Detallada relación de cómo y porqué, me convertí en el hombre más rico del mundo

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Este cuento ya lo había publicado. Como me parecía muy largo para que alguien lo leyera de un tirón, lo había dividido en cuatro partes, resultado, no lo leyó nadie. A mi me gusta, por lo tanto lo vuelvo a publicar pero esta vez entero. Espero que alguien lo lea y me cuente que le pareció. No sean vagos.


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Nací en la provincia de San Juan.
Mi madre era oriunda de Nápoles y mi padre argentino, hijo de sicilianos.
No conocí a mis abuelos maternos y no tengo la menor idea de porqué mi madre, vino a parar a América.Conocí en cambio a mi abuelo paterno. Era bastante viejo, murió siendo yo muy chico. Había venido de joven a América, siguiendo a Garibaldi.Recuerdo que con mi padre hablaba una jerigonza, totalmente incomprensible tanto para mi madre, como para mí.
Vivíamos en una pequeña finca, cercana a Calingasta, éramos muy humildes. Yo era el menor de cinco hermanos.
Mi infancia fue de lo mejor. Si bien había épocas, en las que, las estrecheces económicas en que vivíamos, se hacían sentir, el entorno era tan hermoso que todo se hacía más llevadero. La cordillera al alcance de la mano, el río, las chacras, los campos cercanos, todo era para nosotros una aventura constante.
Estaba en quinto o sexto grado, cuando apareció de visita en mi casa, un señor que me cayó muy bien.No supe cuál era el motivo de su visita, ni de dónde conocía a mi padre, pero era evidente que su relación amistosa, venía desde hacía ya bastante tiempo.Era geólogo y estaba haciendo estudios en el yacimiento de cobre de El Panchón, en plena cordillera.
Por lo visto, yo también le caí bien. Decía tener un hijo de mi edad al que hacía tiempo no veía, vivía en Buenos Aires, junto a su madre.
Varias veces me invitó a recorrer los cerros cercanos o a visitar el yacimiento.Si bien yo era medio chico y había cosas que no comprendía, las explicaciones que me daba y la forma de hacerme ver las cosas de la naturaleza, cambiaron mi vida. Pronto supe reconocer una cantidad de piedras y minerales.
Desde un principio tuve la certeza, que todos los conocimientos que adquirí en esa etapa de mi vida, me serian de utilidad en algún momento.Lamentablemente, terminada la escuela primaria no pude seguir estudiando y entré a trabajar en un taller mecánico. Oficiaba como ayudante, aprendiz, peón, cadete ceba mate y que sé yo que más.Pese a todo, leía cuanto libro caía en mis manos.Pasaron los años y me fui a Buenos Aires a tentar fortuna.Me consideraba un buen mecánico, capaz de dar vuelta de arriba abajo tanto a un auto como a un camión o a un tractor.
Me alojé en la casa de unos parientes lejanos, que tenían allí una especie de pensión y alquilaban habitaciones.Por suerte, por recomendación de un amigo de la familia, conseguí trabajo en los talleres de una concesionaria de autos importados.Al poco tiempo tenía novia. Todo iba viento en popa.En esa época, pese a mi escasa edad, estaba apurado por casarme y formar una familia.Sin embargo, mi novia, no tenía el mismo apuro. Decía que todavía era muy joven y quería gozar de su libertad un tiempo más.Las cosas empezaron a andar mal entre nosotros y poco tiempo después me colgó la galleta. Según dijo, yo era un plomo.
Este asunto me dejó hecho bolsa pero, otra vez se cumplió el refrán popular. A la semana siguiente me gané el Prode.El pozo era muy interesante. Me permitiría abrir mi propio taller.
No obstante, en cambio de hacerlo, pedí un mes de licencia y me dediqué a pasear.Muchas veces había soñado con conocer la tierra de mis ancestros.Por supuesto que lo tenía como a un sueño imposible. Ahora, de golpe, dejaba de serlo y no quería desperdiciar la oportunidad.Además, hacer un viaje me vendría bien, ya que me permitiría tomar distancia de mi desilusión amorosa.
Por supuesto, ella había pretendido ante mi inesperada fortuna, recomponer nuestra relación. Le dije, con todo respeto, que se fuera a lavar las partes.

Por fin, una vez cobrado el premio y terminados trámites y papelerío, me embarqué rumbo a Italia.Aproveché a pasar dos días conociendo Roma, antes de seguir viaje a Nápoles.
La ciudad, bastante grande, todo muy lindo pero, los lugares realmente interesantes, los más viejos, se veían medio abandonados y ruinosos.
Nápoles en cambio me encantó. Pese al olor a meo de algunas esquinas, es una ciudad muy pintoresca y la gente bastante macanuda.Lo primero que hice al llegar, fue buscar a unos parientes de mi madre que aun vivían allí.
Cuando conseguí ubicarlos, fui alegremente a visitarlos.Me sorprendió la frialdad con que me recibieron. Contrariamente al resto de los napolitanos que suelen ser extrovertidos, estos, eran secos, antipáticos y duros. En realidad, analizando sus escasas palabras, pude sacar en limpio, que lo que temían, era que ese americano caído de las nubes, viniera a reclamar alguna herencia.Cuando lo comprendí, les aclaré que la herencia se la podían meter en el culo y que se fueran a la mierda. Pese a que se los dije en castellano, por la cara que pusieron, creo que lo entendieron.
Seguí con mi viaje, esta vez a Sicilia.Sabía que en Caltanisseta, vivían los parientes de mi abuelo pero, después de la experiencia con los napolitanos, preferí no conocerlos. No hubiera sido divertido encontrarme con una banda de mafiosos enojados.
La isla, pese a la mala prensa, es una maravilla, la recorrí de punta a punta y me gustó bastante.Hice una excursión por las islitas cercanas y esto sí, me gustó tanto, que resolví recorrer integro el Tirreno.Ischia, es tan linda, que me hubiera quedado a vivir allí. Lamentablemente, está llena de yanquis estúpidos, alemanes prepotentes y japoneses fotógrafos.
Preparan un limoncelo excelente, sin embargo, me gustaba más el que prepara una hermosa morocha de Hurlingam.
Cuando iba a conocer Cerdeña, al pequeño barco en que viajaba se le planto el motor y quedamos a la deriva. Estábamos muy cerca de un pequeño islote. El capitán nos explicó que no debíamos temer, que era un problema fácilmente solucionable.

