Diría Alberto Balaguer Mendoza:

.
Un traidor suele ser, simplemente eso, un traidor y de un traidor solo se puede esperar una traición...
¡Guarda, cuídense que anda suelto! Si los cacha se da vuelta.
¿No es así Don Cleto?

.

1970 - Domingo de lluvia

.

.
Óleo sobre tela
0,75 x 0,85
.

1992 - La costurerita que dio el mal paso

.

.
Acrílico sobre compose de telas
0,70 x 0,80
.

1999 – Laura

.

.
Óleo sobre tela
0,40 x 0,50

El turco

.

Nadie sabía muy bien cuando o como había llegado.
Algunos suponían que lo hizo con Pigafetta a bordo de la nao Trinidad, otros aseveraban en cambio, que llego como marinero de la goleta Feuerland junto con Plüschow. Me inclino a darle mayor credibilidad a la segunda posibilidad ya que no encontré, en los detallados escritos del lombardo, ninguna referencia a su persona. (Ver “Relación del primer viaje alrededor del mundo” de Antonio de Pigafetta.). Tampoco aparece, nombrado para nada en “Sobre la Tierra del Fuego “, del famoso marino-aviador pero, por una cuestión de fechas, supongo más razonable esto último.
El hecho de no figurar en este libro, podría deberse a un problema de seguridad ya que, como es bien sabido, salió de su Polonia natal, con gran sigilo por la manifiesta enemistad que le demostraron sus vecinos.
El hecho es que, fuera como fuera, el polaco Karol Klitenic se quedó en Tierra del Fuego hasta el final de sus días.
Sólo unos pocos sabían porqué, a un tipo medio rubión, bastante colorado y con ese apellido, le decían El Turco.
Aparentemente esto se debía a la rara costumbre que tenía de tomar por detrás tanto a las ovejas como a las señoras. Esta rara costumbre parecería ser la que produjo el disgusto de sus conciudadanos, quienes le achacaban el desfloramiento de varios jóvenes de respetables familias.
Sin embargo jamás aceptó ninguno de los cargos que se le hacían justificándose, en cambio, diciendo que la gente era incapaz de comprender su total falta de interés en la trascendencia a través de la descendencia.

En su deambular por la isla, conoció a Popper, ese otro extraño personaje, que al frente de su grupo de aventureros se dedicaba, como negocio a buscar oro y como deporte a matar indios. Esto último, fue lo que decidió su pronta y alegre unión a las huestes del rumano.
Una vez más, su extraña costumbre, le produjo problemas.
Sus compañeros lo expulsaron de la casa comunitaria donde se alojaba y no tuvo más remedio que construir su vivienda personal con champas de pasto, igual a las otras, pero un poco mas pequeña y alejada del resto.
Dispuesto a no pasar solo las frías y húmedas noches, consiguió la compañía de una joven selknan. Ésta, aparentemente, se sentía mal pensando que su familia la repudiaría por cohabitar con un blanco. Para evitarle a su compañera este sufrimiento, los eliminó a todos. Esta noble actitud fue muy valorada por el resto de los integrantes del grupo.
Pese al mejoramiento de su situación, su espíritu inquieto, le indicó la necesidad de buscar nuevos horizontes. En realidad influyo en su decisión, la persistencia con que Popper pretendía ubicar el faltante de una respetable cantidad de oro.
Vendió entonces, a la que cariñosamente llamaba su india de mierda, al integrante del grupo con el que menos mal se llevaba. Si bien había intentado en varias oportunidades, sin éxito, sodomizarlo, éste no le guardaba rencor.
Una fría noche partió tierra adentro, sin que nadie se enterara.

Llegado que hubo a un hermoso bosque, pensó que este era un buen lugar para desarrollar algún tipo de industria maderera. Idea que dejo de lado viendo que, ni Tolhuin ni Cami, se habían fundado aún.
Se radicó entonces en Ushuaia. En esta ciudad por suerte nadie lo conocía y en ella seguramente podría hacer buenos negocios.

