.
Óleo sobre tela
0,60 x 100
Alberto Balaguer Mendoza
.
Poeta apócrifo, de dudosa existencia.
De haber sido, su vida hubiera transcurrido entre finales del siglo diecinueve y fines del veinte.
Estos son algunos párrafos, que recuerdo, de mis charlas con él.
Son de los tiempos en que trabajábamos para la revista. Creo que reflejan bastante bien sus pensamientos e ideas filosóficas.
No agrego ninguna de sus poesías, porque al no poder transcribirlas con exactitud, prefiero obviarlas.
A algunas personas, el creer, les impide el saber.
A otras, les resulta sumamente difícil, diferenciar el creer del saber.
No hablo acá de fe, ese es otro tema.
Es extraño comprobar, que a personas muy inteligentes, les cuesta encontrar, gente inteligente, con quien relacionarse, lo cual no deja de ser una lamentable desinteligencia
Aparentemente, los habitantes de Norteamérica, llevan consigo una desgracia de la que nadie podrá liberarlos. Sean blancos, negros, o del color que sean, cultos o incultos, inteligentes o brutos, siempre seguirán siendo norteamericanos, ¿Deberíamos por ello tenerles pena?
Nunca hay que fiarse de un pobre, menos aún si es inteligente. Satisfacer sus, aparentemente escasas necesidades o su irrefrenable apetito, pueden llevarlo a adoptar actitudes o a cometer hechos, francamente innobles y totalmente reprochables.
Nunca hay que fiarse de un rico, sea inteligente o bruto.
Los que heredaron sus bienes y han sido poderosos por generaciones, creen tener derechos divinos, sobre riquezas y personas. Los que hicieron su fortuna desde abajo, con esfuerzo o no, creen que esto les da derecho a adueñarse de todo lo que está al alcance de su mano.
En ambos casos, será difícil hacerles comprender, lo poco ético de sus actos, su soberbia no los dejara ver lo evidente.
Nunca hay que fiarse de alguien de la clase media. Justamente esta mediocridad implícita e inherente a su clase, suele convertirlas en personas de mentes estrechas, prejuiciosas y poco abiertas a lo novedoso o diferente.
Basta leer las cosas, que al respecto, Defoe, pone en boca del padre de Robinson Crusoe, para horrorizarse.
Nunca hay que fiarse de un estudiante universitario.
Los hay de tres clases:
La primera, es la de aquellos que no tienen idea de nada.
Seguramente seguirán así el resto de sus días. No interesan demasiado.
La segunda, la componen los que creen tener ideas de centro-derecha. Suelen ser los más coherentes. Sabrán defender los intereses de su clase o los de sus patrones. Con ellos podremos estar de acuerdo o no, pero sabremos a que atenernos.
Por último, tenemos a los que creen tener ideas de izquierda.
Podemos juntar en esta, a peronistas, más o menos zurdos, marxistas, leninistas, trotskistas, socialistas, maoístas y a un montón más del sin número de denominaciones y divisiones, que son capaces de inventar.
A la mayoría de ellos, las hermosas ideas, les duran hasta un año después de recibidos.
He conocido a más de un sociólogo trotskista, que una vez que obtuvo su titulo, abrió una empresa de investigación de mercado y terminó trabajando para multinacionales, explotando miserablemente a sus encuestadores.
El caso más patético que recuerdo, es el de un estudiante de ciencias económicas, que comenzó siendo marxista, luego fue peronista, después trabajó, durante el gobierno de Videla, con Martínez de Oz y por último, junto a Caballo en el gobierno del riojano.
Podría seguir diciéndole a usted, por que debe desconfiar de los campesinos, de los industriales, de los proletarios y de los hombres y las mujeres en general, pero temo cansarlo con mi charla.
_ Todo está muy bien, pero lo que usted dice es que no debo creer en nadie y que todo el mundo es malo.
No, perdón, no me mal interprete, lo que yo le digo, es que no sea ingenuo. De que hay gente, macanuda, inteligente y bien intencionada, no le quepa la menor duda.
Simplemente, lo que digo es que no es fácil encontrarla.
Tanto con los posibles amigos, como con la mujer que uno elige como compañera, debemos ser muy cuidadosos. Cuando se los, o la encuentra, el asunto será saber si es uno, el que está a la altura de las circunstancias, como para poder retenerlos.
Las mujeres, para ser interesantes, deben ser un tanto locas.
Lo que no deben ser jamás, es ser vulgares.
Sartre, en El Ser y la Nada, nos dice que “el ser es y el no ser no es”
Debemos tener cuidado en ser nosotros mismos, por que sino corremos el riesgo de no ser nada, como dijo San Martín.
El caso de las tortugas de las islas Galápagos, es sólo uno de los tantos, que parecen darle la razón a Darwin, en sus teorías sobre la evolución de las especies. No obstante, en algunos otros casos, pareciera haberle errado muy fiero. Por ejemplo, ¿de qué especie, género o bicho, involucionaron los riojanos innombrables?
Parece mentira, que pese a que alguien intentara evitarlo, a muchos les vino bien, que Perón les diera una mano.
Hay tipos, que desde jóvenes son prudentes en todo, y se cuidan en no cometer excesos en nada. Un buen día, los atropella un auto al cruzar la calle o se estrella el avión en que viajaban.
Otros, que vivieron en el reviente y metiendo la nariz en cuanta cosa no debían, llegan a edad madura como geróntes sanos, como dicen ahora los médicos, a los tipos que de lo único que padecen, es de los achaques lógicos de la edad.
No me salga con eso del destino. Podría aceptar esto, y hasta por ahí no más, solamente en los casos, de los que se van a la quinta del ñato, por una de esas enfermedades, que vienen escondidas detrás de una pila de genes. Lo demás, puras macanas.
Hay cosas claramente expresadas en los libros, que sin embargo, pareciera que se pone un empeño especial, en malinterpretarlas.
Le pongo, por ejemplo, el caso de los dos hermanos famosos de la Biblia. Parece ser que el Dios de aquellos tiempos, le cobraba a la gente por protección. Como no se había inventado aún el dinero, le tenían que pagar en especies. El asunto es que todos, debían llevarle algo.
