El Cuchillo

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El cuchillo estaba sobre la mesa.
No podía comprender quién lo había dejado allí, ni cómo alguien podía deshacerse de algo tan bello.
Era realmente hermoso. Lo miraba absorto, prefería imaginar que no tenía dueño y que se lo habían dejado de regalo. Lo tomó en sus manos con cariño. Lo sopesó, sintió que tenía un equilibrio perfecto, tanto de formas como de peso. Formaba una prolongación exacta de su mano, de su brazo. La hoja era estrecha y larga, de doble filo, con sangrador bien definido. El mango, a más de hermosamente trabajado, era como debía ser, funcional pensó. Daba la sensación que con algo así no sería nada difícil matar a una persona.

Lentamente lo fue girando hacia su pecho y lo apoyo a la altura de su corazón. Tuvo idea exacta del filo de esa hoja, recién cuando vió, con asombro, cómo traspasaba el saco y la camisa. Del asombro pasó al terror al notar que se perdía en su interior.
De pronto se vió tirado en el piso.
Extraña sensación ésta, la de saberse ahí parado y sin embargo conciente que ése que está en el suelo, también es uno.
Pero, ¿era uno o lo había sido? Indudablemente ese tipo tirado que, además, era o había sido uno, con un cuchillo clavado en el pecho y ese color tan feo, indicaba, sin lugar a dudas, que uno estaba muerto.

Se le hacia difícil, pese a todo, aún a sabiendas que realmente estaba muerto, confesarse que efectivamente lo estaba.
Se paró frente al espejo y no se vió. Le resultó desagradable pero pronto deshechó la prueba por trivial. En realidad rápidamente dejó de lado la idea de probarse nada ya que un sexto sentido, que todo muerto debe tener, le indicó que no había nada que hacer, era cosa hecha.

¡Qué boludo!, pensó ¡Todavía estaba en buen estado, no entiendo el porqué de esa estupidez de venir a matarme!
Un poco más tranquilo, intentó un vuelito. Llegó hasta el techo pero no lo tocó, tuvo miedo de pasar de largo, le costaba acostumbrarse a su condición de alma en pena. Dió una vueltita alrededor de la lámpara que colgaba del techo y bajó. Decidido a seguir experimentando, se largó por la ventana a la calle, después de todo era interesante esto de ver todo de arriba como fantasma.
Desde chico tenía el sueño recurrente que volaba y la pasaba tan bien que le molestaba cuando lo despertaban.

Lo primero que vió fue a la viudita del 6º B que llegaba contoneándose cadenciosamente. Se le fue al humo, hacía mucho tiempo que le tenía ganas y esa fulanita pedía a gritos que la atraquen. De pronto se quedo frío, se acordó que ahora era medio difícil que alguien le diera pelota. Miró a su alrededor avergonzado, no hubiera sido divertido encontrarse con el marido. Cabizbajo, se volvió a su departamento.
Qué aburrida pintaba esta nueva vida sin minas.

¡Puaj! Qué asco, siempre me resultaron muy desagradables los muertos. Se sentó en el sillón sin saber qué hacer.
-Me imagino que aparecerá alguien a dar instrucciones, pensó. Sería muy rompe pelotas que ahora también vinieran a joder con eso de los libre albedríos, libre expresiones, democracias y otras huevadas por el estilo.
Se aburrió un rato, bastante molesto por no poder fumarse un cigarrillo y sin nada que hacer.
-Un momento, se dijo, si de esto no se hubiera enterado nadie todavía, tal vez se pudiera intentar algo. Pensá con calma. Yo me salí de allí adentro y por eso me morí, entonces, si me vuelvo a meter, todo arreglado.
Venciendo su repugnancia se mando para adentro. No era tan fácil como creyó en un principio, pero de a poco se fue acomodando. Empezó a mirarse los interiores.
-Esto si que es una verdadera introspección, meditó.
Qué flor de despelote era ese lío de tripas, sesos, nervios, huesos, tendones y vaya a saber qué más. Se arrepintió seriamente de no haber estudiado más anatomía en el secundario.
Se encontró con el cuchillo, lo agarró por la punta, se dió cuenta que no le pinchaba. Por probar probó y con asombro vió que se movía.
Se quedo quietito un rato, pensando. Probó de nuevo, de nuevo se movió, esta vez lo empujo para afuera. Fue apenas una fracción de milímetro. La emoción le turbó la vista por un momento, rápidamente se recuperó y una súbita inspiración lo puso en acción.
Vio el agujerito que había quedado libre, agarró un montoncito de células que andaban por ahí y lo tapo. Repitió la operación una y otra vez febrilmente.
Tuvo que corregir alguna célula que con el apuro había quedado de canto, pero cada vez faltaba menos. Continuó rellenando milímetro a milímetro incansablemente. Comenzó a sentir que se le nublaba nuevamente la vista y que le faltaban las fuerzas. Hizo un último esfuerzo para continuar hasta que de pronto vió todo negro y se sintió desfallecer.