Bajaron una de las lanchas salvavidas, y con ella remolcaron la nave hasta ponerla al socaire de la isla y allí fondearon. Mientras trabajaban en el motor, nos contaron que la isla se llamaba San Pietro al Mare pero, se la conocía como Pietra al Mare. En realidad no era mucho más que eso, una piedra que sobresalía, apenas unos quince metros y aparentemente no alcanzaba a tener una superficie de más de una hectárea. Era totalmente árida, no se veía nada que no fueran piedras. Tenía un monótono color gris.Sin embargo, del lado donde estábamos anclados, se veía una pequeña, pero bella playita. Como el día estaba realmente hermoso y nos aburríamos, algunos de los pasajeros, pedimos que con la lancha, que aún estaba en el agua, nos llevaran a la misma. Accedieron rápidamente, con tal de tenernos entretenidos y evitar así más protestas.Mientras la mayoría, nadaban o tomaban sol en la playa, me dediqué a recorrer el promontorio.
Era notorio que era de origen volcánico, en gran parte estaba cubierto por un manto cárstico. Encontré dos tipos de basaltos y diferentes rocas ígneas. El agua y el viento lo habían desgastado bastante y lo surcaban profundas canaletas. Al fondo de una de esas canaletas, me llamo la atención una piedra distinta al resto. Pese al trabajo del tiempo, de la erosión, de la atrición y de todas esas cosas juntas, se notaba su origen sedimentario, algún tipo de mármol seguramente. Debía tener más o menos un metro por ochenta centímetros y un espesor de alrededor de quince centímetros.
Se hacía evidente, para el ojo avizor, que esa piedra, no había nacido allí.Daba la impresión de ser una puerta.No pude ver más, ya se oía la bocina del barco, llamando a embarcarse.Una vez a bordo, no comenté con nadie el asunto, primero por que no creía, que a alguien, en el barco, le importaran las piedras y segundo por recordar aquel axioma, aprendido en la colimba, que dice “No avivés giles porque sí”.
Me quedé en Cerdeña. Algo me decía que debía investigar el asunto de la piedra.
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Dos días después, contraté a un pescador para que me llevara, en su barqueta, hasta Pietra al Mare.

La excusa fue que quería estudiar a unas raras gaviotas que había visto en la isla. El pescador me miró con asombro y juró, que las gaviotas de allí, no tenían nada de raro. Ante mi insistencia, se encogió de hombros, diciendo que si yo tenía ganas de gastar mis liras de esa forma, a él no le molestaba. Arreglamos que saldríamos al amanecer para llegar bien temprano y que pasaría a buscarme a la caída del sol, para emprender el regreso. Él aprovecharía esas horas para pescar.
Partimos, de acuerdo a lo convenido, aún de noche. Iba provisto, además de comida y agua, de una buena barreta, una soga, una linterna, una lupa y algunas herramientas más. No sabía muy bien para qué todo eso, pero tampoco sabía, con qué podía encontrarme, si es que algo encontraba. Por las dudas, pensé.
Una vez desembarcado, y habiendo visto alejarse al barquito que me había traído, efectué una recorrida sistemática de todo el terreno.Primero, quería constatar la no existencia de otras notas discordantes y segundo, comprobar que ninguna persona pudiera estar observándome. Efectivamente, no encontré la menor piedra, aparte de la vista anteriormente, que me llamara la atención por no pertenecer al lugar.En cuanto a la presencia de gente, seguramente salvo, los que por pura casualidad, habíamos desembarcado días atrás, en años, nadie habría pisado el poco atractivo islote.