Aparentemente el tipo era un gran comilón, sobre todo de corderos.
Al pobre Caín, que era verdulero, lo maltrataba, por que le llevaba verduritas, entre otras cosas le decía que los yuyos se los comieran los caballos. A Abel, en cambio, que era carnicero y le llevaba buenos corderos, no paraba de alabarlo. Tanto lo desprecio a Caín, que el hermano, lo cargaba todo el día. Al final, el pobre verdulero, se cansó de tanta joda y parece que le pegó un garrotazo que lo dejó seco.
Cuando el Dios se dio cuenta que lo habían dejado sin su principal proveedor, se puso furioso, y lo echo, al pobre Caín. Desde ese momento paso a ser sinónimo de mala persona y traidor.
Pregunto:
¿Cuál de los tres era el malo?
Que el mundo es y será una porquería, ya lo sé. Decía Discepolo. Saroyan, en cambio dice, que una sola hoja de pasto, ya lo convierte en una maravilla.
Si bien me siento más inclinado, a la posición del armenio que a la del narigón, en cuanto a que el pastito es una hermosura, creo que lo que hace realmente maravilloso a este mundo, son las bellísimas niñas, que nos alegran la vista y el corazón.
Había uno, que un buen día, se dio cuenta de que el árbol, no le permitía ver el bosque. Enojado, buscó un hacha y lo tumbó.
Cayó pesadamente el árbol, con gran enojo de pájaros y otros bichos.
Pronto se dio cuenta, que detrás del primero, había otro, que también le interrumpía la visión. Sin pensarlo mucho, lo tiró abajo. Ahora se encontró otro. Sin desmayar y dispuesto a no permitir que nada, le impidiera ver el bosque, continuó, con su tarea una y otra vez.
Llegó así el momento en que cayó el último. Por fin se dio cuenta, que tratando de verlo, había talado, todo el bosque. Lloró entonces amargamente, luego vendió la madera y se hizo rico.
Se dice por ahí, que todas las criaturas vivientes, fueron creadas por Dios. De ser esto cierto, se me hace, que algunos tipos salieron, por el famoso anus dei.
To be continued
_____________________2006.
.
Poeta apócrifo, de dudosa existencia.
De haber sido, su vida hubiera transcurrido entre finales del siglo diecinueve y fines del veinte.
Estos son algunos párrafos, que recuerdo, de mis charlas con él.
Son de los tiempos en que trabajábamos para la revista. Creo que reflejan bastante bien sus pensamientos e ideas filosóficas.
No agrego ninguna de sus poesías, porque al no poder transcribirlas con exactitud, prefiero obviarlas.
A algunas personas, el creer, les impide el saber.
A otras, les resulta sumamente difícil, diferenciar el creer del saber.
No hablo acá de fe, ese es otro tema.
Es extraño comprobar, que a personas muy inteligentes, les cuesta encontrar, gente inteligente, con quien relacionarse, lo cual no deja de ser una lamentable desinteligencia
Aparentemente, los habitantes de Norteamérica, llevan consigo una desgracia de la que nadie podrá liberarlos. Sean blancos, negros, o del color que sean, cultos o incultos, inteligentes o brutos, siempre seguirán siendo norteamericanos, ¿Deberíamos por ello tenerles pena?
Nunca hay que fiarse de un pobre, menos aún si es inteligente. Satisfacer sus, aparentemente escasas necesidades o su irrefrenable apetito, pueden llevarlo a adoptar actitudes o a cometer hechos, francamente innobles y totalmente reprochables.
Nunca hay que fiarse de un rico, sea inteligente o bruto.
Los que heredaron sus bienes y han sido poderosos por generaciones, creen tener derechos divinos, sobre riquezas y personas. Los que hicieron su fortuna desde abajo, con esfuerzo o no, creen que esto les da derecho a adueñarse de todo lo que está al alcance de su mano.
En ambos casos, será difícil hacerles comprender, lo poco ético de sus actos, su soberbia no los dejara ver lo evidente.
Nunca hay que fiarse de alguien de la clase media. Justamente esta mediocridad implícita e inherente a su clase, suele convertirlas en personas de mentes estrechas, prejuiciosas y poco abiertas a lo novedoso o diferente.
Basta leer las cosas, que al respecto, Defoe, pone en boca del padre de Robinson Crusoe, para horrorizarse.
Nunca hay que fiarse de un estudiante universitario.
Los hay de tres clases:
La primera, es la de aquellos que no tienen idea de nada.
Seguramente seguirán así el resto de sus días. No interesan demasiado.
La segunda, la componen los que creen tener ideas de centro-derecha. Suelen ser los más coherentes. Sabrán defender los intereses de su clase o los de sus patrones. Con ellos podremos estar de acuerdo o no, pero sabremos a que atenernos.
Por último, tenemos a los que creen tener ideas de izquierda.
Podemos juntar en esta, a peronistas, más o menos zurdos, marxistas, leninistas, trotskistas, socialistas, maoístas y a un montón más del sin número de denominaciones y divisiones, que son capaces de inventar.
A la mayoría de ellos, las hermosas ideas, les duran hasta un año después de recibidos.
He conocido a más de un sociólogo trotskista, que una vez que obtuvo su titulo, abrió una empresa de investigación de mercado y terminó trabajando para multinacionales, explotando miserablemente a sus encuestadores.
El caso más patético que recuerdo, es el de un estudiante de ciencias económicas, que comenzó siendo marxista, luego fue peronista, después trabajó, durante el gobierno de Videla, con Martínez de Oz y por último, junto a Caballo en el gobierno del riojano.
Podría seguir diciéndole a usted, por que debe desconfiar de los campesinos, de los industriales, de los proletarios y de los hombres y las mujeres en general, pero temo cansarlo con mi charla.
_ Todo está muy bien, pero lo que usted dice es que no debo creer en nadie y que todo el mundo es malo.
No, perdón, no me mal interprete, lo que yo le digo, es que no sea ingenuo. De que hay gente, macanuda, inteligente y bien intencionada, no le quepa la menor duda.
Simplemente, lo que digo es que no es fácil encontrarla.