Allí conoce al que a la postre sería su socio y mentor. Se apellidaba Ferrari, pero lo conocían como El Chino. Este Ferrari era un sargento retirado, no por su gusto, de la Federal.
Se hacía evidente que le era conveniente estar a la mayor cantidad de kilómetros de Buenos Aires.
A poco de cambiar las primeras palabras, comprobaron que los unían tanto sus posiciones morales como filosóficas y una gran comunión de ideales. Resuelven entonces reunir fuerzas en pos de lograr la concreción de dichos ideales comunes.
Abren, en las afueras del pueblo, un cabaret. Lo denominan El mono azul.
La competencia era mucha y con el correr del tiempo comprobaron que su facturación era muy pobre.
Puestos a hacer un análisis detenido de la situación, llegaron a la conclusión de la urgente necesidad de efectuar serios cambios en su negocio.
Sus competidores, habían importado mujeres del norte, tanto argentinas como chilenas y hasta alguna europea en decadencia.
Ellos en cambio, por ahorrar dinero, se habían conformado con salir a cazar a algunas yámanas, traer de puerto Williams a tres o cuatro alacalufes, más un par de onas del interior de la isla, que les vendió a buen precio Ramón Lista.
En principio creyeron ofrecer así un amplio espectro como para satisfacer las necesidades de los marineros que llegaban a ese puerto en busca de cariño. Lo que no tomaron en cuenta, era que la gran fealdad de sus pupilas, sumado al olor que despedían, sobre todo las costeñas, mezcla de ballena en descomposición y a cholga ahumada, no las hacía para nada apetecibles.
Decidido entonces el cambio, ponen en venta a sus dependientas. Con gran pena deben liberar a gran parte, por no haber quien se interese en las mismas.
El siguiente paso fue importar del norte a un reducido grupo de muchachas tobas. A estas las vistieron con polleras de vivos colores.
En el local pintaron grupos de palmeras y cambiaron el nombre del cabaret, por el de “Club nocturno el Pol Goguén del sur”.
El éxito fue rotundo. Atraídos por el ambiente exótico, marinos de paso y lugareños, colmaban las instalaciones del boliche todas las noches. Comenzó entonces una época dorada en la existencia de ambos socios.
La plata entraba a raudales, y si bien se robaban mutuamente, este era un riesgo que los dos tenían perfectamente asumido.
No obstante la bonanza, algunos nubarrones comenzaron a aparecer en el horizonte.
El comisario se ponía muy molesto, cuando notaba el interés conque su amigo lo miraba irse. A la vez, el Turco, veía con gran preocupación y nerviosismo, al otro, mirándolo fieramente y limpiando con detenimiento su pistola.
Por suerte para ellos, atraído por las pingues ganancias que dejaba el club, apareció un misterioso comprador de raro acento árabe-riojano, que ofreció por este muy buen dinero.
Concretado el acuerdo y antes que las cosas se pusieran peores, uno pa vos y uno pa mi, rápidamente hicieron el reparto y cada uno rumbeó para su lado
El chino se fue para Grande, donde ingresó a la policía territorial con el grado de Comisario Mayor. Esto le permitió mirar al futuro con renovado optimismo, sobre todo, pensando en las puertas que se abrían para sus futuros negocios. Pese a esta aparente felicidad, cada tanto, una sombra de tristeza empañaba sus ojos recordando la forma cariñosa con que lo miraba, de atrás, su ex socio.
El Turco, se quedó en Ushuaia. Hizo algunos pequeños negocios con Pascual in, sobre todo en el rubro aceites y cueros de lobo marino, pero, notando la creciente impopularidad, de su nuevo socio, prefirió alejarse de él, para no quedar pegado.
De todas formas, el dinero colectado desde su llegada a la isla le permitiría vivir un buen tiempo sin preocupaciones económico-financieras.
Pasa así un tiempo de tranquilidad y jolgorio, y pese al enojo de los Bridges y de los Salesianos abre su propio templo-misión.
La llama “La nueva misión para la liberación retroactiva”
Está dispuesto a catequizar a los indios e indias jóvenes.
Se lo acusa de querer convertir a esta misión en una nueva Sodoma, pero él, se defiende afirmando que sus intenciones son simplemente las de querer transmitir su espiritualidad a través de nuevos caminos y por medios alternativos de conocimientos retroalimentados. Nadie entendió muy bien que quería decir con esto, pero sí, estaban seguros que no debía ser nada bueno.
Si bien esta nueva ocupación no le producía ingresos notables, por lo menos, la misión, se autoabastecía con la venta de las variadas artesanías que fabricaban sus indiecitos.
Así transcurrió un tiempo de bucólica felicidad, encantado con la posibilidad que se le brindaba de introducir, casi todas las noches, a alguien, profundamente en el conocimiento.
Un hermoso y soleado día, raro para esa época de incipiente primavera, correteaba desnudo alegremente por la playa, en pos de una jovencita que escapaba lo más rápido que podían sus patitas.
Ésta se subió a unas piedras y desde allí se zambulló en las frías aguas del canal, para escaparse nadando.
Él prefirió seguirla corriendo por la costa, mientras pensaba ¡En algún lugar vas a tener que salir, turra!
Por correr mirando a la nadadora, tropezó con una piedra y cayo de cabeza al agua. Estaba realmente fría, así que rápidamente nadó hacia la parte más baja de la orilla, sabiendo que no podría resistir mucho tiempo esa temperatura. Cuando estaba ya por salir, sintió un arañazo en la pierna, era una tremenda centolla que, atraída por lo que creyó un sabroso gusanito, con una de sus pinzas, se lo cortó de un solo tijeretazo.
En esos tiempos, las centollas eran muchas y realmente grandes. Rápidamente aparecieron otras que se dieron un verdadero festín con él.
La noticia de su extraña muerte se conoció con prontitud en el pueblo, donde si bien fue festejada, no lo fue tanto como en su misión, donde a mas de los festejos, todos sus habitantes aprovecharon a desparramarse alegremente, por los bosques y quebradas del interior de la isla, para no aparecer nunca más.
El que apareció poco tiempo después, fue el Chino Ferrari, quien no dudó en enfrentar el paso Garibaldi, todavía cargado de nieve, al frente de un reducido grupo de policías
Según explicó, su mayor interés, era iniciar una investigación para aclarar las causales de la muerte de su ex socio. De paso incauto los bienes del occiso para tenerlos en custodia, según arguyó, hasta que algún familiar directo los reclamase.