Experimentó un terrible dolor de cabeza y una sensación de gran cansancio. No entendía que podía haberle pasado para sentirse así, tampoco el motivo para estar acostado en el piso.
Sé sentó y miro extrañado a su alrededor. Se sentía extrañamente pesado y torpe. Con dificultad se paró.
Recordó, un poco confusamente al principio, que sobre la mesa había encontrado un hermoso cuchillo. Lo buscó, pero allí no estaba.
Poco a poco los recuerdos fueron apareciendo. Ahora recordaba la hermosa sensación de volar. Intentó dar un vuelito y se pegó flor de golpe. Dolorido fue hasta el espejo, se vió. Con gran esfuerzo pudo contenerse. Se dió vuelta lentamente y miró el piso, no se vió.
Ahora sí, dió un grito de alegría, estaba vivito y coleando.
Se asomó a la ventana y con felicidad, llenó sus pulmones de aire fresco. Buscó el famoso cuchillo, sobre la mesa, efectivamente no estaba, tirado en el piso tampoco. Revisó el sillón, nada. Comenzó a ponerse nervioso y a dar vuelta toda la habitación en su búsqueda. Estaba empezando a creer que todo había sido una horrible pesadilla, cuando un escozor en el pecho, lo llevo a revisarse. Encontró un pequeño tajo en su saco, una mancha de sangre en su camisa y en su pecho una herida no cicatrizada aún. Todo esto lo convenció de que no había sueño posible, el asunto había sido real. Lo preocupante era que el cuchillo seguía sin aparecer.
Unos ruidos en el piso superior le hicieron desviar su atención. Sintió una puerta cerrarse. ¡La viudita! No perdamos más el tiempo con estas macanas, un tipo que estuvo muerto sabe que no debe darse el lujo de seguir paveando.
Se arregló un poco el pelo y se abrochó el saco. Esta minita no se me puede seguir escapando. Rápidamente fue hacia la puerta. En el momento que iba a abrirla, una fría y dura voz, lo dejó helado.

_¡Un momento Señor! Usted ha hecho trampa. Se lo dejó un rato tranquilo para que se fuera acostumbrando, esto no significa que pueda hacer lo que se le ocurra, debe venir con nosotros.
_Está bien, pero...
_¡No hay pero que valga!
_Perdón, yo quería aclararle que ahora estoy vivo.
_¡Señor ese es problema suyo!
_De acuerdo pero el cuchillo desapareció.
_¡Insisto, no hay pero que valga, si el cuchillo desapareció, arréglese como pueda!
_Puede ser que tenga razón, si no hay otro remedio, vamos.

No le quedaba otra, se tiro por la ventana.
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______________________2005
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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Como conosco al autor, creo que seria poco valido preguntar si el cuento encierra algun sentido especial mas alla del que expresa. Creo que no. Sino hagamelo saber. Gracias.
Gabriel

Carlos Podesta dijo...

Efectivamente, es pura ficcion. Por supuesto siempre se pone algo de uno. En este caso puede que sea el mismo, llamemosle, interes por las damas, que comparto con el protagonista. Mucho agradezco tus comentarios. gracias. Chau. Podestá