Por fin, me dediqué a estudiar detenidamente, el trozo de roca, que tanto me había preocupado. Sin lugar a dudas, era un mármol. Probablemente, un travertino oscuro. Se notaban aún las marcas efectuadas, para mimetizarlo con el lugar. Observando detenidamente se podían apreciar restos de algún tipo de argamasa, con el que había sido fijado.
Convencido de estar frente a una especie de puerta, me planté delante de ella y con voz firme dije las palabras mágicas “Ábrete sésamo”.
Por supuesto, no pasó nada. Después de todo, no creo que el jefe de los ladrones, las dijera en castellano. Vaya uno a saber en que idioma hablarían, para hacerse entender por las piedras.
Con mucho cuidado fui quitando este pegamento. Parecía yeso o cal con arena, teñidos de color grisáceo. Suavemente y tratando de no dejar marcas, hice palanca con la barreta. Al tercer o cuarto intento, se soltó.
Me costó bastante sostenerla, porque era más pesada de lo previsto.
Apareció ante mi vista la estrecha entrada de una cueva.La emoción me embargaba. Me sentía inmerso en la historia de algún libro de aventuras, de esos que leía en mi primera juventud. Se notaba a simple vista, que se trataba de un túnel que bajaba en suave pendiente.
Después de un rato de indecisión, me armé de valor, y, en cuatro patas entré. A medida que avanzaba, pude comprobar con alivio, que se ensanchaba. Llegó un momento en que podía estar parado. Se notaban, en partes, las marcas del cincel con que se habían quitado trozos que, seguramente, obstaculizaban el paso. Cada tanto, una tenue claridad, iluminaba el pasadizo. Provenía de pequeñas grietas u orificios que, desde la altura, dejaban pasar la luz del sol. No pude saber si eran naturales o habían sido efectuados intencionalmente.
Calculo haber andado unos cien metros, cuando me encontré, con que el socavón, descendía abruptamente. Luego de una minuciosa búsqueda, descubrí unos escalones tallados en la roca, que facilitaban el descenso. Pienso que a esta altura, debía estar bajo el nivel del mar. Habiendo bajado unos cuatro o cinco metros, comprobé, que se abrían, tres brazos, en diferentes direcciones. Dudaba cual elegir para continuar explorando cuando, en uno de ellos, el de la izquierda, me sorprendió una inscripción burdamente marcada en la entrada. Me llevó bastante tiempo poder descifrarla. Decía “SPADA”.
Con la esperanza de que fuera la indicación de la ruta correcta, entre en él decididamente. Debía caminar lentamente y poniendo mucha atención.Acá la oscuridad era total y corría el riesgo de caer en un pozo, o de golpearme la cabeza. La luz de la linterna que había llevado era demasiado puntual y no me daba una visión total. Noté, con desagrado, que el pasillo por el que avanzaba se estrechaba cada vez más y el techo bajaba en forma pronunciada. Pronto me vi. en cuatro patas nuevamente. Ya pensaba seriamente en pegar la vuelta, cuando vi que a cada lado, se abrían sendos túneles. El que estaba utilizando, pocos metros más adelante, terminaba abruptamente.
A la luz de la linterna se notaba, que tanto el de la izquierda, como el de la derecha, se ensanchaban y que nuevamente podría avanzar parado.Tomé entonces, al azar, el de la izquierda. Cuando había recorrido unos veinte pasos, desemboque en una caverna bastante amplia. Si bien su forma era irregular, calculé que tendría alrededor de veinte a veinticinco metros de diámetro.
Con asombro, descubrí, en todo su entorno, una gran cantidad de cajones. Eran todos iguales y estaban perfectamente estibados. Aunque un poco borroso, se notaba que estaban todos numerados. Estaban confeccionados en madera dura y perfectamente clavados. Medían tres cuartas por cuatro y otras cuatro de alto, o sea, más o menos, sesenta centímetros por ochenta y otros ochenta de alto. Llegué a contar ciento cincuenta y seis. Eran sumamente pesados.En un rincón, alcance a ver una cierta cantidad de clavos, del tipo patente, con los que habían sido clavados.
Antes de tocar nada, resolví averiguar si el paso, que había visto se abría a la derecha, me deparaba alguna nueva sorpresa. El tramo a recorrer, era un poco más largo que el anterior, terminaba en una caverna de menor tamaño que la ya visitada, que a su vez, se comunicaba con otra mayor.En la primera, pude observar una veintena de cajones similares a los anteriores. En la segunda, en cambio, se veían unos diez o doce arcones y quince cajones de menor tamaño que los anteriores. Además, acá se apilaban bolsas confeccionadas, aparentemente, con lonas para velas.Todo esto, estrictamente ordenado, igual que en el otro lado.
Debo aclarar que en ningún momento, encontré esqueletos, espadas o cualquier otro objeto, de los que aparecen en los cuentos, asociados a este tipo de encuentros. Por el contrario, acá todo tenía un aspecto bastante burocrático. Parecía más la obra de un eficiente administrador, que la de piratas malos y borrachos. En el mismo momento en que pensaba esto, me di cuenta, que lo que había encontrado, era nada menos que el tesoro de Spada. El siguiente pensamiento fue ¿y qué cornos es el tesoro de Spada?¿De dónde saqué eso?
Las horas pasaban y no estaba la cosa para perder el tiempo cuestionándome nada. Abrí al azar, un par de cajones con la barreta. Casi me caigo de culo. Estaban totalmente llenos de monedas de oro. Sospechando que el contenido de los otros fuera el mismo, abrí un par de los cajones más chicos. Uno, contenía paquetes de oro en polvo, el otro estaba completo de piedras preciosas, hermosamente talladas. Una de las bolsas resultó estar completa de piedras preciosas en bruto. Los dos arcones que investigué, tenían toda clase de objetos de oro y joyas de rara belleza.No tenía más tiempo para quedarme admirando nada, ni para calcular el monto de mi inesperada riqueza. Vacié el contenido de un morral en el que llevaba algunas cosas que había considerado útiles, y lo llene de monedas. Creo que hasta en los calzoncillos cargue piedras preciosas, tratando que la mayoría fueran brillantes.Recorrí el camino de regreso, en contados minutos. Una vez afuera vacié la mochila, que allí había dejado. En ese momento me di cuenta que estaba muerto de hambre y de sed. Tome un trago de agua y a la carrera, volví a entrar para llenar la mochila con unos paquetes de oro en polvo, y completé la carga con monedas. Una vez afuera nuevamente, oculté bajo unas piedras, todo lo que había traído en mi mochila, menos el agua, la comida y una escopeta de bajo calibre. que también formaba parte de mi equipaje. Con ella tuve la suerte de poder cazar una gaviota, a la que até, bien visible, sobre la tapa de mi mochila. Acomodé el mármol, lo mejor que pude, tapando la entrada.

Ahora sí, me pude sentar a descansar un rato y a comer algo.Había sido tan fuerte todo lo pasado ese día, que apenas pude probar bocado. Pese a todo, me doy cuenta, que todavía no entendía la magnitud de lo ocurrido, ni era conciente del cambio total que esto produciría en mi vida.
A la media hora llegó el pescador.
Le llamó la atención, que cargara con el pajarraco, que para comer, no servía. Le expliqué, en la forma mas complicada que pude y mezclando palabras pseudo científicas en castellano, que estaba realizando un estudio de la glándula que segregaba la sustancia grasa que impermeabilizaba las plumas del bicho y que esto le servía para no hundirse, al estar posada sobre el agua. Hasta le mostré el lugar donde se ubicaba, sobre el rabo. Le conté además, que cada vez más, al menos en el hemisferio norte, se notaba que las aves marinas, sufrían mayores problemas de este tipo, debido a la contaminación aparentemente, de las aguas por el petróleo. Por una vez el Discovery, me había servido para algo. Esto no hizo más que reafirmar su convencimiento de que yo, estaba totalmente loco. No cambiamos palabra en el resto del viaje.
Al llegar a puerto, le pagué y me fui al modesto hotel donde me había alojado. Caminaba lentamente, tratando que no se notara, que venía cargado como mula. Al día siguiente, me dediqué a buscar un nuevo alojamiento. Conseguí una pequeña casita, en las afueras de Cagliari. Estaba en bastante mal estado de conservación, pero, dado a que la construcción era de piedra y la puerta y la ventana, se veían fuertes y cerraban bien, consideré que era suficientemente segura. Hice un pozo bajo las lajas del piso, para ocultar una caja, que contenía parte de las monedas y piedras, acomodándolas nuevamente, de forma que no se notara, que habían sido removidas. Para terminar de acomodarme, tuve que comprar, un colchón, mantas, sábanas, y enseres de cocina. Estas cosas, aparte de serme útiles, bastaban para justificar los candados y cerraduras, que coloqué en la puerta y ventana.Al día siguiente, viajé a Palermo, para realizar las compras de las cosas que, para no llamar la atención, no quería comprar en el pueblo.Ya en Sicilia, hice las compras en diferentes negocios, tratando de pasar lo más desapercibido posible, Para no tener problemas de movilidad alquilé un auto. Cuando conseguí todo lo que buscaba, como todavía tenia bastantes kilómetros libres, me decidí y me hice una escapada a Caltanisetta a conocer a mis parientes. Nada perdía y me podían ser de utilidad. Mis tarjetas de crédito, estaban al rojo vivo.