Dicen, que alguien lo vió quedarse por largo rato, mirando la danza de los cochayuyos y con una lágrima en los ojos arrojar unas flores al canal.




____________________2005

21 de septiembre - Día de la primavera y cumpleaños de Alejandra

.
.
Alejandra cuando nos conocimos en 1947

1974 - Madre e hija

.

Óleo sobre tela
0,50 x 0,70

1991 - Se vino el pampero

.

Óleo sobre tela
0,50 x 0,60

1996 - Geisha correntina

.
1996 - Geisha Correntina

Acrílico sobre tela
0,80 x 1,00

Innominato

.
Se metió el cañón del arma en la boca y apretó el gatillo.
La pared quedo manchada de sangre y pedazos de sesos esparcidos por todos lados.
El otro se quedo paralizado y boquiabierto. No alcazaba a entender el extraño comportamiento del suicida.
¡Qué tremendo boludo! Se dijo por fin. Evidentemente era un boludo y un boludo es solamente eso, un boludo y de un boludo lo único que se puede esperar es que haga boludeces.
Más tranquilo, luego de este razonamiento, comprendió que debía actuar con premura.
Rápidamente buscó los papeles que había venido a buscar. En el portafolio del muerto, los puso junto con algunos documentos que le parecieron de importancia. Por las dudas, en un par de disquetes, copió los archivos de la computadora y la dejó en blanco. No sabía si había algún registro de sus actividades. Cuanto menos se lo conociera, mejor.
Limpió prolijamente todos los lugares que recordaba haber tocado y salió del edificio aparentando la mayor tranquilidad.

Se metió en el subte, bajándose en Once. Recordaba que en la calle Catamarca había visto un local donde se hacían embalajes. Allí hizo hacer una buena encomienda con el maletín que contenía los papeles, documentos, títulos y disquetes. En una empresa de micros cercana, los despacho a su nombre a la terminal de Posadas.
Ya liberado de la comprometedora carga, tomó un colectivo que lo acercaba al hotel, donde estaba parando, en la zona de Constitución.
Prefería cualquier transporte público, pese a los apretujones y al calor, que tomar taxis o remises. Era mucho más fácil pasar desapercibido.

