.
No podía comprender quién lo había dejado allí, ni cómo alguien podía deshacerse de algo tan bello.
Era realmente hermoso. Lo miraba absorto, prefería imaginar que no tenía dueño y que se lo habían dejado de regalo. Lo tomó en sus manos con cariño. Lo sopesó, sintió que tenía un equilibrio perfecto, tanto de formas como de peso. Formaba una prolongación exacta de su mano, de su brazo. La hoja era estrecha y larga, de doble filo, con sangrador bien definido. El mango, a más de hermosamente trabajado, era como debía ser, funcional pensó. Daba la sensación que con algo así no sería nada difícil matar a una persona.

Lentamente lo fue girando hacia su pecho y lo apoyo a la altura de su corazón. Tuvo idea exacta del filo de esa hoja, recién cuando vió, con asombro, cómo traspasaba el saco y la camisa. Del asombro pasó al terror al notar que se perdía en su interior.
De pronto se vió tirado en el piso.
Extraña sensación ésta, la de saberse ahí parado y sin embargo conciente que ése que está en el suelo, también es uno.
Pero, ¿era uno o lo había sido? Indudablemente ese tipo tirado que, además, era o había sido uno, con un cuchillo clavado en el pecho y ese color tan feo, indicaba, sin lugar a dudas, que uno estaba muerto.

Se le hacia difícil, pese a todo, aún a sabiendas que realmente estaba muerto, confesarse que efectivamente lo estaba.
Se paró frente al espejo y no se vió. Le resultó desagradable pero pronto deshechó la prueba por trivial. En realidad rápidamente dejó de lado la idea de probarse nada ya que un sexto sentido, que todo muerto debe tener, le indicó que no había nada que hacer, era cosa hecha.

¡Qué boludo!, pensó ¡Todavía estaba en buen estado, no entiendo el porqué de esa estupidez de venir a matarme!
Un poco más tranquilo, intentó un vuelito. Llegó hasta el techo pero no lo tocó, tuvo miedo de pasar de largo, le costaba acostumbrarse a su condición de alma en pena. Dió una vueltita alrededor de la lámpara que colgaba del techo y bajó. Decidido a seguir experimentando, se largó por la ventana a la calle, después de todo era interesante esto de ver todo de arriba como fantasma.
Desde chico tenía el sueño recurrente que volaba y la pasaba tan bien que le molestaba cuando lo despertaban.

Lo primero que vió fue a la viudita del 6º B que llegaba contoneándose cadenciosamente. Se le fue al humo, hacía mucho tiempo que le tenía ganas y esa fulanita pedía a gritos que la atraquen. De pronto se quedo frío, se acordó que ahora era medio difícil que alguien le diera pelota. Miró a su alrededor avergonzado, no hubiera sido divertido encontrarse con el marido. Cabizbajo, se volvió a su departamento.
Qué aburrida pintaba esta nueva vida sin minas.

¡Puaj! Qué asco, siempre me resultaron muy desagradables los muertos. Se sentó en el sillón sin saber qué hacer.
-Me imagino que aparecerá alguien a dar instrucciones, pensó. Sería muy rompe pelotas que ahora también vinieran a joder con eso de los libre albedríos, libre expresiones, democracias y otras huevadas por el estilo.
Se aburrió un rato, bastante molesto por no poder fumarse un cigarrillo y sin nada que hacer.
-Un momento, se dijo, si de esto no se hubiera enterado nadie todavía, tal vez se pudiera intentar algo. Pensá con calma. Yo me salí de allí adentro y por eso me morí, entonces, si me vuelvo a meter, todo arreglado.
Venciendo su repugnancia se mando para adentro. No era tan fácil como creyó en un principio, pero de a poco se fue acomodando. Empezó a mirarse los interiores.
-Esto si que es una verdadera introspección, meditó.
Qué flor de despelote era ese lío de tripas, sesos, nervios, huesos, tendones y vaya a saber qué más. Se arrepintió seriamente de no haber estudiado más anatomía en el secundario.
Se encontró con el cuchillo, lo agarró por la punta, se dió cuenta que no le pinchaba. Por probar probó y con asombro vió que se movía.
Se quedo quietito un rato, pensando. Probó de nuevo, de nuevo se movió, esta vez lo empujo para afuera. Fue apenas una fracción de milímetro. La emoción le turbó la vista por un momento, rápidamente se recuperó y una súbita inspiración lo puso en acción.
Vio el agujerito que había quedado libre, agarró un montoncito de células que andaban por ahí y lo tapo. Repitió la operación una y otra vez febrilmente.
Tuvo que corregir alguna célula que con el apuro había quedado de canto, pero cada vez faltaba menos. Continuó rellenando milímetro a milímetro incansablemente. Comenzó a sentir que se le nublaba nuevamente la vista y que le faltaban las fuerzas. Hizo un último esfuerzo para continuar hasta que de pronto vió todo negro y se sintió desfallecer.

Experimentó un terrible dolor de cabeza y una sensación de gran cansancio. No entendía que podía haberle pasado para sentirse así, tampoco el motivo para estar acostado en el piso.
Sé sentó y miro extrañado a su alrededor. Se sentía extrañamente pesado y torpe. Con dificultad se paró.
Recordó, un poco confusamente al principio, que sobre la mesa había encontrado un hermoso cuchillo. Lo buscó, pero allí no estaba.
Poco a poco los recuerdos fueron apareciendo. Ahora recordaba la hermosa sensación de volar. Intentó dar un vuelito y se pegó flor de golpe. Dolorido fue hasta el espejo, se vió. Con gran esfuerzo pudo contenerse. Se dió vuelta lentamente y miró el piso, no se vió.
Ahora sí, dió un grito de alegría, estaba vivito y coleando.
Se asomó a la ventana y con felicidad, llenó sus pulmones de aire fresco. Buscó el famoso cuchillo, sobre la mesa, efectivamente no estaba, tirado en el piso tampoco. Revisó el sillón, nada. Comenzó a ponerse nervioso y a dar vuelta toda la habitación en su búsqueda. Estaba empezando a creer que todo había sido una horrible pesadilla, cuando un escozor en el pecho, lo llevo a revisarse. Encontró un pequeño tajo en su saco, una mancha de sangre en su camisa y en su pecho una herida no cicatrizada aún. Todo esto lo convenció de que no había sueño posible, el asunto había sido real. Lo preocupante era que el cuchillo seguía sin aparecer.
Unos ruidos en el piso superior le hicieron desviar su atención. Sintió una puerta cerrarse. ¡La viudita! No perdamos más el tiempo con estas macanas, un tipo que estuvo muerto sabe que no debe darse el lujo de seguir paveando.
Se arregló un poco el pelo y se abrochó el saco. Esta minita no se me puede seguir escapando. Rápidamente fue hacia la puerta. En el momento que iba a abrirla, una fría y dura voz, lo dejó helado.

_¡Un momento Señor! Usted ha hecho trampa. Se lo dejó un rato tranquilo para que se fuera acostumbrando, esto no significa que pueda hacer lo que se le ocurra, debe venir con nosotros.
_Está bien, pero...
_¡No hay pero que valga!
_Perdón, yo quería aclararle que ahora estoy vivo.
_¡Señor ese es problema suyo!
_De acuerdo pero el cuchillo desapareció.
_¡Insisto, no hay pero que valga, si el cuchillo desapareció, arréglese como pueda!
_Puede ser que tenga razón, si no hay otro remedio, vamos.

No le quedaba otra, se tiro por la ventana.
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______________________2005
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1965 - Naturalecita muertita

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1991 - Con rosca

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