Tanto con los posibles amigos, como con la mujer que uno elige como compañera, debemos ser muy cuidadosos. Cuando se los, o la encuentra, el asunto será saber si es uno, el que está a la altura de las circunstancias, como para poder retenerlos.
Las mujeres, para ser interesantes, deben ser un tanto locas.
Lo que no deben ser jamás, es ser vulgares.
Sartre, en El Ser y la Nada, nos dice que “el ser es y el no ser no es”
Debemos tener cuidado en ser nosotros mismos, por que sino corremos el riesgo de no ser nada, como dijo San Martín.
El caso de las tortugas de las islas Galápagos, es sólo uno de los tantos, que parecen darle la razón a Darwin, en sus teorías sobre la evolución de las especies. No obstante, en algunos otros casos, pareciera haberle errado muy fiero. Por ejemplo, ¿de qué especie, género o bicho, involucionaron los riojanos innombrables?
Parece mentira, que pese a que alguien intentara evitarlo, a muchos les vino bien, que Perón les diera una mano.
Hay tipos, que desde jóvenes son prudentes en todo, y se cuidan en no cometer excesos en nada. Un buen día, los atropella un auto al cruzar la calle o se estrella el avión en que viajaban.
Otros, que vivieron en el reviente y metiendo la nariz en cuanta cosa no debían, llegan a edad madura como geróntes sanos, como dicen ahora los médicos, a los tipos que de lo único que padecen, es de los achaques lógicos de la edad.
No me salga con eso del destino. Podría aceptar esto, y hasta por ahí no más, solamente en los casos, de los que se van a la quinta del ñato, por una de esas enfermedades, que vienen escondidas detrás de una pila de genes. Lo demás, puras macanas.
Hay cosas claramente expresadas en los libros, que sin embargo, pareciera que se pone un empeño especial, en malinterpretarlas.
Le pongo, por ejemplo, el caso de los dos hermanos famosos de la Biblia. Parece ser que el Dios de aquellos tiempos, le cobraba a la gente por protección. Como no se había inventado aún el dinero, le tenían que pagar en especies. El asunto es que todos, debían llevarle algo.
Aparentemente el tipo era un gran comilón, sobre todo de corderos.
Al pobre Caín, que era verdulero, lo maltrataba, por que le llevaba verduritas, entre otras cosas le decía que los yuyos se los comieran los caballos. A Abel, en cambio, que era carnicero y le llevaba buenos corderos, no paraba de alabarlo. Tanto lo desprecio a Caín, que el hermano, lo cargaba todo el día. Al final, el pobre verdulero, se cansó de tanta joda y parece que le pegó un garrotazo que lo dejó seco.
Cuando el Dios se dio cuenta que lo habían dejado sin su principal proveedor, se puso furioso, y lo echo, al pobre Caín. Desde ese momento paso a ser sinónimo de mala persona y traidor.
Pregunto:
¿Cuál de los tres era el malo?
Que el mundo es y será una porquería, ya lo sé. Decía Discepolo. Saroyan, en cambio dice, que una sola hoja de pasto, ya lo convierte en una maravilla.
Si bien me siento más inclinado, a la posición del armenio que a la del narigón, en cuanto a que el pastito es una hermosura, creo que lo que hace realmente maravilloso a este mundo, son las bellísimas niñas, que nos alegran la vista y el corazón.
Había uno, que un buen día, se dio cuenta de que el árbol, no le permitía ver el bosque. Enojado, buscó un hacha y lo tumbó.
Cayó pesadamente el árbol, con gran enojo de pájaros y otros bichos.
Pronto se dio cuenta, que detrás del primero, había otro, que también le interrumpía la visión. Sin pensarlo mucho, lo tiró abajo. Ahora se encontró otro. Sin desmayar y dispuesto a no permitir que nada, le impidiera ver el bosque, continuó, con su tarea una y otra vez.
Llegó así el momento en que cayó el último. Por fin se dio cuenta, que tratando de verlo, había talado, todo el bosque. Lloró entonces amargamente, luego vendió la madera y se hizo rico.
Se dice por ahí, que todas las criaturas vivientes, fueron creadas por Dios. De ser esto cierto, se me hace, que algunos tipos salieron, por el famoso anus dei.
To be continued
_____________________2006.
.
El Escritor
.
Después de dar muchas vueltas, conseguí por fin, trabajo en la revista.
Tenía que hacer de todo, servir café, acarrear papeles de una oficina a otra, llevar y traer chimentos del espectáculo, desparramar infundios sobre determinado político para ver si algún gil, de otro medio, lo publicaba como primicia, hasta, entrevistar a alguna seudo actriz de cuarta, en la que nadie de la redacción, quería perder el tiempo.
Tenía la ventaja de no ser un trabajo rutinario y a veces, resultaba divertido. La desventaja era el sueldo bastante escaso.
Este sueldo, aunque pobre, significaba un gran alivio en mis finanzas totalmente destruidas.
Otra ventaja era que mis entrevistadas, generalmente autoproclamadas “vedette” o “modelo”, ante las ganas de un rápido ascenso en su carrera, solían ser muy cariñosas y amables con el joven periodista, que podía lanzarlas al estrellato. Algunas no estaban nada mal.
Resultaba interesante también, cuando conseguía colarme, en alguna sesión de fotos de señoritas, que posaban con bastante cuerito al aire.
En oportunidad de realizarse, en la redacción, una fiestita de despedida a un viejo que se jubilaba, me puse a charlar con un fulano, que escribía, esporádicamente, algunas notas en la revista. Tenía una facha bastante estrafalaria, parecía un personaje salido de La Boheme. Toda la ropa aparentaba quedarle grande, usaba un gran moño negro, medio arratonado, el saco, bastante raído y los pantalones, en cambio, le quedaban cortos, era muy alto. Tenía el pelo bastante largo y barbita en punta. Se llamaba Alberto Balaguer Mendoza, era un tipo extraño y si bien me pareció medio pirado, me resulto muy interesante. Escribía, para vivir, novelas policiales y algunas novelitas de amor, tirando a porno eróticas. A las primeras, las firmaba Estephan Craigh y a las otras Amanda Corazón.
Como la reunión estaba sumamente aburrida y del que se jubilaba, no tenía ni idea de que pito tocaba, me dediqué de lleno a los sanguichitos, al whisky y a charlar con el raro bicho.