Cuando llegué a la pequeña ciudad, me dio la impresión, que todos me miraban, como si me conocieran. Es más, parecía que se extrañaban, por que no los saludaba. Por las dudas comencé a saludar a diestra y siniestra y noté que me respondían afectuosamente.
Ya en la casa, a diferencia de los napolitanos, no bien dije mi apellido, fui recibido con muestras de cariño y con verdadera alegría. Estaba toda la familia reunida, y cuando apareció un primo a saludarme, quedó develado el misterio. Aunque un poco mayor y más bajo, era casi un calco de mi facha. Se me hizo evidente además, que todos los allí presentes, teníamos un indudable aire de familia. Mi primo, era hijo de un medio hermano de mi padre, aunque de diferente madre. Se llamaba Pascuale, por suerte hablaba un correcto italiano y entendía bastante bien el castellano. Desde el mismo momento que nos vimos, sentimos un mutuo afecto de verdaderos hermanos.
Pronto me explicaron que la llegada de un nuevo pariente, los había sorprendido gratamente, ya que se encontraban en pleno cónclave familiar. Muchos de los allí presentes vivían en otros puntos de la isla.La reunión se debía, a la urgencia que tenían, en juntar dinero.
La madre de Pascuale, había sufrido un serio accidente y estaba en delicado estado, tenían que trasladarla urgentemente a Roma para ser operada. La discusión giraba entre vender parte del olivar familiar o, solicitarle a un tal Don Miquele, un préstamo. La venta, podría llevar un tiempo, del que no disponían y la segunda opción, significaría caer en manos de un inescrupuloso prestamista, que para peor, era un capo mafia, perteneciente a una familia, de largo tiempo enfrentada a la nuestra. Ante esta situación, hice lo que me pareció más correcto, y más conveniente, para ellos y para mis intereses. Aclarando, que no era mi intención inmiscuirme en sus asuntos y mucho menos en sus negocios, como me consideraba parte de esa familia, ofrecía mi ayuda desinteresada. Podían contar con el dinero necesario, en el momento que lo necesitaran.
Esto produjo, pasado el primer momento de asombro, una explosión de alegría y de efusivo agradecimiento, digno de una comedietta italiana.
En un aparte con Pascuale, le expliqué que mi único problema, era que contaba solamente con monedas de oro, y que no conociendo a nadie, no sabía a quien recurrir para cambiarlas discretamente. Comprendió rápidamente que no debía hacer muchas preguntas y me dijo que no me preocupara, que el tío Chicho, era el indicado para hacer las conexiones debidas. Enseguida de almorzar, partimos para Catania, lugar donde vivía el tío Chicho. Bastaron dos o tres llamados de teléfono, para ponernos en movimiento. Recorrimos algunos lugares de la ciudad y continuamos más tarde, la recorrida en Palermo. Un poco en cada lado, conseguí vender todo lo que había llevado. En realidad, con la venta de algunos diamantes y brillantes, quedaron cubiertas las necesidades de la familia. Con el resto podría poner al día las tarjetas de crédito y aún me quedarían unos cuantos euros, como para moverme con tranquilidad.
En el momento de partir con Pascual para Caltanisetta, me llamó la atención la despedida del Zio. Con toda solemnidad me besó la mano. Me dijo que contaba con él, incondicionalmente, para lo que yo mandara. En el camino se lo comenté a mi primo. Me contó entonces, que quince días antes, había fallecido Don Calógero, que era el Capo de la familia. Por eso había encontrado a los más representativos reunidos. Ya no tenían quien resolviera por el resto, cuando se presentaba un problema. El beso en la mano era la demostración de respeto y significaba que me reconocía como el nuevo capo. Esta explicación me dejó tan alelado, que casi choco contra un camión. Le dije que se dejara de macanas, que yo no era capo de nada, que para lo único que era capo era para arreglar autos. Muerto de risa, me dijo directamente que me jodiera, no había forma de que la familia no me considerara el nuevo jefe. Primero que mi actitud solidaria, los había desconcertado, seguramente más de uno de los allí presentes, tenía la cantidad de dinero requerida, escondida debajo del colchón. Por avaros, ninguno quiso ser el primero en ofrecerlo, y ahora se sentían bastante avergonzados. Por otra parte el día del velorio del Don, la vieja más vieja de la familia, que era considerada bruja y adivina por el resto, había vaticinado que el nuevo capo vendría de afuera. Este nuevo argumento, me dejó totalmente descolocado, ya no supe que responder. Seguimos en silencio un buen rato. Como quien no quiere la cosa, le pregunté, si para él tenia algún significado “el tesoro de Spada”. Me miró primero con cierto asombro, para después sonriendo, decirme, que por supuesto. Se trataba de una leyenda que se repetía de generación en generación, desde tiempos inmemoriales. El no recordaba bien como era el asunto aquel, aparentemente un tal Spada, había ocultado en alguna de las islas, una fortuna fabulosa. De todas formas, dijo riendo, no debía preocuparme, porque ya, el Conde de Montecristo, lo había encontrado.Ahora comprendía, de donde me sonaba. Recordaba que de niño, había sacado de la biblioteca de la escuela, el novelón de Dumas, en una versión abreviada y hasta me acordaba que era de editorial Tor. De la novela en sí, recordaba bien poco. Apenas, que a un pobre tipo, lo metían preso sin razón, le piantaban la novia y se chupaba un montón de años adentro. Creo que se llamaba Edmundo Dantes. De los malos uno se llamaba Danglars. Además había un viejo medio loco, que también estaba preso, que cuando se muere le da el plano del tesoro. El asunto es que cuando consigue escaparse, encuentra el tesoro, se cambia el nombre y se dedica a hacer mierda a todos los que lo jodieron.
Me pareció, que después de lo que me había contado, se le borraba la sonrisa y se quedaba mirándome, con una rara expresión en sus ojos. Pensé que podría estar atando cabos. Por suerte estábamos llegando a la casa.Allí una nueva sorpresa me esperaba, pese a lo tarde que era, me aguardaban, una innumerable concurrencia. Todos querían conocerme y presentarme sus respetos. Sumamente confundido, al principio, pronto me di cuenta, que por sorprendente que pareciera, esto, era lo mejor que podría haberme ocurrido. Era un negocio redondo para las dos partes. A mí me significaba un medio de poder justificar mis nuevos ingresos. Para ellos era una forma de sacarse un montón de problemas de encima. Me transferían sus responsabilidades sobre el cuidado de la familia y tenía la ventaja, que siendo yo de afuera, no pertenecía a ningún bando.En una amplia sala escritorio, me hicieron sentar en un imponente y cómodo sillón. Supuse que era el sitial del viejo Don.Formaron una larga fila, para presentarse y besar mi mano.Ya era Don Carlo.

