1969 - 21 de Septiembre

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Óleo sobre tela
0,50 x 0,70




1994 - Esta se está agrandando

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Acrílico sobre composé de telas
1,00 x 1,30


2008 - El Mastín de Casandra

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Óleo sobre tela
0,50 x 0,60


El dibujo original es de Casandra.
Mi bisnieta (2ª de 6) 7 años
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2008 - El Dinosaurio de Nachito

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Óleo sobre tela
0,40 x 0,50


El dibujo original es de Ignacio.
Mi bisnieto (3º de 6) 6 años
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El Cuchillo

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El cuchillo estaba sobre la mesa.
No podía comprender quién lo había dejado allí, ni cómo alguien podía deshacerse de algo tan bello.
Era realmente hermoso. Lo miraba absorto, prefería imaginar que no tenía dueño y que se lo habían dejado de regalo. Lo tomó en sus manos con cariño. Lo sopesó, sintió que tenía un equilibrio perfecto, tanto de formas como de peso. Formaba una prolongación exacta de su mano, de su brazo. La hoja era estrecha y larga, de doble filo, con sangrador bien definido. El mango, a más de hermosamente trabajado, era como debía ser, funcional pensó. Daba la sensación que con algo así no sería nada difícil matar a una persona.

Lentamente lo fue girando hacia su pecho y lo apoyo a la altura de su corazón. Tuvo idea exacta del filo de esa hoja, recién cuando vió, con asombro, cómo traspasaba el saco y la camisa. Del asombro pasó al terror al notar que se perdía en su interior.
De pronto se vió tirado en el piso.
Extraña sensación ésta, la de saberse ahí parado y sin embargo conciente que ése que está en el suelo, también es uno.
Pero, ¿era uno o lo había sido? Indudablemente ese tipo tirado que, además, era o había sido uno, con un cuchillo clavado en el pecho y ese color tan feo, indicaba, sin lugar a dudas, que uno estaba muerto.

Se le hacia difícil, pese a todo, aún a sabiendas que realmente estaba muerto, confesarse que efectivamente lo estaba.
Se paró frente al espejo y no se vió. Le resultó desagradable pero pronto deshechó la prueba por trivial. En realidad rápidamente dejó de lado la idea de probarse nada ya que un sexto sentido, que todo muerto debe tener, le indicó que no había nada que hacer, era cosa hecha.

¡Qué boludo!, pensó ¡Todavía estaba en buen estado, no entiendo el porqué de esa estupidez de venir a matarme!
Un poco más tranquilo, intentó un vuelito. Llegó hasta el techo pero no lo tocó, tuvo miedo de pasar de largo, le costaba acostumbrarse a su condición de alma en pena. Dió una vueltita alrededor de la lámpara que colgaba del techo y bajó. Decidido a seguir experimentando, se largó por la ventana a la calle, después de todo era interesante esto de ver todo de arriba como fantasma.
Desde chico tenía el sueño recurrente que volaba y la pasaba tan bien que le molestaba cuando lo despertaban.

Lo primero que vió fue a la viudita del 6º B que llegaba contoneándose cadenciosamente. Se le fue al humo, hacía mucho tiempo que le tenía ganas y esa fulanita pedía a gritos que la atraquen. De pronto se quedo frío, se acordó que ahora era medio difícil que alguien le diera pelota. Miró a su alrededor avergonzado, no hubiera sido divertido encontrarse con el marido. Cabizbajo, se volvió a su departamento.
Qué aburrida pintaba esta nueva vida sin minas.

¡Puaj! Qué asco, siempre me resultaron muy desagradables los muertos. Se sentó en el sillón sin saber qué hacer.
-Me imagino que aparecerá alguien a dar instrucciones, pensó. Sería muy rompe pelotas que ahora también vinieran a joder con eso de los libre albedríos, libre expresiones, democracias y otras huevadas por el estilo.
Se aburrió un rato, bastante molesto por no poder fumarse un cigarrillo y sin nada que hacer.
-Un momento, se dijo, si de esto no se hubiera enterado nadie todavía, tal vez se pudiera intentar algo. Pensá con calma. Yo me salí de allí adentro y por eso me morí, entonces, si me vuelvo a meter, todo arreglado.
Venciendo su repugnancia se mando para adentro. No era tan fácil como creyó en un principio, pero de a poco se fue acomodando. Empezó a mirarse los interiores.
-Esto si que es una verdadera introspección, meditó.
Qué flor de despelote era ese lío de tripas, sesos, nervios, huesos, tendones y vaya a saber qué más. Se arrepintió seriamente de no haber estudiado más anatomía en el secundario.
Se encontró con el cuchillo, lo agarró por la punta, se dió cuenta que no le pinchaba. Por probar probó y con asombro vió que se movía.
Se quedo quietito un rato, pensando. Probó de nuevo, de nuevo se movió, esta vez lo empujo para afuera. Fue apenas una fracción de milímetro. La emoción le turbó la vista por un momento, rápidamente se recuperó y una súbita inspiración lo puso en acción.
Vio el agujerito que había quedado libre, agarró un montoncito de células que andaban por ahí y lo tapo. Repitió la operación una y otra vez febrilmente.
Tuvo que corregir alguna célula que con el apuro había quedado de canto, pero cada vez faltaba menos. Continuó rellenando milímetro a milímetro incansablemente. Comenzó a sentir que se le nublaba nuevamente la vista y que le faltaban las fuerzas. Hizo un último esfuerzo para continuar hasta que de pronto vió todo negro y se sintió desfallecer.