El autobús, que ya venía bastante lleno, completó totalmente su capacidad y algo más. Molesto y acalorado, fue pasando al interior del coche y por pura casualidad, quedó pegado a la espalda de una atractiva y bien formada joven. No tenía la menor intención de molestarla, pero no había forma de apartarse.
Notó que olía muy bien. Una mezcla de perfume y desodorante, combinados con un fondo de transpiración y aroma a sexo femenino, le subían por el cuello. Él era demasiado sensible a los olores como para no sentirse perturbado y preocupado por las lógicas consecuencias, que ya se hacían sentir. Temía una reacción airada pero, por el contrario y para su sorpresa, la joven pareció que buscaba un mejor y mayor contacto. Lentamente, fue imprimiendo a sus caderas un suave y rítmico movimiento.
El micro, estaba ahora bastante menos lleno, sin embargo ninguno de los dos hacía nada por separase. De pronto, cuando él estaba a punto de explotar, ella, se separó, se dirigió directamente a la puerta y apretó el timbre para bajar.
Él se recompuso lo mejor que pudo y bajó detrás de ella.
Ya en la vereda la mujer, sin dirigirle ni una mirada, comenzó a caminar resueltamente con paso rápido. Unos metros más adelante, se detuvo ante una vidriera a hacer un detenido estudio de los zapatos que allí se exhibían.
Un rato más tarde y después de haber tomado un café, se dirigían a buen paso, hacia el hotel.

Agradeciendo a todos los santos del cielo y sus alrededores, sabiendo que lo mejor que podría haberle ocurrido, después de ese día de emociones violentas, era encontrar una niña así, subieron a su dormitorio.
Ya en la cama, ella demostró ser una verdadera maestra. Parecían interminables la cantidad de masajes eróticos, las posiciones y hermosas cochinadas que era capaz de inventar. Jugaron largo raro, hasta que él, totalmente relajado, cayó en un profundo sueño.

Despertó a la madrugada, ella ya no estaba, tampoco su billetera.
No se preocupó mucho, era muy precavido y por las dudas, había retirado de la misma, documentos y tarjetas. La plata que quedaba, la fulana se la había ganado sobradamente.
Desayunó, preparó su equipaje y luego de pagar el hotel, se fue para aeroparque, donde llego con el tiempo justo, para subir al avión que lo llevaría a Posadas.

Luego de tomar una habitación en un discreto hotel de la calle Líbano, intentó retirar de la terminal la encomienda, pero debió esperar un día más hasta que ésta llegara.
En cuanto la tuvo en su poder, a la mañana bien temprano, tomó la lancha y cruzó a Encarnación, poniendo su mejor cara de turista en viaje de compras.
Se dedicó a recorrer negocios de ropa, en esa especie de mercado persa, hasta que se convenció que nadie lo seguía. Entonces se dirigió a un local más grande, donde vendían ropa deportiva.
La empleada lo miró con cara de asombro, cuando él le pidió que le mostrara una camisa roja con flores amarillas. Desconcertada le informó que en ese negocio no vendían prendas así, a lo que él respondió exigiendo la presencia del encargado.
Este, que observaba atentamente la escena, se acercó y sugirió cortésmente a la vendedora que atendiera a un cliente que acababa de entrar. A él, le pidió que lo acompañara, ya que creía que quedaban una o dos camisas como las que buscaba.
Entraron así a un probador que tenía en la pared del fondo un gran espejo. Cerrando la cortina que cubría la entrada y al constatar que no eran observados por nadie, el encargado, abrió el espejo, que disimulaba una puerta. Transpuesta ésta, tuvieron acceso a un oscuro pasillo que los llevó, luego de bajar unos cuantos escalones, a una amplia habitación.
El mobiliario, compuesto por dos pequeñas camas, una mesita con una garrafita con calentador y algunos enceres de cocina, un escritorio con una computadora y pocas cosas más, le daban un definitivo aspecto de aguantadero.
Mientras esperaban la llegada de un tercero, se dedicaron a revisar los papeles y el contenido de los disquetes. Bastó un análisis superficial, para que se dieran cuenta que tenían entre sus manos una verdadera bomba. Cuando sacó todo aquello del despacho del ahora muerto, su interés era simplemente no quedar él o su gente, al descubierto, pero el resultado había sido mucho mayor a lo esperado.
Tenían ahora, pruebas irrefutables de una serie de hechos ilícitos, que implicaban a importantes personajes de la política y de las finanzas de los dos países.