Filosofaba, con toda seriedad, haciendo comparaciones entre la vida y las noticias de televisión. Mirá pibe, me decía, tanto en la vida como en la televisión, veras o escucharás cosas, que si bien, creerás que son diacrónicas, te resultaran anacrónicas, pero en realidad, por último verás que son sincrónicas.
Por supuesto, me costaba seguirlo en sus disquisiciones. Entre los tragos y que el tipo saltaba de un tema al otro, me confundía bastante.
De todas formas, me resultaba sumamente entretenido por la manera de decir y sobre todo por las caracterizaciones estrafalarias que hacía de las cosas. Me venía bien, por lo menos alejaba un momento, de mi cabeza, negros pensamientos que me daban vueltas desde hacía unos días.
Le debía algo de plata a un prestamista. Por un malhadado negocio casi pierdo hasta el apellido, no tuve más remedio que caer en sus manos. Era un tipo sumamente desagradable, se llamaba Aarón Kaplan, y era una mezcla de judío con turco. Era espantosamente feo, la mujer, mucho peor, y la hija, con algo de cada uno, parecía escapada de una novela de terror.
Entre la charla y el whisky, me había olvidado del tema, hasta que el escritor, no recuerdo bien por que, empezó a hablar de problemas no bien resueltos de la lengua castellana. Daba como ejemplo el que no hubiera una palabra para designar a la hembra del mosquito.
Fijesé, me decía, si yo la llamo mosquita, me fui de género.
Esto me hizo acordar inmediatamente de Zaida, la hija de Aarón. Era lo primero que pensé cuando la conocí, esta no pertenece al género humano.
De ese momento en adelante, ya no pude prestar atención a las cosas que me decía Balaguer Mendoza. No podía olvidarme de la última charla con Aarón.
Hacía dos o tres días me había citado a su casa.
Con una desagradable sonrisa, en su desagradable cara, me dijo sin muchas vueltas: _ Mire mijito, Yo sé que usted va a tener muchos problemas para poder pagarme, pero también sé, que va a tener muchos más, si no me paga.
Mi hija Zaida, que sé, no es muy agraciada, no sé porque, desde que lo vió, anda caliente con usted. Dese cuenta, que si usted fuera de la familia, yo no le cobraría su deuda. Piénselo, a lo mejor le convendría casarse con ella.
Este discurso, dicho en forma aparentemente amable, para encubrir todas las amenazas implícitas, me pescó tan desprevenido, que me quedé helado. No podía creer la insólita propuesta. Tratando de no ser descortés y poniendo la mejor cara de buen chico, salí lo más rápido que pude de allí.
Al salir escuché que me decía: Piénselo, piénselo, le conviene.
Terminada la reunión, y luego de despedirme de algunos, rumbié para mi casa. Balaguer bajó conmigo y en silencio, caminamos juntos unas cuantas cuadras. Al despedirnos, me dijo; Parece que usted tiene problemas serios, si quiere, en otro momento lo podemos charlar, a lo mejor entre dos es mas fácil encontrar la solución. Llamemé. En la redacción tienen mi número. Por hay, quién le dice.
Le agradecí sus buenas intenciones, y seguí mi camino.
Dos o tres días después, al salir de mi casa, se me acerco un grandote, casi tan ancho como alto, y con una amplia sonrisa, me dijo;
_ Perdóneme señor, le traigo un mensaje de don Aarón.
Me pidió, le dijera, con todo respeto y amabilidad, porque parece que usted es su futuro yerno, que espera, antes de fin de semana, la contestación a la propuesta que le hizo. No recuerdo muy bien, pero creo que también me dijo, que si la respuesta es un no, aunque le pague, la cosa se va a poner fulera. Chau, que la pase bien.
Se dió media vuelta, se subió a un coche que lo esperaba con un flaco al volante, y se fueron.
Yo me quedé parado, duro como una estaca y sin saber para donde rajar. Me temblaban las rodillas.
.
Ya en el trabajo, no sabía que hacer con mi alma, me sentía enfermo y lo peor de todo era que no tenía con quien hablar. Recordé entonces la invitación a charlar del tema, de mi nuevo amigo, el escritor. No tenia la menor esperanza de que él pudiera hallarle una solución al desagradable asunto, pero por lo menos podría contarle a alguien mis desgracias. Lo llamé y quedamos en encontrarnos esa noche en la calle Corrientes en La Paz.
Llegó con no demasiado retraso y luego de pedir un café y una copita de anís, me dijo ceremonioso: Bueno amigo, cuénteme sus cuitas.
Le conté lo más sucintamente posible todo el asunto. Me escuchaba atentamente y sin interrumpir mí relato ni una sola vez.
Cuando termine, se quedo callado un rato, pensando. Al cabo, dijo como para sí mismo: ¡Jodido asunto!, Si no paga, lo revientan y si paga y no se casa, también lo revientan.
Creo que la cosa esta clara, o se casa, o tenemos que encontrar la mejor forma de contraatacar, para defendernos mejor.
Vamos por partes, ¿Qué sabe usted de esta mina?
_ Realmente muy poco. Sé el nombre, que es medio boluda y espantosamente fea. Eso es todo.
_Evidentemente, no es mucho. Creo que lo primero seria hacer una exhaustiva investigación, para saber por donde empezar. Deberíamos recolectar la mayor cantidad de datos posibles, sobre ella, el padre, la madre, en fin sobre la familia. Todo puede ser de utilidad.
_Me parece perfecto, pero no creo que en una semana podamos hacer mucho.
_Razón de mas para apurarnos, buscaremos la forma de alargar los plazos, pero por algún lado hay que empezar.
¿Sabe usted si tienen mucama?
_ Si, creo que sí.
_ ¿Es joven o vieja?
_ Creo que es una chinita bastante joven.
_ Perfecto ¿Tiene algún amigo capaz de hacer un trabajo rápido?
Pudiera ser nuestra mejor fuente de información.
_ Probablemente, talvez el Cholo, es bastante pintón, tiene labia y es muy putañero. Ese podría ser.
_Bien, véalo cuanto antes, mientras tanto, usted, con mucha discreción, trate de averiguar algo en los boliches del barrio, siempre hay alguna vieja chusma dispuesta a contar cosas intimas de la gente.