Experimentó un terrible dolor de cabeza y una sensación de gran cansancio. No entendía que podía haberle pasado para sentirse así, tampoco el motivo para estar acostado en el piso.
Sé sentó y miro extrañado a su alrededor. Se sentía extrañamente pesado y torpe. Con dificultad se paró.
Recordó, un poco confusamente al principio, que sobre la mesa había encontrado un hermoso cuchillo. Lo buscó, pero allí no estaba.
Poco a poco los recuerdos fueron apareciendo. Ahora recordaba la hermosa sensación de volar. Intentó dar un vuelito y se pegó flor de golpe. Dolorido fue hasta el espejo, se vió. Con gran esfuerzo pudo contenerse. Se dió vuelta lentamente y miró el piso, no se vió.
Ahora sí, dió un grito de alegría, estaba vivito y coleando.
Se asomó a la ventana y con felicidad, llenó sus pulmones de aire fresco. Buscó el famoso cuchillo, sobre la mesa, efectivamente no estaba, tirado en el piso tampoco. Revisó el sillón, nada. Comenzó a ponerse nervioso y a dar vuelta toda la habitación en su búsqueda. Estaba empezando a creer que todo había sido una horrible pesadilla, cuando un escozor en el pecho, lo llevo a revisarse. Encontró un pequeño tajo en su saco, una mancha de sangre en su camisa y en su pecho una herida no cicatrizada aún. Todo esto lo convenció de que no había sueño posible, el asunto había sido real. Lo preocupante era que el cuchillo seguía sin aparecer.
Unos ruidos en el piso superior le hicieron desviar su atención. Sintió una puerta cerrarse. ¡La viudita! No perdamos más el tiempo con estas macanas, un tipo que estuvo muerto sabe que no debe darse el lujo de seguir paveando.
Se arregló un poco el pelo y se abrochó el saco. Esta minita no se me puede seguir escapando. Rápidamente fue hacia la puerta. En el momento que iba a abrirla, una fría y dura voz, lo dejó helado.

_¡Un momento Señor! Usted ha hecho trampa. Se lo dejó un rato tranquilo para que se fuera acostumbrando, esto no significa que pueda hacer lo que se le ocurra, debe venir con nosotros.
_Está bien, pero...
_¡No hay pero que valga!
_Perdón, yo quería aclararle que ahora estoy vivo.
_¡Señor ese es problema suyo!
_De acuerdo pero el cuchillo desapareció.
_¡Insisto, no hay pero que valga, si el cuchillo desapareció, arréglese como pueda!
_Puede ser que tenga razón, si no hay otro remedio, vamos.

No le quedaba otra, se tiro por la ventana.
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______________________2005
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1965 - Naturalecita muertita

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Óleo sobre tela
0,21 x 0,42


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1991 - Con rosca

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Óleo sobre tela
0,50 x 0,60



1992 - Al fondo a la derecha

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Acrílico sobre compose de telas
1,00 x 1,30


2008 – Reconciliación

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Óleo sobre tela
0,70 x 0,90


2008 - Saludo ¡Uno!

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Óleo sobre chapadur
0,50 x 0,70


La Cosa

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Salvo error u omisión, era así, la cosa estaba ahí, no cabía duda alguna, había que enfrentarla.
Sí la realidad era esa, no debía seguirle dando tantas vueltas al asunto. Se extrañó de su aparente tranquilidad. Nunca se hubiera imaginado que pudiera llegar a quedarse así frío, como sin darle importancia, a algo que, indudablemente, la tenía y mucho.
Sin embargo, una extraña sensación en la boca del estomago y ese sentir que los pelos de la nuca pugnaban por pararse, le hicieron confesarse, que un obscuro e inexplicable terror se apoderaba de él.
Con todo era preferible que eso pasara justo ahora, de otra forma, probablemente las cosas hubieran sido mucho peores de ocurrir más tarde. En este momento, tal vez, con un poco de suerte, le pudiera encontrar una solución o algo similar.
Tomémoslo con filosofía, se dijo, pero pronto se dió cuenta que no era con filosofía con lo que arreglaría el espantoso asunto. Acción era lo que se necesitaba.
Acá descubrió horrorizado que algo fallaba. Si bien razonaba fríamente y aparentemente su cabeza funcionaba bien, el resto de su cuerpo, no respondía como era debido a las ordenes que partían de su cerebro.
Las piernas, que le pesaban enormemente, paralizadas, se negaban a dar un paso. Sus brazos eran unos extraños objetos, que le colgaban inertes, a los costados del cuerpo, un cuerpo que le quedaba mal, parecía prestado.
Para peor, la cosa, seguía allí y crecía cada vez más. Parecía adueñarse de todo el espacio a su alrededor. Espantado y sintiendo una tremenda sensación de ahogo, puso todo su empeño en lograr moverse. Usando toda la fuerza que el terror le daba, consiguió apenas unos débiles remedos de movimientos desmañados y torpes. En el fondo se causó gracia, si la cosa no fuera tan horrible y la situación tan desesperante, hasta intentaría darse vuelta para mirarse en el espejo. Seguramente su aspecto seria el de un pelele, marioneta colgante de invisibles hilos, que haría reír a grandes y chicos.
Tal vez como forma de exorcizar al tremendo miedo que lo invadía, quiso lanzar una gran carcajada, comprobando, ya, con verdadera pavura, que era absolutamente incapaz de emitir sonido alguno.
Sintió que la cara se le contraía en horripilante mueca y que el corazón, que le latía cada vez con más fuerza, se rompía desprolijamente en varias partes. Alcanzó a pensar¡ Asunto terminado!
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__________________________________ 1990

