De paso por Buenos Aires, mientras hacía conocer un poco la ciudad a mi primo, me despedí de mis compañeros de trabajo, renuncié al mismo y tuve una larga charla con mis ex patrones. Se me había ocurrido, la posibilidad de hacer, algunos negocios juntos. Pensé, por ejemplo, que podría proveerles de autos usados, con no más de tres años de antigüedad, reacondicionados a nuevo, en nuestro taller de Sicilia.
Quedamos en charlar un poco más adelante, de este y otros temas. Para mí, lo más interesante, fue que con la charla, me avivé, de un montón de cosas que no se me habían ocurrido antes, o que ignoraba. De a poco me convertía en un perfecto hombre de empresa.
En Calingasta, nos esperaba una recepción impensada. Éramos algo así como una especie de héroes nacionales.
Además de mis familiares, estaban todos los vecinos, amigos, curiosos y sobre todo detecté a mangueros de todo tipo.
Mis padres y hermanos, recibieron a Pascual, como a un hijo más.
La alegría era general, mis hermanos hacía tiempo que no se reunían.
El mayor, Pedro, era abogado, tenía su estudio en la ciudad de San Juan. La que lo seguía en edad, mi hermana Clara, había enviudado y vivía, con sus dos hijos en la finca paterna. La otra, Ofelia, casada, con cinco hijos, tenía con su marido, una chacra en San Rafael. Por último, Enrique, se había hecho cargo de la finca y además, trabajaba en la Cooperativa.
Al día siguiente, y ya en estricta reunión familiar, les expliqué mis intenciones de radicarme en Italia. Conté, que nuestros parientes en Sicilia, me habían ofrecido un puesto, en una de sus tantas empresas.
El sueldo en Euros, me permitiría, no sólo ahorrar, sino que podría hacer algunas inversiones en nuestra finca y a la vez, trabajar, en conjunto con ellos, tanto en viñedos, como en olivares, en Argentina.
A Pedro, le pedí que fuera viendo, qué debíamos hacer, para convertirnos en una sociedad anónima. A todos les recomendé una total discreción, sobre estos temas, pero que a la vez, fueran estudiando todas las posibles formas de expansión.
Pocos días después y con gran pena, tuvimos que emprender el regreso. Pascual, era el que más sufría. Se había enganchado, seriamente, con una niña del lugar y prometió volver a verla a la brevedad más breve.
A mis viejos y hermanos, les dejé de regalo, las últimas monedas y piedras, que me quedaban y pese a que no eran muchas, provocaron el general asombro.
.-¿En qué andá vo nene? Preguntó mi madre. La tranquilizamos, lo mejor que pudimos y entre abrazos, besos y lágrimas, nos despedimos.
Ya en Roma, me dediqué a comprar unos cuantos objetos que me serían necesarios. Cargando cantidad de paquetes y cajas, partimos directamente para Cerdeña. En un par de días, terminamos con el papeleo de la compra del barco. Cargamos todo lo comprado, más una importante cantidad de cajones para pescados, lo amarinamos y muy de madrugada zarpamos. Recién entonces le mostré a Pascual, en la carta, el punto a donde nos dirigíamos y le marqué el rumbo, Por supuesto, estaba sumamente asombrado, tanto con mis extrañas compras, como con el sitio marcado, pero no hizo preguntas.
Anclamos lo más cercano a la costa, que nos permitió nuestro calado y en el gomone, llevamos la carga hasta la playa.
Viendo que no había, ni barcos en el mar, ni gente en el islote, llevamos todo hasta la entrada de la cueva.
Cuando retiré el mármol, tuve que sostener a mi primo, que casi se cae de culo al ver el túnel. Una vez adentro, le fui contando como había descubierto el lugar. Mientras tanto, colocaba clavos, de los que se usan para escalar, y cada tantos metros, colgaba de ellos, pequeños faroles a gas, de esos que trabajan con garrafitas descartables, de las que había llevado gran cantidad.
En la zona de los escalones, fijé una cuerda, a modo de pasamanos, y un juego de poleas, para levantar las cargas. La cara que puso y el tremendo impacto que le produjo ver el cartel que decía SPADA, no fue nada comparado con la expresión posterior, al ver el contenido de las tres cavernas. Me costó hacerlo reaccionar.