Eso sí, tenga mucho cuidado con no quedar pagando, si lo pescan se nos va todo al diablo. Yo mientras tanto voy a ir creando una distracción, a la fulana, le van a empezar a caer cartas de amor, de un admirador desesperado, ante la noticia de que el padre pretende casarla.
Discutimos algunos puntos más del plan y cada cual fue a lo suyo. Yo a ver al Cholo y él, a escribir atormentadas cartas de amor.
Me sentía contento y a la vez totalmente desconcertado, nunca hubiera pensado que este tipo, con facha de romántico poeta del novecento, fuera capaz de trazar tan rápidamente, un plan de ataque.
Encontré al Cholo en el boliche, jugaba, con otros al tute cabrero. Cuando conseguí despegarlo del grupo, me lo lleve a una mesa del fondo y le conté mi problema con pelos y señales, por supuesto, le hable de la mucamita y de su intervención en el asunto. Le encanto poder colaborar de este modo, prometió que ni bien terminaba con el reparto de diarios, se ponía en campaña.
Al día siguiente, paso Balaguer por la revista, venia a mostrarme la copia de la carta que había enviado. A más de larguísima, era una increíble mezcla de lugares comunes, frases hechas y cursilerías de todo tipo, con fragmentos de poemas intercalados en el texto y reiteradas declaraciones de amor desesperado. Era patética.
Cuando le di mi opinión, me dijo que no me preocupara, que conocía a sus lectoras y que estaba seguro, surtiría el efecto esperado.
En realidad no estaba muy seguro de que efecto debía causar, pero lo vi tan confiado, que no dije mas nada.
Al salir del trabajo, recorrí todos los negocios del barrio, comprando algo en cada uno y tratando de tirarle la lengua a dueños y clientes.
Nada que no supiera, pude averiguar.
El Cholo tuvo más suerte, ya había hecho su primer contacto y tenia cita con la piba para la noche siguiente.
Esa noche, no se porque, pero dormí mas tranquilo.
En su siguiente visita, nuestro estratega, me comento que acababa de mandar una nueva carta. Esta no me la mostró, pero me dijo que le sugería, que le contestara, para eso le daba la dirección de la editorial de sus libros y a su nombre de autor de novelas policiales. Eso lo hacia, me explico, para conocer la reacción que le producían sus cartas. Si las contestaba, seguramente seria porque le habían interesado.
Ahora me tocaba a mí, conseguir más tiempo. Debía entrevistar al viejo y mostrándome dispuesto a casarme, solicitarle unos días para solucionar algunos problemas pendientes.
Temiendo que con su experiencia de prestamista, se diera cuenta de que lo mío no eran mas que maniobras dilatorias, me fui a verlo.
Para mi sorpresa, cuando le exprese mi “sincero” deseo de casarme con su hija y le solicité un cierto tiempo, me dijo que estaba de acuerdo y que me lo tomara con calma. Aparentemente, Zaida, quería también un poco mas de tiempo, antes de decidir tan trascendente paso.
Luego nos enteramos por nuestro informante, que, según lo contado por la mucamita, en casa de sus patrones, se había armado una tremenda discusión, porque a raíz de unas cartas recibidas, la hija quería a toda costa conocer al autor, antes de resolver su casamiento.
Era evidente que las cartas habían surtido el efecto que su autor buscaba. Fue una jugada maestra.
Ahora con más tiempo por delante, podríamos continuar con las investigaciones, mientras el poeta continuaba con sus cartas.
No lo vi por varios días. Una tarde me llamo para contarme que estaba recibiendo una carta por día de mí ex novia. Me dijo que estaba bastante asombrado. _ Usted no se imagina, esa mina es mucho más inteligente y sensible de lo que parecía, además ha leído muchísimo y es amante de la poesía. Sus cartas son realmente interesantes. Lo malo es que quiere conocerme, no sé todavía que voy a hacer, ya veré, después le cuento.
Como el asunto de la deuda parecía haber quedado en stan bay, junto con el matrimonio, me sentía mucho mas tranquilo. Pese a todo, no tenia la menor idea de cómo podía terminar esto, ni hasta cuando podríamos estirar el desenlace.
El Cholo, mientras tanto, seguía viento en popa con la piba y se lo veía cada vez mas entusiasmado. No averiguaba nada nuevo, pero no perdía oportunidad de verla.
Balaguer, parecía haberse borrado, hacia un montón de días que no tenía noticias de él. De casualidad, me enteré, que por su cuenta, le había pedido al Cholo, que dejara en paz a esa familia y suspendiera todo tipo de averiguación sobre ellos. Este accedió, siempre que ello no significara tener que dejar de ver a Dorita, la mucama.
Extrañado, lo llamé por teléfono, me costó bastante ubicarlo porque aparentemente estaba muy poco en su casa.
Cuando por fin me atendió, note que a todas mis preguntas, contestaba con evasivas. Usaba un montón de palabras para no decir nada y trataba de confundirme dando vuelta las cosas, pero al final termino confesando que se había encontrado con Zaida y que la habían pasado bárbaro. Se maravillaba al notar la cantidad de cosas en común que tenían. Después de esta confesión, con una excusa trivial, me cortó
Como al mes de esta conversación telefónica, me encontré con mi amigo el diarero, que, muerto de risa, me contó, que por su novia, se acababa de enterar del próximo casamiento de Zaida Kaplan con Balaguer Mendosa.
Dos o tres meses después, cuando casi había olvidado todos estos acontecimientos, recibí un llamado del escritor, quien en tono muy serio y circunspecto, me invitaba a una reunión en casa de los Kaplan.
Cuando llegue a la tal cita, me abrió la puerta un señor, que en primer momento, me resulto totalmente desconocido. Después de unos minutos, y más que nada por su forma de hablar, reconocí que tenía ante mí, al ex facha de poeta.
Vestía un impecable traje gris, se había cortado el pelo y estaba prolijamente afeitado. Recién ahora notaba su extraordinaria fealdad y lo desagradable de sus gestos.