Comenzó entonces una tediosa ceremonia, donde de a uno se presentaban, besaban mi mano, presentaban a su mujer y a sus hijos, los que los tenían, que a su vez repetían todo lo mismo. Algunos me decían algo o me contaban sus cuitas, en la misma extraña jerigonza que hablaba mi abuelo. Pascuale me traducía lo más importante y me daba cuenta, que a la mayoría, les decía que ese no era el momento y que no faltaría la oportunidad de hablar con tranquilidad.
Cuando hacía grandes esfuerzos para no quedarme dormido, uno me presentó a su hija. Por las sonrisas que noté a mi alrededor, mi cara de boludo debe haber sido notoria. Estaba ante la cosa más hermosa que había visto en mi vida. Esta niña, de unos veinte años. Reunía en si, todo lo bello que podía brindar el Mediterráneo. Lo griego, moro, español, judío y algo más, se juntaba en ella. El pelo renegrido y ensortijado, su blanca y tersa piel, de un ligero tinte oliváceo, su boca carnosa, un cuerpo perfecto, pero, para los cánones actuales de belleza, con un par de kilos de más. Pero, por sobre todo sus ojos, de un color intensamente verdes, de lánguida expresión gatuna, que por momentos parecían echar chispas, formaban una mezcla altamente explosiva. Se llamaba Juliana.
Cuando besó mi mano, sentí que se me quemaba y caía al suelo convertida en un montoncito de cenizas. Un monstruo furioso pretendía salir rompiendo mis pantalones. Me costó no empezar a dar gritos sacando afuera a todo el mundo, para poder quedarme a solas con esa increíble, medio parienta. Por fin me recompuse, ayudaron bastante, las caras de satisfacción de los padres. Se hacía notorio, que en ese momento estaban pensando, que por fin, se sacaban de encima a la nena. Mi interés por casarme rápidamente, había cambiado radicalmente .
Cuando terminó esta cosa del besamanos, pedí una inmediata reunión, con los más importantes representantes del clan. Al resto les pedí que dejáramos los agasajos y fiestas para más adelante. Todavía estábamos de duelo por Don Calogero y además estaba el asunto del accidente de mi tía, luego de su recuperación tendríamos tiempo para esas cosas.
Con los notables, quería dejar todo bien claro desde el principio para evitar problemas posteriores. Mientras se despedían los que no participarían de la reunión, me crucé con Juliana. Llamándola aparte, le regalé una lindísima esmeralda que me había quedado, le expliqué que era en honor a su belleza y al color de sus ojos. Dejó el charquito. Me costó bastante que en el momento, no se agachara y abriera mi bragueta. Emocionada hasta las lagrimas me agradeció, en el extraño idioma, con una voz espantosa. Mi primo que pasaba al lado, me dijo al oído “ojo, en este caso, no todo lo que brilla es oro”.Bien, de todas formas era hermosa.
Poco tiempo después, me demostraría en la cama que además, era una verdadera profesional y que no por que sí, se pintaba los labios bien rojos, como las antiguas fenicias.
Ya reunidos, dejé bien en claro, que antes de aceptar el ofrecimiento, quería exponer mis condiciones. Les advertía primero que nada, que no pretendía obtener ganancias de ningún tipo, por el contrario, había pensado invertir el suficiente dinero como para pasar a ser, una de las más importantes, sino la más importante, familia de la isla.Les expliqué que mi dinero, provenía de un galeón español, que habíamos descubierto, con unos amigos, hundido en el Río de La plata. Si este hallazgo lo declarábamos, debíamos entregar una gran parte al gobierno, cosa a la que no estábamos dispuestos. Por lo tanto, yo debía figurar como presidente de las empresas familiares, cobrando sueldos muy importantes, como para justificar mis nuevos ingresos. Dichos sueldos, en la realidad se repartirían, proporcionalmente, entre los allí presentes. Este pequeño discurso, los entusiasmó tanto que me juraron amor eterno, fidelidad y obediencia debida. Mi segunda condición era que todos los negocios, de ahora en más, debían ser absolutamente legales. No quería, que por ninguna causa se estropearan mis planes. Por de pronto les dije, me había enterado, que uno de ellos tenía un taller, donde se disfrazaban autos robados. Ese taller debía cerrar inmediatamente. Comprendía que no podía dejar a las personas involucradas en la calle y por lo tanto lo reabriríamos como taller mecánico o concesionaria de autos. Lo que más conviniera. Entendieron, que uno que cayera por actividades ilegales, podría involucrarnos a todos y eso no le convenía a nadie. Les rogaba que solucionaran lo más rápido posible cualquier otro caso, del que yo no me hubiera enterado. Por último, mi deseo era que Pascuale, fuera mi mano derecha y que en todo se lo respetara y se le obedeciera como a mí mismo. Por supuesto, estuvieron en un todo de acuerdo y mientras ellos se felicitaban entre sí por haberme elegido, yo les agradecía efusivamente el honor que me había hecho eligiéndome.
Durante toda la charla, hice todo lo posible, para que no se me hincharan los carrillos, y tratando que mi voz, se oyera clara y comprensible. Me parecía increíble, haber pasado, en tan poco tiempo, de ser un rata, a tener tanta guita, con el poder que esto conlleva. Mi primo, que no era tonto, me agradeció pero dejando claro, que le había hecho una jugada, que hacía que él también se jodiera con la responsabilidad que le caía encima. Les pedí a todos, que en la semana, me pasaran un detallado informe, de todos los campos en que nos movíamos, agregando en cada caso las ideas que tuvieran para agrandar el negocio. Por fin me pude recostar un rato. Amanecía y debía viajar a Cerdeña temprano.
A primer hora de la mañana, partía hacia Roma la madre de Pascuale, acompañada por otras dos mujeres, en un avión sanitario. Antes de irme, dejé instrucciones para que gestionaran la partida de nacimiento del abuelo y de mi madre en Nápoles, para iniciar, cuanto antes, los trámites de mi nacionalidad italiana. Por otro lado, pedí que me consiguieran una buena casa, cercana al mar, para alojarme durante mis estadías en la isla. Tenía especial interés en que fuera en la zona de Trapani, al norte de la isla y cercana al mar. No gustó mucho el que no quisiera alojarme en la residencia familiar de Calsanisetta. Tuve que explicar, que si bien esta casa estaba ubicada en el centro geográfico de la isla, nuestros intereses comerciales, se hallaban distribuidos a lo largo de toda el territorio y que por lo menos durante los primeros tiempos, debería moverme de un lado al otro. Contaba desde ya, conque me reservaran un dormitorio. En Catania me alojaría en casa del Tío Chicho. Pero que quería contar con un lugar, donde poder estar más aislado, de vez en cuando. Creo que lo entendieron.

