El Ojo

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Este cuento es uno de los que publique primero, como no creo que en ese entonces lo hayan leído muchos y a mi me gusta, lo mando de nuevo.
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Vio que desde el escritorio el ojo lo miraba.
Aunque un tanto desorbitado, su aspecto era fiero y acusador.
Después de los dos disparos de escopeta, era lo único que había quedado reconocible de la cabeza del viejo Kowalski. El resto estaba untado aquí y allá.
Esa mirada monocular lo impresionó bastante.
Agarró una carpeta e intentó aplastarlo.
Con una agilidad inesperada el ojo, de un salto, se ocultó en el fondo de un cajón.
Al no sentirse más observado, dejó de prestarle atención.
Con toda parsimonia desarmó su escopeta, la limpió meticulosamente y la guardó en un bolso de raquetas de tenis.
Salió de la casa, de lo más garifo, caminando lentamente hacia el Lawn Tenis de la otra cuadra.
A cierta distancia y esquivando los pisotones de los transeúntes, lo seguía el ojo. Se veía en él una incontenible sed de venganza.
No perdonaría jamás al que reventó al compañero de toda su vida.
Más de una vez habían visto al viejo en compañía de gente jodida y trataron de advertirle pero, por ganarse unos pesos más, no les había hecho caso.
El tipo entró al club, se metió en el vestuario, dejó el bolso en un rincón y calmadamente salió nuevamente a la calle. Allí se subió a un taxi dándole una dirección. Preocupado el ojo, al no poder oírla, se coló en un colectivo que iba en el mismo sentido que el automóvil. En el primer semáforo, cuando quedaron los dos vehículos a la par, saltó sobre el techo y se escondió detrás del cartel que decía Radio Taxi.
Pararon frente a la puerta de un bar.
Medio machucado por los golpes que recibía en cada frenada brusca, vio como, después de pagarle al tachero entraba y lo siguió resueltamente. El otro se dirigió a una mesa donde, aparentemente, otros dos lo esperaban.
Oculto desde un rincón, los observaba atentamente.
Reconoció en ellos a los mismos que había visto en compañía del viejo.
Uno, sacó un fajo de billetes y se los dió al recién llegado. Éste agradeció y nuevamente salió a la calle.
Paró a otro taxi.
Esta vez el ojo estaba atento. Rápidamente entró al coche entre las piernas del coso y se ocultó debajo del asiento del conductor.
Luego de un trayecto bastante largo, el fulano, bajó y se metió en una veterinaria donde compró algo. Después de esto, caminó un par de cuadras y entró en un edificio de departamentos tomando el ascensor hasta el quinto piso.
El ojo, llegó arriba hecho bolsa después de haber subido los cinco pisos por la escalera. No le importaba, él quería joderle la vida a ese desgraciado.

El tipo, entró en el departamento diciendo en voz alta, ¡ Michi, Michi! Vení que te traigo comida!
Apareció un gran gato que al ver tan apetitoso ojo, se lo comió de un bocado.
Él alcanzó a ver, que se iba a la mierda.



________________2006.

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