Detallada relación de cómo y porqué, me convertí en el hombre más rico del mundo

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3ª parte


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Comenzó entonces una tediosa ceremonia, donde de a uno se presentaban, besaban mi mano, presentaban a su mujer y a sus hijos, los que los tenían, que a su vez repetían todo lo mismo. Algunos me decían algo o me contaban sus cuitas, en la misma extraña jerigonza que hablaba mi abuelo. Pascuale me traducía lo más importante y me daba cuenta, que a la mayoría, les decía que ese no era el momento y que no faltaría la oportunidad de hablar con tranquilidad.
Cuando hacía grandes esfuerzos para no quedarme dormido, uno me presentó a su hija. Por las sonrisas que noté a mi alrededor, mi cara de boludo debe haber sido notoria. Estaba ante la cosa más hermosa que había visto en mi vida. Esta niña, de unos veinte años. Reunía en si, todo lo bello que podía brindar el Mediterráneo. Lo griego, moro, español, judío y algo más, se juntaba en ella. El pelo renegrido y ensortijado, su blanca y tersa piel, de un ligero tinte oliváceo, su boca carnosa, un cuerpo perfecto, pero, para los cánones actuales de belleza, con un par de kilos de más. Pero, por sobre todo sus ojos, de un color intensamente verdes, de lánguida expresión gatuna, que por momentos parecían echar chispas, formaban una mezcla altamente explosiva. Se llamaba Juliana.
Cuando besó mi mano, sentí que se me quemaba y caía al suelo convertida en un montoncito de cenizas. Un monstruo furioso pretendía salir rompiendo mis pantalones. Me costó no empezar a dar gritos sacando afuera a todo el mundo, para poder quedarme a solas con esa increíble, medio parienta.
Por fin me recompuse, ayudaron bastante, las caras de satisfacción de los padres. Se hacía notorio, que en ese momento estaban pensando, que por fin, se sacaban de encima a la nena. Mi interés por casarme rápidamente, había cambiado radicalmente
Cuando terminó esta cosa del besamanos, pedí una inmediata reunión, con los más importantes representantes del clan. Al resto les pedí que dejáramos los agasajos y fiestas para más adelante. Todavía estábamos de duelo por Don Calogero y además estaba el asunto del accidente de mi tía, luego de su recuperación tendríamos tiempo para esas cosas.
Con los notables, quería dejar todo bien claro desde el principio para evitar problemas posteriores.
Mientras se despedían los que no participarían de la reunión, me crucé con Juliana. Llamándola aparte, le regalé una lindísima esmeralda que me había quedado, le expliqué que era en honor a su belleza y al color de sus ojos. Dejó el charquito. Me costó bastante que en el momento, no se agachara y abriera mi bragueta. Emocionada hasta las lagrimas me agradeció, en el extraño idioma, con una voz espantosa.
Mi primo que pasaba al lado, me dijo al oído “ojo, en este caso, no todo lo que brilla es oro”.
Bien, de todas formas era hermosa.
Poco tiempo después, me demostraría en la cama que además, era una verdadera profesional y que no por que sí, se pintaba los labios bien rojos, como las antiguas fenicias.