Por otra parte le pedí a Chicho, que ubicara a algún ganador de la lotería o el Totocalcio, por supuesto de un pozo importante y le comprara el billete premiado antes de que lo cobrara. Esto serviría luego como importante justificativo de mis gastos. A Cerdeña, me acompañó Pascuale, que ya se había convertido en mi sombra. Cada vez nos entendíamos mejor. Sentía un verdadero afecto por él.
Dado el hecho, que la distancia a mi islote, era mucho menor desde Cerdeña, que desde Sicilia, quería conservar la casita de Cagliari. Al menos por un tiempo serviría de discreto depósito.Como mi ahora secretario, tiempo atrás, había trabajado en un barco pesquero y estaba capacitado para pilotear uno, decidí que era hora de tener uno propio. Quedó bastante sorprendido por mi decisión, pero le dije que quería iniciar el negocio de la pesca y que tenía otras razones de las cuales se enteraría mas adelante. Nos dedicamos entonces a recorrer el puerto en busca de algo que sirviera a mis propósitos.

Dejamos señado, un hermoso barquito de unos doce metros de eslora, provisto de un poderoso motor. Era ideal y se veía muy marinero, al menos al futuro capitán, timonel, marinero y grumete, le gustó mucho y quedó muy entusiasmado de poder navegar nuevamente. Le aclaré que mi idea, no era confinarlo a un barco pesquero, que él estaría a cargo del mismo, solo cuando tuviera que acompañarme en mis asuntos privados, para el resto ya contrataríamos tripulación. Dada la inexperiencia, nos llevó, casi dos días, fundir el polvo de oro que había dejado guardado. En Sicilia había comprado un soplete que trabajaba con una garrafa común y un pequeño tubo de oxígeno, mas un par de crisoles. Con arcilla, hicimos moldecitos, y lo convertimos todo, en pequeñas barritas. Terminado este trabajo, dejamos encajonadas las herramientas, para evitar miradas curiosas. Retiramos las monedas y las piedras que quedaban y las empacamos. Esto quería guardarlo en la caja de seguridad de algún banco de Palermo.

De regreso en la sede de mi estado mayor conjunto, debí pasar dos semanas de recorrida, conociendo y solucionando pequeños problemas familiares, así como recogiendo los informes que había solicitado. Recibí, además de informes, quejas y lastimeros pedidos de ayuda, las más increíbles ofertas. Daba pena y bronca, ver como algunos, con tal de acomodarse, me entregaban a sus hijas y hasta a sus esposas. Por suerte pude zafar de todas estas transas, gracias a que, en la mayoría de los casos, el objeto a transar, no valía la pena de ser transado. Pretendía crearme una imagen de hombre serio, recto y bastante honesto.
En el ínterin, mi primo viajó a Roma a visitar a su madre. Al regreso traía buenas noticias. Las operaciones habían sido un éxito, debía pasar un tiempo hasta su recuperación total, pero mejoraba rápidamente. Esta noticia trajo alivio y alegría a todos, era una mujer muy apreciada y tenida en cuenta, por del clan. No olvidemos que ahora, el hecho de ser su hijo el segundo al mando, la había colocado en una posición social, aún más alta, que la que tenía anteriormente. Aproveché también, a visitar la casa que me habían conseguido en Trapani.
Era realmente estupenda. Pegada al mar, tenía al frente una pequeña bahía, ideal como para fondear una nave. Dejé las instrucciones para que se realizaran algunas pequeñas reformas y tareas de mantenimiento.
A esta altura, el eficiente tío Chicho, ya había encontrado al ganador de un muy importante pozo. Lo consiguió convencer de vendernos el billete, con tres importantes razones. La primera era, que al no figurar su nombre como ganador, evitaría los posibles robos y los mangazos. La segunda, nosotros le pagaríamos, con una quita de sólo el quince por ciento, en vez del treinta que le haría el gobierno. De la tercera preferí no enterarme.
Mientras cobraba el premio, conseguimos que algunos diarios, me sacaran fotos y que la cosa quedara así registrada. Giré a Cerdeña, el dinero faltante en la compra del barco y les solicité que tuvieran los papeles listos para firmarlos, en veinte a treinta días. Pretendía comenzar a utilizarlo, en ese tiempo.
Con todo, más o menos encaminado, resolví hacer un rápido viaje a la Argentina para ver a mis padres y dejar unas cuantas cosas arregladas. Lo invité, a Pascuale, a acompañarme, quería que mi viejo conociera a su sobrino.