1955 - Maternidad

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Óleo sobre cartón tela
0,40 x 0,50


1957 - L’après-midi sur le pastó

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Oleo sobre tela
0,60 x 1,00

1979 - ¿Te acordas del Enola Gay?

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Oleo sobre tela
0,50 x 0,70

2004 - Naturaleza Muerta Re Partida

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Acrílico sobre telas
0,80 x 1,00


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1997 - La Bailarina Compartida I y II

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Acrílico sobre bandas de tela
1,00 x 1,30


Este es un biface, puede usarse como divisor de ambientes,
o bien colgarse un tiempo de cada lado.


El Ojo

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Vio, que desde el escritorio, el ojo lo miraba.
Aunque un tanto desorbitado, su aspecto era fiero y acusador.
Después de los dos disparos de escopeta, era lo único que había quedado reconocible de la cabeza del viejo Kowalski. El resto estaba untado aquí y allá.
Esa mirada monocular lo impresionó bastante.
Agarró una carpeta e intentó aplastarlo.
Con una agilidad inesperada, el ojo, de un salto, se ocultó en el fondo de un cajón.
Al no sentirse más observado, dejó de prestarle atención.
Con toda parsimonia, desarmó su escopeta, la limpió meticulosamente y la guardó en un bolso de raquetas de tenis. Salió de la casa, de lo más garifo, caminando lentamente hacia el Lawn Tennis de la otra cuadra.
A cierta distancia y esquivando los pisotones de los transeúntes, lo seguía el ojo. Se veía en él, una incontenible sed de venganza.
No perdonaría jamás, al que reventó al compañero de toda su vida.
Más de una vez, habían visto al viejo, en compañía de gente jodida y trataron de advertirle pero, por ganarse unos pesos más, no les había hecho caso.
El tipo, entró al club, se metió en el vestuario, dejó el bolso en un rincón y calmadamente salió nuevamente a la calle. Allí se subió a un taxi dándole una dirección. Preocupado, el ojo, al no poder oírla, se coló en un colectivo que iba en el mismo sentido que el automóvil. En el primer semáforo, cuando quedaron los dos vehículos a la par, saltó sobre el techo y se escondió detrás del cartel que decía Radio Taxi.
Pararon frente a la puerta de un bar.
Medio machucado por los golpes que recibía en cada frenada brusca, vio como, después de pagarle al tachero, entraba y lo siguió resueltamente. El otro se dirigió a una mesa donde, aparentemente, otros dos lo esperaban.
Oculto, desde un rincón, los observaba atentamente.
Reconoció en ellos a los mismos que había visto en compañía del viejo. Uno, sacó un fajo de billetes y se los dió al recién llegado. Éste agradeció y nuevamente salió a la calle. Paró a otro taxi.
Esta vez el ojo estaba atento. Rápidamente entró al coche entre las piernas del coso y se ocultó debajo del asiento del conductor.
Luego de un trayecto bastante largo, el fulano, bajó y se metió en una veterinaria donde compró algo. Después de esto, caminó un par de cuadras y entró en un edificio de departamentos tomando el ascensor hasta el quinto piso.
El ojo, llegó arriba hecho bolsa después de haber subido los cinco pisos por la escalera. No le importaba, él quería joderle la vida a ese desgraciado.

El tipo, entró en el departamento diciendo en voz alta, ¡ Michi, Michi! Vení que te traigo comida! Apareció un gran gato que al ver tan apetitoso ojo, se lo comió de un bocado. Él alcanzó a ver, que se iba a la mierda.
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________________2006.

1964 - En la Playa

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Óleo sobre tela
0,40 x 0,50


1969 - Gordita

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Òleo sobre tela
0,30 x 0,40


1968 - Dále, que te cuesta

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Óleo sobre tela
0,50 x 0,70


1960 - Marucha

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Óleo sobre tela
0,20 x 0,32