Con toda seriedad, me explico que el señor Kaplan, resolvió jubilarse e irse a vivir con su esposa a Miami, por lo tanto, Zaida y él habían quedado a cargo de los negocios. Con respecto a mi deuda, que no había prescripto ni mucho menos, para que no me resultara tan pesada, se las pagaría en doce cuotas, con interés bancario, a partir del mes siguiente.
Por supuesto, agradecí su deferencia y me fui de esa casa, sin saber si llorar o reír.
El Cholo, no se caso con Dorita, pero se fueron a vivir juntos y tienen un bebe hermoso.
___________________________________2006
Después de dar muchas vueltas, conseguí por fin, trabajo en la revista.
Tenía que hacer de todo, servir café, acarrear papeles de una oficina a otra, llevar y traer chimentos del espectáculo, desparramar infundios sobre determinado político para ver si algún gil, de otro medio, lo publicaba como primicia, hasta, entrevistar a alguna seudo actriz de cuarta, en la que nadie de la redacción, quería perder el tiempo.
Tenía la ventaja de no ser un trabajo rutinario y a veces, resultaba divertido. La desventaja era el sueldo bastante escaso.
Este sueldo, aunque pobre, significaba un gran alivio en mis finanzas totalmente destruidas.
Otra ventaja era que mis entrevistadas, generalmente autoproclamadas “vedette” o “modelo”, ante las ganas de un rápido ascenso en su carrera, solían ser muy cariñosas y amables con el joven periodista, que podía lanzarlas al estrellato. Algunas no estaban nada mal.
Resultaba interesante también, cuando conseguía colarme, en alguna sesión de fotos de señoritas, que posaban con bastante cuerito al aire.
En oportunidad de realizarse, en la redacción, una fiestita de despedida a un viejo que se jubilaba, me puse a charlar con un fulano, que escribía, esporádicamente, algunas notas en la revista. Tenía una facha bastante estrafalaria, parecía un personaje salido de La Boheme. Toda la ropa aparentaba quedarle grande, usaba un gran moño negro, medio arratonado, el saco, bastante raído y los pantalones, en cambio, le quedaban cortos, era muy alto. Tenía el pelo bastante largo y barbita en punta. Se llamaba Alberto Balaguer Mendoza, era un tipo extraño y si bien me pareció medio pirado, me resulto muy interesante. Escribía, para vivir, novelas policiales y algunas novelitas de amor, tirando a porno eróticas. A las primeras, las firmaba Estephan Craigh y a las otras Amanda Corazón.
Como la reunión estaba sumamente aburrida y del que se jubilaba, no tenía ni idea de que pito tocaba, me dediqué de lleno a los sanguichitos, al whisky y a charlar con el raro bicho.
Filosofaba, con toda seriedad, haciendo comparaciones entre la vida y las noticias de televisión. Mirá pibe, me decía, tanto en la vida como en la televisión, veras o escucharás cosas, que si bien, creerás que son diacrónicas, te resultaran anacrónicas, pero en realidad, por último verás que son sincrónicas.
Por supuesto, me costaba seguirlo en sus disquisiciones. Entre los tragos y que el tipo saltaba de un tema al otro, me confundía bastante.
De todas formas, me resultaba sumamente entretenido por la manera de decir y sobre todo por las caracterizaciones estrafalarias que hacía de las cosas. Me venía bien, por lo menos alejaba un momento, de mi cabeza, negros pensamientos que me daban vueltas desde hacía unos días.
Le debía algo de plata a un prestamista. Por un malhadado negocio casi pierdo hasta el apellido, no tuve más remedio que caer en sus manos. Era un tipo sumamente desagradable, se llamaba Aarón Kaplan, y era una mezcla de judío con turco. Era espantosamente feo, la mujer, mucho peor, y la hija, con algo de cada uno, parecía escapada de una novela de terror.
Entre la charla y el whisky, me había olvidado del tema, hasta que el escritor, no recuerdo bien por que, empezó a hablar de problemas no bien resueltos de la lengua castellana. Daba como ejemplo el que no hubiera una palabra para designar a la hembra del mosquito.
Fijesé, me decía, si yo la llamo mosquita, me fui de género.
Esto me hizo acordar inmediatamente de Zaida, la hija de Aarón. Era lo primero que pensé cuando la conocí, esta no pertenece al género humano.
De ese momento en adelante, ya no pude prestar atención a las cosas que me decía Balaguer Mendoza. No podía olvidarme de la última charla con Aarón.
Hacía dos o tres días me había citado a su casa.
Con una desagradable sonrisa, en su desagradable cara, me dijo sin muchas vueltas: _ Mire mijito, Yo sé que usted va a tener muchos problemas para poder pagarme, pero también sé, que va a tener muchos más, si no me paga.
Mi hija Zaida, que sé, no es muy agraciada, no sé porque, desde que lo vió, anda caliente con usted. Dese cuenta, que si usted fuera de la familia, yo no le cobraría su deuda. Piénselo, a lo mejor le convendría casarse con ella.
Este discurso, dicho en forma aparentemente amable, para encubrir todas las amenazas implícitas, me pescó tan desprevenido, que me quedé helado. No podía creer la insólita propuesta. Tratando de no ser descortés y poniendo la mejor cara de buen chico, salí lo más rápido que pude de allí.
Al salir escuché que me decía: Piénselo, piénselo, le conviene.
Terminada la reunión, y luego de despedirme de algunos, rumbié para mi casa. Balaguer bajó conmigo y en silencio, caminamos juntos unas cuantas cuadras. Al despedirnos, me dijo; Parece que usted tiene problemas serios, si quiere, en otro momento lo podemos charlar, a lo mejor entre dos es mas fácil encontrar la solución. Llamemé. En la redacción tienen mi número. Por hay, quién le dice.
Le agradecí sus buenas intenciones, y seguí mi camino.
Dos o tres días después, al salir de mi casa, se me acerco un grandote, casi tan ancho como alto, y con una amplia sonrisa, me dijo;
_ Perdóneme señor, le traigo un mensaje de don Aarón.
Me pidió, le dijera, con todo respeto y amabilidad, porque parece que usted es su futuro yerno, que espera, antes de fin de semana, la contestación a la propuesta que le hizo. No recuerdo muy bien, pero creo que también me dijo, que si la respuesta es un no, aunque le pague, la cosa se va a poner fulera. Chau, que la pase bien.