De paso por Buenos Aires, mientras hacía conocer un poco la ciudad a mi primo, me despedí de mis compañeros de trabajo, renuncié al mismo y tuve una larga charla con mis ex patrones. Se me había ocurrido, la posibilidad de hacer, algunos negocios juntos. Pensé, por ejemplo, que podría proveerles de autos usados, con no más de tres años de antigüedad, reacondicionados a nuevo, en nuestro taller de Sicilia. Quedamos en charlar un poco más adelante, de este y otros temas. Para mí, lo más interesante, fue que con la charla, me avivé, de un montón de cosas que no se me habían ocurrido antes, o que ignoraba. De a poco me convertía en un perfecto hombre de empresa.
En Calingasta, nos esperaba una recepción impensada. Éramos algo así como una especie de héroes nacionales. Además de mis familiares, estaban todos los vecinos, amigos, curiosos y sobre todo detecté a mangueros de todo tipo. Mis padres y hermanos, recibieron a Pascual, como a un hijo más. La alegría era general, mis hermanos hacía tiempo que no se reunían. El mayor, Pedro, era abogado, tenía su estudio en la ciudad de San Juan. La que lo seguía en edad, mi hermana Clara, había enviudado y vivía, con sus dos hijos en la finca paterna. La otra, Ofelia, casada, con cinco hijos, tenía con su marido, una chacra en San Rafael. Por último, Enrique, se había hecho cargo de la finca y además, trabajaba en la Cooperativa. Al día siguiente, y ya en estricta reunión familiar, les expliqué mis intenciones de radicarme en Italia. Conté, que nuestros parientes en Sicilia, me habían ofrecido un puesto, en una de sus tantas empresas. El sueldo en Euros, me permitiría, no sólo ahorrar, sino que podría hacer algunas inversiones en nuestra finca y a la vez, trabajar, en conjunto con ellos, tanto en viñedos, como en olivares, en Argentina.
A Pedro, le pedí que fuera viendo, qué debíamos hacer, para convertirnos en una sociedad anónima. A todos les recomendé una total discreción, sobre estos temas, pero que a la vez, fueran estudiando todas las posibles formas de expansión. Pocos días después y con gran pena, tuvimos que emprender el regreso. Pascual, era el que más sufría. Se había enganchado, seriamente, con una niña del lugar y prometió volver a verla a la brevedad más breve.
A mis viejos y hermanos, les dejé de regalo, las últimas monedas y piedras, que me quedaban y pese a que no eran muchas, provocaron el general asombro.
.-¿En qué andá vo nene? Preguntó mi madre. La tranquilizamos, lo mejor que pudimos y entre abrazos, besos y lágrimas, nos despedimos.

Ya en Roma, me dediqué a comprar unos cuantos objetos que me serían necesarios. Cargando cantidad de paquetes y cajas, partimos directamente para Cerdeña. En un par de días, terminamos con el papeleo de la compra del barco. Cargamos todo lo comprado, más una importante cantidad de cajones para pescados, lo amarinamos y muy de madrugada zarpamos. Recién entonces le mostré a Pascual, en la carta, el punto a donde nos dirigíamos y le marqué el rumbo. Por supuesto, estaba sumamente asombrado, tanto con mis extrañas compras, como con el sitio marcado, pero no hizo preguntas.Anclamos lo más cercano a la costa, que nos permitió nuestro calado y en el gomone, llevamos la carga hasta la playa.Viendo que no había, ni barcos en el mar, ni gente en el islote, trasladamos todo hasta la entrada de la cueva. Cuando retiré el mármol, tuve que sostener a mi primo, que casi se cae de culo al ver el túnel. Una vez adentro, le fui contando como había descubierto el lugar.
Mientras tanto, colocaba clavos, de los que se usan para escalar, y cada tantos metros, colgaba de ellos, pequeños faroles a gas, de esos que trabajan con garrafitas descartables, de las que había llevado gran cantidad.En la zona de los escalones, fijé una cuerda, a modo de pasamanos, y un juego de poleas, para levantar las cargas. La cara que puso y el tremendo impacto que le produjo ver el cartel que decía SPADA, no fue nada comparado con la expresión posterior, al ver el contenido de las tres cavernas. Me costó hacerlo reaccionar.
Trabajamos el resto del día, la noche, el día siguiente y la otra noche como mulas y sin embargo, no alcanzamos a sacar ni la cuarta parte del tesoro.
Había comprado cuatro valijas grandes, de esas que parecen changuitos, como los que usan las señoras para hacer las compras. Tenían fuertes ruedas y nos aliviaron en gran medida, el transporte de la preciada carga. Sobre todo en los lugares que debíamos transitar en cuatro patas. Mientras uno acomodaba lo extraído en los cajones de pescado, el otro, entraba por más. Cuando teníamos tres o cuatro llenos, debíamos subirlos a bordo y estibarlos en la sentina. No queríamos que nada llamara la atención, ante el eventual paso de una embarcación por las cercanías. Cada tanto, dormíamos un par de horas, comíamos algo y seguíamos con la agotadora tarea.Viendo que no era conveniente, seguir allí fondeados tanto tiempo, resolvimos partir. Las valijas estaban ya en muy mal estado, la comida se nos acababa y teníamos a bordo, una importantísima cantidad de riquezas. Cerramos nuevamente, borramos lo mejor posible nuestras huellas y cazamos unas cuantas gaviotas, como para mantener mi historia inicial. Llegamos a Cagliari, bien entrada la noche. Dejamos el barco bien cerrado y nos fuimos a dormir. A la mañana cargamos combustible y comida. Aprovechando el muy buen tiempo, nos largamos a toda maquina, rumbo a Trapani.
Otros cinco viajes, nos llevaría, sacar el resto, y dejar la cueva vacía. Para que nadie metiera las narices en la misma, una vez que conseguimos dejarla limpia, pegamos con cemento el mármol que cubría la entrada.