Trabajamos el resto del día, la noche, el día siguiente y la otra noche como mulas y sin embargo, no alcanzamos a sacar ni la cuarta parte del tesoro.
Había comprado cuatro valijas grandes, de esas que parecen changuitos, como los que usan las señoras para hacer las compras. Tenían fuertes ruedas y nos aliviaron en gran medida, el transporte de la preciada carga. Sobre todo en los lugares que debíamos transitar en cuatro patas.
Mientras uno acomodaba lo extraído en los cajones de pescado, el otro, entraba por más. Cuando teníamos tres o cuatro llenos, debíamos subirlos a bordo y estibarlos en la sentina. No queríamos que nada llamara la atención, ante el eventual paso de una embarcación por las cercanías. Cada tanto, dormíamos un par de horas, comíamos algo y seguíamos con la agotadora tarea.
Viendo que no era conveniente, seguir allí fondeados tanto tiempo, resolvimos partir. Las valijas estaban ya en muy mal estado, la comida se nos acababa y teníamos a bordo, una importantísima cantidad de riquezas. Cerramos nuevamente, borramos lo mejor posible nuestras huellas y cazamos unas cuantas gaviotas, como para mantener mi historia inicial.
Llegamos a Cagliari, bien entrada la noche. Dejamos el barco bien cerrado y nos fuimos a dormir. A la mañana cargamos combustible y comida. Aprovechando el muy buen tiempo, nos largamos a toda maquina, rumbo a Trapani.
Otros cinco viajes, nos llevaría, sacar el resto, y dejar la cueva vacía.
Para que nadie metiera las narices en la misma, una vez que conseguimos dejarla limpia, pegamos con cemento el mármol que cubría la entrada.
En el ínterin, habíamos conseguido formar un excelente directorio. Domenica, la hermana de Pascuale, que había estudiado algo así como administración de empresas, resultó ser una luz para los números y las finanzas. Pese a la resistencia de algunos hombres de la familia, terminó siendo nuestro ministro de economía. El cargo de asesor legal, se lo dimos a Tomaso, que no obstante ser muy joven, era un excelente abogado. Trabajaría de común acuerdo, con mi hermano Pedro, que se haría cargo de los negocios en Argentina. No podía faltar el tío Chicho en este directorio, sería algo así como el jefe de logística y de seguridad.
Mi hermano Enrique, que había hecho, en San Juan, un curso de enología, vino a especializarse en la Universidad de Palermo. La idea era que pudiera estar al frente, de la futura bodega y de los viñedos que queríamos comprar en la provincia. Cuando regresara a casa, mandaría, al mayor de mis sobrinos, para que estudiara todo lo concerniente a la olivicultura.
En esta forma, iríamos integrando, a la familia americana con la italiana.
Mientras tanto, los tanos, enterados de las bellezas de Calingasta y del país en general, hacían cola para poder viajar a visitar a mis padres.
Por último, para dejar contentos a todos, nombramos como asesores en política y relaciones públicas, a los dos integrantes mas viejos de la familia.
Siguieron meses de intenso trabajo. Entre otras cosa debía hacer rápidos viajes, a las más importantes ciudades y capitales europeas. Tenía que vender parte de mi oro, en diferentes lugares y en pequeñas cantidades,
de forma de no llamar la atención. En Suiza, y en otros varios países, deje en cajas de seguridad, el resto.
En un corto tiempo, nuestros negocios habían crecido en forma acelerada
Se hacía evidente aquello de que la plata trae a la plata. La facturación crecía en forma impresionante. Previendo que si la cosa seguía así, se nos complicaría el control de nuestras diferentes empresas, resolvimos comprar una propiedad en Palermo, donde instalamos la administración general. A cuanto lugar de la isla llegaba, era recibido por los funcionarios comunales, como si fuera el presidente de la república.
Pascuale, divertidísimo me cargaba llamándome “Vizconde de Pietra al Mare”. Por supuesto ninguno, de los que por casualidad lo escuchaban, entendía de dónde salía el tal título.