Se dió media vuelta, se subió a un coche que lo esperaba con un flaco al volante, y se fueron.
Yo me quedé parado, duro como una estaca y sin saber para donde rajar. Me temblaban las rodillas.
.
Ya en el trabajo, no sabía que hacer con mi alma, me sentía enfermo y lo peor de todo era que no tenía con quien hablar. Recordé entonces la invitación a charlar del tema, de mi nuevo amigo, el escritor. No tenia la menor esperanza de que él pudiera hallarle una solución al desagradable asunto, pero por lo menos podría contarle a alguien mis desgracias. Lo llamé y quedamos en encontrarnos esa noche en la calle Corrientes en La Paz.
Llegó con no demasiado retraso y luego de pedir un café y una copita de anís, me dijo ceremonioso: Bueno amigo, cuénteme sus cuitas.
Le conté lo más sucintamente posible todo el asunto. Me escuchaba atentamente y sin interrumpir mí relato ni una sola vez.
Cuando termine, se quedo callado un rato, pensando. Al cabo, dijo como para sí mismo: ¡Jodido asunto!, Si no paga, lo revientan y si paga y no se casa, también lo revientan.
Creo que la cosa esta clara, o se casa, o tenemos que encontrar la mejor forma de contraatacar, para defendernos mejor.
Vamos por partes, ¿Qué sabe usted de esta mina?
_ Realmente muy poco. Sé el nombre, que es medio boluda y espantosamente fea. Eso es todo.
_Evidentemente, no es mucho. Creo que lo primero seria hacer una exhaustiva investigación, para saber por donde empezar. Deberíamos recolectar la mayor cantidad de datos posibles, sobre ella, el padre, la madre, en fin sobre la familia. Todo puede ser de utilidad.
_Me parece perfecto, pero no creo que en una semana podamos hacer mucho.
_Razón de mas para apurarnos, buscaremos la forma de alargar los plazos, pero por algún lado hay que empezar.
¿Sabe usted si tienen mucama?
_ Si, creo que sí.
_ ¿Es joven o vieja?
_ Creo que es una chinita bastante joven.
_ Perfecto ¿Tiene algún amigo capaz de hacer un trabajo rápido?
Pudiera ser nuestra mejor fuente de información.
_ Probablemente, talvez el Cholo, es bastante pintón, tiene labia y es muy putañero. Ese podría ser.
_Bien, véalo cuanto antes, mientras tanto, usted, con mucha discreción, trate de averiguar algo en los boliches del barrio, siempre hay alguna vieja chusma dispuesta a contar cosas intimas de la gente.
Eso sí, tenga mucho cuidado con no quedar pagando, si lo pescan se nos va todo al diablo. Yo mientras tanto voy a ir creando una distracción, a la fulana, le van a empezar a caer cartas de amor, de un admirador desesperado, ante la noticia de que el padre pretende casarla.
Discutimos algunos puntos más del plan y cada cual fue a lo suyo. Yo a ver al Cholo y él, a escribir atormentadas cartas de amor.
Me sentía contento y a la vez totalmente desconcertado, nunca hubiera pensado que este tipo, con facha de romántico poeta del novecento, fuera capaz de trazar tan rápidamente, un plan de ataque.
Encontré al Cholo en el boliche, jugaba, con otros al tute cabrero. Cuando conseguí despegarlo del grupo, me lo lleve a una mesa del fondo y le conté mi problema con pelos y señales, por supuesto, le hable de la mucamita y de su intervención en el asunto. Le encanto poder colaborar de este modo, prometió que ni bien terminaba con el reparto de diarios, se ponía en campaña.
Al día siguiente, paso Balaguer por la revista, venia a mostrarme la copia de la carta que había enviado. A más de larguísima, era una increíble mezcla de lugares comunes, frases hechas y cursilerías de todo tipo, con fragmentos de poemas intercalados en el texto y reiteradas declaraciones de amor desesperado. Era patética.
Cuando le di mi opinión, me dijo que no me preocupara, que conocía a sus lectoras y que estaba seguro, surtiría el efecto esperado.
En realidad no estaba muy seguro de que efecto debía causar, pero lo vi tan confiado, que no dije mas nada.
Al salir del trabajo, recorrí todos los negocios del barrio, comprando algo en cada uno y tratando de tirarle la lengua a dueños y clientes.
Nada que no supiera, pude averiguar.
El Cholo tuvo más suerte, ya había hecho su primer contacto y tenia cita con la piba para la noche siguiente.
Esa noche, no se porque, pero dormí mas tranquilo.
En su siguiente visita, nuestro estratega, me comento que acababa de mandar una nueva carta. Esta no me la mostró, pero me dijo que le sugería, que le contestara, para eso le daba la dirección de la editorial de sus libros y a su nombre de autor de novelas policiales. Eso lo hacia, me explico, para conocer la reacción que le producían sus cartas. Si las contestaba, seguramente seria porque le habían interesado.
Ahora me tocaba a mí, conseguir más tiempo. Debía entrevistar al viejo y mostrándome dispuesto a casarme, solicitarle unos días para solucionar algunos problemas pendientes.
Temiendo que con su experiencia de prestamista, se diera cuenta de que lo mío no eran mas que maniobras dilatorias, me fui a verlo.
Para mi sorpresa, cuando le exprese mi “sincero” deseo de casarme con su hija y le solicité un cierto tiempo, me dijo que estaba de acuerdo y que me lo tomara con calma. Aparentemente, Zaida, quería también un poco mas de tiempo, antes de decidir tan trascendente paso.
Luego nos enteramos por nuestro informante, que, según lo contado por la mucamita, en casa de sus patrones, se había armado una tremenda discusión, porque a raíz de unas cartas recibidas, la hija quería a toda costa conocer al autor, antes de resolver su casamiento.
Era evidente que las cartas habían surtido el efecto que su autor buscaba. Fue una jugada maestra.
Ahora con más tiempo por delante, podríamos continuar con las investigaciones, mientras el poeta continuaba con sus cartas.