Ya reunidos, dejé bien en claro, que antes de aceptar el ofrecimiento, quería exponer mis condiciones. Les advertía primero que nada, que no pretendía obtener ganancias de ningún tipo, por el contrario, había pensado invertir el suficiente dinero como para pasar a ser, una de las más importantes, sino la más importante, familia de la isla.
Les expliqué que mi dinero, provenía de un galeón español, que habíamos descubierto, con unos amigos, hundido en el Río de La plata. Si este hallazgo lo declarábamos, debíamos entregar una gran parte al gobierno, cosa a la que no estábamos dispuestos.
Por lo tanto, yo debía figurar como presidente de las empresas familiares, cobrando sueldos muy importantes, como para justificar mis nuevos ingresos. Dichos sueldos, en la realidad se repartirían, proporcionalmente, entre los allí presentes.
Este pequeño discurso, los entusiasmó tanto que me juraron amor eterno, fidelidad y obediencia debida.
Mi segunda condición era, que todos los negocios, de ahora en más, debían ser absolutamente legales. No quería, que por ninguna causa se estropearan mis planes. Por de pronto les dije, me había enterado, que uno de ellos tenía un taller, donde se disfrazaban autos robados. Ese taller debía cerrar inmediatamente. Comprendía que no podía dejar, a las personas involucradas en la calle y por lo tanto lo reabriríamos como taller mecánico o concesionaria de autos. Lo que más conviniera.
Entendieron, que uno que cayera por actividades ilegales, podría involucrarnos a todos y eso no le convenía a nadie. Les rogaba que solucionaran lo más rápido posible cualquier otro caso, del que yo no me hubiera enterado.
Por último, mi deseo era que Pascuale, fuera mi mano derecha y que en todo se lo respetara y se le obedeciera como a mí mismo.
Por supuesto, estuvieron en un todo de acuerdo y mientras ellos se felicitaban entre sí por haberme elegido, yo les agradecía efusivamente el honor que me había hecho eligiéndome.
Durante toda la charla, hice todo lo posible, para que no se me hincharan los carrillos, y tratando que mi voz, se oyera clara y comprensible.
Me parecía increíble, haber pasado, en tan poco tiempo, de ser un rata, a tener tanta guita, con el poder que esto conlleva. Mi primo, que no era tonto, me agradeció, pero dejando claro, que le había hecho una jugada, que hacía que él también se jodiera, con la responsabilidad que le caía encima.
Les pedí a todos, que en la semana, me pasaran un detallado informe, de todos los campos en que nos movíamos, agregando en cada caso las ideas que tuvieran para agrandar el negocio. Por fin me pude recostar un rato. Amanecía y debía viajar a Cerdeña temprano.
A primer hora de la mañana, partía hacia Roma la madre de Pascuale, acompañada por otras dos mujeres, en un avión sanitario.
Antes de irme, dejé instrucciones para que gestionaran la partida de nacimiento del abuelo y de mi madre, en Nápoles, para iniciar, cuanto antes, los trámites de mi nacionalidad italiana. Por otro lado, pedí que me consiguieran una buena casa, cercana al mar, para alojarme durante mis estadías en la isla. Tenía especial interés en que fuera en la zona de Trapani, al norte de la isla y cercana al mar.
No gustó mucho el que no quisiera alojarme en la residencia familiar de Calsanisetta. Tuve que explicar, que si bien esta casa estaba ubicada en el centro geográfico de la isla, nuestros intereses comerciales, se hallaban distribuidos a lo largo de toda el territorio y que por lo menos durante los primeros tiempos, debería moverme de un lado al otro. Contaba desde ya, conque me reservaran un dormitorio. En Catania me alojaría en casa del Tío Chicho. Pero que quería contar con un lugar, donde poder estar más aislado, de vez en cuando. Creo que lo entendieron.
Por otra parte le pedí a Chicho, que ubicara a algún ganador de la lotería o el Totocalcio, por supuesto de un pozo importante y le comprara el billete premiado, antes de que lo cobrara, Esto serviría luego como importante justificativo, de mis gastos.
A Cerdeña, me acompañó Pascuale, que ya se había convertido en mi sombra. Cada vez nos entendíamos mejor.
Sentía un verdadero afecto por él.
Dado el hecho, que la distancia a mi islote, era mucho menor desde Cerdeña, que desde Sicilia, quería conservar la casita de Cagliari. Al menos por un tiempo serviría de discreto depósito.
Como mi ahora secretario, tiempo atrás, había trabajado en un barco pesquero y estaba capacitado para pilotear uno, decidí que era hora de tener uno propio. Quedó bastante sorprendido por mi decisión, pero le dije que quería iniciar el negocio de la pesca y que tenía otras razones de las cuales se enteraría mas adelante. Nos dedicamos entonces a recorrer el puerto en busca de algo que sirviera a mis propósitos. Dejamos señado, un hermoso barquito de unos doce metros de eslora, provisto de un poderoso motor. Era ideal y se veía muy marinero, al menos al futuro capitán, timonel, marinero y grumete, le gustó mucho y quedó muy entusiasmado de poder navegar nuevamente. Le aclaré que mi idea, no era confinarlo a un barco pesquero, que él estaría a cargo del mismo, solo cuando tuviera que acompañarme en mis asuntos privados, para el resto ya contrataríamos tripulación.
Dada la inexperiencia, nos llevó, casi dos días, fundir el polvo de oro que había dejado guardado. En Sicilia había comprado un soplete que trabajaba con una garrafa común y un pequeño tubo de oxígeno, mas un par de crisoles. Con arcilla, hicimos moldecitos, y lo convertimos todo, en pequeñas barritas. Terminado este trabajo, dejamos encajonadas las herramientas, para evitar miradas curiosas. Retiramos las monedas y las piedras que quedaban y las empacamos. Esto quería guardarlo en la caja de seguridad de algún banco de Palermo.
De regreso en la sede de mi estado mayor conjunto, debí pasar dos semanas de recorrida, conociendo y solucionando pequeños problemas familiares, así como recogiendo los informes que había solicitado.
Recibí, además de informes, quejas y lastimeros pedidos de ayuda, las más increíbles ofertas. Daba pena y bronca, ver como algunos, con tal de acomodarse, me entregaban a sus hijas y hasta a sus esposas. Por suerte pude zafar de todas estas transas, gracias a que, en la mayoría de los casos, el objeto a transar, no valía la pena de ser transado.
Pretendía crearme una imagen de hombre serio, recto y bastante honesto.
En el ínterin, mi primo viajó a Roma a visitar a su madre. Al regreso traía buenas noticias. Las operaciones habían sido un éxito, debía pasar un tiempo hasta su recuperación total, pero mejoraba rápidamente.
Esta noticia trajo alivio y alegría a todos, era una mujer muy apreciada y tenida en cuenta, por del clan. No olvidemos que ahora, el hecho de ser su hijo el segundo al mando, la había colocado en una posición social, aún más alta, que la que tenía anteriormente.
Aproveché también, a visitar la casa que me habían conseguido en Trapani. Era realmente estupenda. Pegada al mar, tenía al frente una pequeña bahía, ideal como para fondear una nave. Dejé las instrucciones para que se realizaran algunas pequeñas reformas y tareas de mantenimiento.
A esta altura, el eficiente tío Chicho, ya había encontrado al ganador de un muy importante pozo. Lo consiguió convencer de vendernos el billete, con tres importantes razones. La primera era, que al no figurar su nombre como ganador, evitaría los posibles robos y los mangazos. La segunda, nosotros le pagaríamos, con una quita de sólo el quince por ciento, en vez del treinta que le haría el gobierno. De la tercera preferí no enterarme.
Mientras cobraba el premio, conseguimos que algunos diarios, me sacaran fotos y que la cosa quedara así registrada.
Giré a Cerdeña, el dinero faltante en la compra del barco y les solicité que tuvieran los papeles listos para firmarlos, en veinte a treinta días.
Pretendía comenzar a utilizarlo, en ese tiempo.
Con todo, más o menos encaminado, resolví hacer un rápido viaje a la Argentina para ver a mis padres y dejar unas cuantas cosas arregladas.
Lo invité, a Pascuale, a acompañarme, quería que mi viejo conociera a su sobrino.



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