En Cerdeña, compramos una importante planta productora de sal, cercana a Cagliri. Además, algunas hectáreas de olivares y viñedos, así como buena parte de las acciones de una firma productora de plomo.
En general en las dos islas, la producción agrícola era bastante pobre. Los métodos de cultivo eran casi medievales. Pretendíamos modernizar la cosa.
En Sicilia, nuestras inversiones fueron múltiples. Llegamos a manejar casi el ochenta por ciento de los olivares, más una fábrica de aceite.
El sesenta o setenta por ciento, de los viñedos eran nuestros, así como la bodega más moderna. A nuestra pequeña flota pesquera, le sumamos, la más grande fábrica de conserva y enlatado de pescados.
Compramos un establecimiento productor de ácido cítrico, que estaba barranca abajo y lo pusimos a trabajar con todo.
Desde nuestro, ahora, gran taller y concesionaria de automóviles, exportábamos a América del Sur, gran cantidad de automotores de todo tipo. Teníamos importantes paquetes accionarios en varias industrias, sobre todo en cemento y petroquímicas.
Me di el gusto de poner una fábrica de maquinaria agrícola de alta tecnología. Estas máquinas, me apasionaban desde mis tiempos de mecánico rural. Por una vez, hicimos algo diferente, esta fabrica, figuraba como subsidiaria, de otra que había instalado en la provincia de Córdoba, de esta forma los royalties, se pagaban a la Argentina.
Otra de nuestras firmas, era propietaria, de dos de los transbordadores más grandes, que hacían el cruce del estrecho de Messina hasta Reggio, Calabria.
Todo esto, más otros emprendimientos de menor cuantía, nos garantizaban, que ninguna persona que tuviera algo que ver con la familia, estuviera sin trabajo.
En Argentina, compramos en San Juan, el edificio de una antigua bodega, lo restauramos a nuevo pero, conservando todo su primitivo aspecto, lo convertimos en un museo de la vitivinicultura provincial.
Se convirtió en un éxito turístico. Adyacente a ella, construimos una nueva bodega, con lo último en tecnología.
Dentro del rubro, compramos una gran cantidad de acciones, de una fabrica de alcohol, más una cantidad importante de viñedos, tanto en la provincia, como en Mendoza.
De la misma forma, adquirimos olivares en diferentes provincias. A estos le sumamos una planta productora de aceites, que podían competir con los mejores europeos.
En el rubro automotor, contábamos con tres concesionarias, más la fábrica en Córdoba de maquinaria agrícola.
Teníamos previstas, inversiones en empresas varias y ya estaba a punto de empezar a desarrollar sus actividades, nuestra propia compañía de seguros, con filial en Italia.
Si bien, seguía repartiendo mis sueldos nominales, la mitad de las acciones que adquiríamos, quedaban a mi nombre.
Con todo esto ya encaminado, quería dedicarme a gozar un poco de mi dinero. El tiempo pasaba y yo corría de un lado a otro, ocupándome de los problemas de todos y sin ocuparme realmente de mí mismo.
No se trataba de que la estuviera pasando mal ni nada por el estilo. Tenía una hermosa casa, en Trapani. En el sur de Argentina, una estancia junto al lago, con montañas y lago incluido.
Señoritas, de todo pelo y color, no me faltaban. Podía tener todo lo que se me ocurriera. Era hora de vivirla.
Hacía más o menos un mes, que habíamos hecho el último viaje a Pietra al Mare. Éste había sido bastante más largo que los anteriores. Aparte de retirar la última carga de valor, queríamos dejar todo limpio y que no quedara ningún rastro de nuestras actividades en el lugar.
Como siempre antes de irnos cazamos un buena cantidad de gaviotas, que eran nuestro habitual justificativo.
De regreso en mi casa, pasé una muy buena noche con Juliana. Cada tanto aparecía de visita.
Lamentablemente se me acaba el tiempo y no podré contarle más detalles. Perdóneme pero me canso mucho.
Pascuale, murió hace cuatro días.
Yo, parece que no llego al fin de semana.
Las putas gaviotas, venían con gripe aviar incluida.-
_____________________ 2006
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