En el ínterin, habíamos conseguido formar un excelente directorio. Domenica, la hermana de Pascuale, que había estudiado algo así como administración de empresas, resultó ser una luz para los números y las finanzas. Pese a la resistencia de algunos hombres de la familia, terminó siendo nuestro ministro de economía. El cargo de asesor legal, se lo dimos a Tomaso, que no obstante ser muy joven, era un excelente abogado. Trabajaría de común acuerdo, con mi hermano Pedro, que se haría cargo de los negocios en Argentina. No podía faltar el tío Chicho en este directorio, sería algo así como el jefe de logística y de seguridad. Mi hermano Enrique, que había hecho, en San Juan, un curso de enología, vino a especializarse en la Universidad de Palermo. La idea era que pudiera estar al frente, de la futura bodega y de los viñedos que queríamos comprar en la provincia. Cuando regresara a casa, mandaría, al mayor de mis sobrinos, para que estudiara todo lo concerniente a la olivicultura. En esta forma, iríamos integrando, a la familia americana con la italiana.
Mientras tanto, los tanos, enterados de las bellezas de Calingasta y del país en general, hacían cola para poder viajar a visitar a mis padres.
Por último, para dejar contentos a todos, nombramos como asesores en política y relaciones públicas, a los dos integrantes mas viejos de la familia.
Siguieron meses de intenso trabajo. Entre otras cosa debía hacer rápidos viajes, a las más importantes ciudades y capitales europeas. Tenía que vender parte de mi oro, en diferentes lugares y en pequeñas cantidades,de forma de no llamar la atención. En Suiza, y en otros varios países, deje en cajas de seguridad, el resto.En un corto tiempo, nuestros negocios habían crecido en forma acelerada. Se hacía evidente aquello de que la plata trae a la plata. La facturación crecía en forma impresionante. Previendo que si la cosa seguía así, se nos complicaría el control de nuestras diferentes empresas, resolvimos comprar una propiedad en Palermo, donde instalamos la administración general. A cuanto lugar de la isla llegaba, era recibido por los funcionarios comunales, como si fuera el presidente de la república.Pascuale, divertidísimo me cargaba llamándome “Vizconde de Pietra al Mare”. Por supuesto ninguno, de los que por casualidad lo escuchaban, entendía de dónde salía el tal título.
En Cerdeña, compramos una importante planta productora de sal, cercana a Cagliri. Además, algunas hectáreas de olivares y viñedos, así como buena parte de las acciones de una firma productora de plomo.En general en las dos islas, la producción agrícola era bastante pobre. Los métodos de cultivo eran casi medievales. Pretendíamos modernizar la cosa.
En Sicilia, nuestras inversiones fueron múltiples. Llegamos a manejar casi el ochenta por ciento de los olivares, más una fábrica de aceite.El sesenta o setenta por ciento, de los viñedos eran nuestros, así como la bodega más moderna.
A nuestra pequeña flota pesquera, le sumamos, la más grande fábrica de conserva y enlatado de pescados.
Compramos un establecimiento productor de ácido cítrico, que estaba barranca abajo y lo pusimos a trabajar con todo.
Desde nuestro, ahora, gran taller y concesionaria de automóviles, exportábamos a América del Sur, gran cantidad de automotores de todo tipo.
Teníamos importantes paquetes accionarios en varias industrias, sobre todo en cemento y petroquímicas.
Me di el gusto de poner una fábrica de maquinaria agrícola de alta tecnología. Estas máquinas, me apasionaban desde mis tiempos de mecánico rural. Por una vez, hicimos algo diferente, esta fabrica, figuraba como subsidiaria, de otra que había instalado en la provincia de Córdoba, de esta forma los royalties, se pagaban a la Argentina.
Otra de nuestras firmas, era propietaria, de dos de los transbordadores más grandes, que hacían el cruce del estrecho de Messina hasta Reggio, Calabria.
Todo esto, más otros emprendimientos de menor cuantía, nos garantizaban, que ninguna persona que tuviera algo que ver con la familia, estuviera sin trabajo.En Argentina, compramos en San Juan, el edificio de una antigua bodega, lo restauramos a nuevo pero, conservando todo su primitivo aspecto, lo convertimos en un museo de la vitivinicultura provincial.
Se transformo en un éxito turístico. Adyacente a ella, construimos una nueva bodega, con lo último en tecnología. Dentro del rubro, compramos una gran cantidad de acciones, de una fabrica de alcohol, más una cantidad importante de viñedos, tanto en la provincia, como en Mendoza.De la misma forma, adquirimos olivares en diferentes provincias. A estos le sumamos una planta productora de aceites, que podían competir con los mejores europeos.
En el rubro automotor, contábamos con tres concesionarias, más la fábrica en Córdoba de maquinaria agrícola.Teníamos previstas, inversiones en empresas varias y ya estaba a punto de empezar a desarrollar sus actividades, nuestra propia compañía de seguros, con filial en Italia.
Si bien, seguía repartiendo mis sueldos nominales, la mitad de las acciones que adquiríamos, quedaban a mi nombre. Con todo esto ya encaminado, quería dedicarme a gozar un poco de mi dinero. El tiempo pasaba y yo corría de un lado a otro, ocupándome de los problemas de todos y sin ocuparme realmente de mí mismo. No se trataba de que la estuviera pasando mal ni nada por el estilo. Tenía una hermosa casa, en Trapani. En el sur de Argentina, una estancia junto al lago, con montañas y lago incluido.Señoritas, de todo pelo y color, no me faltaban. Podía tener todo lo que se me ocurriera. Era hora de vivirla.Hacía más o menos un mes, que habíamos hecho el último viaje a Pietra al Mare. Éste había sido bastante más largo que los anteriores. Aparte de retirar la última carga de valor, queríamos dejar todo limpio y que no quedara ningún rastro de nuestras actividades en el lugar.Como siempre antes de irnos cazamos un buena cantidad de gaviotas, que eran nuestro habitual justificativo. De regreso en mi casa, pasé una muy buena noche con Juliana. Cada tanto aparecía de visita.
Lamentablemente se me acaba el tiempo y no podré contarle más detalles.
Perdóneme pero me canso mucho.
Pascuale, murió hace cuatro días.
Yo, parece que no llego al fin de semana.
Las putas gaviotas, venían con gripe aviar incluida.-

_____________________ 2006


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