Comprendieron que debían moverse rápidamente.
Él cruzó nuevamente a Posadas, desde donde efectuó varios llamados de teléfono, arreglo cuentas en el hotel y a primer hora de la mañana, regresó a Encarnación. Esta vez en colectivo. Del otro lado del puente, ya lo esperaba un auto, con el que partieron a toda velocidad para Asunción.
El viaje le resulto interminable.
Una vez en la capital paraguaya, se reunió con dos o tres, al parecer importantes funcionarios. Esa noche, pese a las invitaciones que recibiera, cayó rendido en la habitación del hotel.
Nuevamente a la mañana muy temprano, pasó a la Argentina, esta vez a Clorinda. En Formosa, luego de muchas vueltas, consiguió que en una avioneta y por una respetable suma de dinero, lo llevaran a la capital de la provincia de Salta. Lo horrorizaba la idea de tener que hacer la ruta ochenta y uno en auto, con el calor que estaba haciendo.
En la misma tuvo una larga y acalorada reunión con el gobernador provincial. Durante dicha reunión, recibieron una noticia inesperada.
La noche anterior, un voraz incendio, había destruido, una tienda de ropa deportiva en la ciudad paraguaya de Encarnación. Todavía no se sabía cómo se había originado. En su interior, encontraron cuatro cuerpos calcinados. Tan quemados estaban que era imposible identificarlos. Suponían que uno pertenecía al propietario y otro, talvez, al encargado. En el cráneo que estaba en mejor estado, se observaba un agujero, que bien podría haber sido producido por una bala, de toda forma no se podía aseverar nada hasta tanto no se realizaran todos los estudios del caso.

Reflexionando sobre lo ocurrido, tomó verdadera conciencia de la gravedad del caso y se dic cuenta de que lo seguían de cerca. Debía apresurar las cosas.
Partió a la mañana siguiente, en el Beechcraft de la gobernación, rumbo a La Rioja, donde se entrevistó con un importante empresario y con personeros de un gobierno anterior. Uno de éstos, le presentó a una joven, que si bien le pareció medio tonta, no estaba mal del todo. Tenía unos grandes ojos negros, como de vaca degollada, pensó y una gran boca de sonrisa estereotipada que le daban aspecto de boba. Después de todo, con los días de tensión y fuertes emociones que venía teniendo, se dijo que mal no le vendría una noche de relax, con esta provinciana con cara de turca.
Ella aceptó la invitación a cenar y él pronto se dió cuenta de sus humos de gran dama y de sus pretensiones de aristócrata. Era notorio que los viajes a diferentes países, que había hecho acompañando a su padre, le habían llenado la cabeza de mierda. Ahora estaba radicada en Miami y sólo esporádicamente regresaba a su provincia natal.
Esa noche en la cama, debió reconocer que le hubiera resultado mucho más agradable haber salido a buscar cualquier chinita, antes que aguantar a esa estúpida y frígida mujer. Lo peor, era que debía tratarla con cuidado, en atención a sus relaciones y parentescos. Era toda gente con la que no le convenía estar en malas relaciones en estos momentos.

Se la sacó de encima lo mejor que pudo y habiendo terminado con los encuentros y conversaciones que lo habían traído hasta aquí, resolvió viajar a Buenos Aires lo antes posible. Esta vez lo haría en una aerolínea comercial.
Pocos minutos después de iniciado el vuelo y cuando se disponía a pedirle a la azafata que le alcanzara un whisky, vio con asombro por la ventanilla, que de una de las turbinas, salían llamas y humo negro. Segundos después explotaba, mientras la otra, simplemente dejaba de funcionar. Por más que el piloto intentó, no pudo llegar a Pajas Blancas. El avión se estrelló en plena sierra. No hubo sobrevivientes.

En el listado de pasajeros que entregó la empresa, figuraban cuarenta y un personas, incluida la tripulación, sin embargo, los rescatistas encontraron cuarenta y dos cuerpos. El cuerpo encontrado de más, no pudo ser identificado, ya que pese a tener con él cuatro documentos de identidad con diferentes nombres, eran todos falsos.
Nunca se pudo saber quién era realmente, no existían registros sobre su persona.
En cuanto al famoso portafolio y a su contenido, tampoco se pudo saber nada. Simplemente desapareció y nadie llego a conocer su existencia.

______________________2005-