No lo vi por varios días. Una tarde me llamo para contarme que estaba recibiendo una carta por día de mí ex novia. Me dijo que estaba bastante asombrado. _ Usted no se imagina, esa mina es mucho más inteligente y sensible de lo que parecía, además ha leído muchísimo y es amante de la poesía. Sus cartas son realmente interesantes. Lo malo es que quiere conocerme, no sé todavía que voy a hacer, ya veré, después le cuento.
Como el asunto de la deuda parecía haber quedado en stan bay, junto con el matrimonio, me sentía mucho mas tranquilo. Pese a todo, no tenia la menor idea de cómo podía terminar esto, ni hasta cuando podríamos estirar el desenlace.
El Cholo, mientras tanto, seguía viento en popa con la piba y se lo veía cada vez mas entusiasmado. No averiguaba nada nuevo, pero no perdía oportunidad de verla.
Balaguer, parecía haberse borrado, hacia un montón de días que no tenía noticias de él. De casualidad, me enteré, que por su cuenta, le había pedido al Cholo, que dejara en paz a esa familia y suspendiera todo tipo de averiguación sobre ellos. Este accedió, siempre que ello no significara tener que dejar de ver a Dorita, la mucama.
Extrañado, lo llamé por teléfono, me costó bastante ubicarlo porque aparentemente estaba muy poco en su casa.
Cuando por fin me atendió, note que a todas mis preguntas, contestaba con evasivas. Usaba un montón de palabras para no decir nada y trataba de confundirme dando vuelta las cosas, pero al final termino confesando que se había encontrado con Zaida y que la habían pasado bárbaro. Se maravillaba al notar la cantidad de cosas en común que tenían. Después de esta confesión, con una excusa trivial, me cortó
Como al mes de esta conversación telefónica, me encontré con mi amigo el diarero, que, muerto de risa, me contó, que por su novia, se acababa de enterar del próximo casamiento de Zaida Kaplan con Balaguer Mendosa.
Dos o tres meses después, cuando casi había olvidado todos estos acontecimientos, recibí un llamado del escritor, quien en tono muy serio y circunspecto, me invitaba a una reunión en casa de los Kaplan.
Cuando llegue a la tal cita, me abrió la puerta un señor, que en primer momento, me resulto totalmente desconocido. Después de unos minutos, y más que nada por su forma de hablar, reconocí que tenía ante mí, al ex facha de poeta.
Vestía un impecable traje gris, se había cortado el pelo y estaba prolijamente afeitado. Recién ahora notaba su extraordinaria fealdad y lo desagradable de sus gestos.
Con toda seriedad, me explico que el señor Kaplan, resolvió jubilarse e irse a vivir con su esposa a Miami, por lo tanto, Zaida y él habían quedado a cargo de los negocios. Con respecto a mi deuda, que no había prescripto ni mucho menos, para que no me resultara tan pesada, se las pagaría en doce cuotas, con interés bancario, a partir del mes siguiente.
Por supuesto, agradecí su deferencia y me fui de esa casa, sin saber si llorar o reír.
El Cholo, no se caso con Dorita, pero se fueron a vivir juntos y tienen un bebe hermoso.
___________________________________2006
La Quemazón
.
Uno a uno, lentamente al principio, los árboles comenzaron a contagiarse.
Cordialmente, se pasaban las llamas unos a otros.
No sabemos cómo comenzó. Colaboraron, indudablemente, el hecho de no haber empezado aún la época de las lluvias, la cantidad de hojas acumuladas en el suelo durante el invierno y las altísimas temperaturas, raras, para esta altura de la primavera.
Las hojas, los pastos y los matorrales secos, hacían que el fuego se moviera a gran velocidad a ras del piso. Cualquier brisa un poco más fuerte, levantaba las llamas, encendiendo los arbustos y árboles de madera blanda. Los cebiles y lapachos, se prendían por la base, y lentamente se convertían en grandes brasas, hasta caer, dejando su figura dibujada en grises cenizas, sobre el negro del suelo.
Algunos pájaros, desprevenidos, no alcanzaban a levantar vuelo y se quemaban en las altas ramas, al igual que las liebres y otros bichos que no escapaban a tiempo de sus cuevas.
Ahora el fuego corría a gran velocidad por el monte, dirigiéndose directamente a la ranchada, donde ajenos a todo, dormían los cuatro.
Habían caído rendidos en sus catreras después de un día agotador. A esto se le sumaba el abundante vino con el que acompañaron al dorado que comieron.
Cardona, se despertó furioso por los gritos de los monos y los insistentes ladridos del perro. Quería moler a palos a ese choco de porquería, pero pronto, el humo, lo hizo despabilarse y comprender la situación. A los gritos y a los golpes, despertó a los otros.
Alcanzaron a juntar algunas pilchas y a salir corriendo para el arroyo, justo antes que se les quemara el ranchito de palo a pique, que levantaran dos días antes. Al llegar a éste, mojaron trapos y camisas para taparse boca y narices, el humo ya amenazaba con ahogarlos.
Al trote, rumbearon aguas abajo, tratando de llegar al Bermejo, que por suerte no quedaba lejos.
Mientras corrían, tuvieron que esquivar a más de un bicho, que escapando también a la quemazón, pasaban en todas direcciones, sin prestarles la menor atención.
Lo más peligroso hubiera sido pisar alguna víbora o toparse de golpe con algún grupo de chanchos de monte, que capaz les pegaban una atropellada.
Las corzuelas corrían a lo locas sin saber muy bien para dónde ir. Como un bólido, atropellando las matas, apareció un anta con su cría y a lo lejos alcanzaron a ver a un jaguar que desaparecía rápidamente, mientras, un gualacate, se zambullía en el agua, y nadando velozmente, se les adelantaba.
Con la lengua afuera y medio sofocados, llegaron por fin al río más grande. Forzosamente debían cruzarlo si es que pretendían estar un poco más seguros en la orilla de enfrente.
Esto no se veía muy fácil. El calmo río de transparentes aguas de días atrás, ahora había tomado su color marrón rojizo y bajaba con notoria fuerza. Metía miedo con los ruidos que hacían las piedras que se chocaban al ser arrastradas por la correntada.
Evidentemente, más al norte, ya había empezado a llover.
Pese a las vacilaciones que el espectáculo les produjo, cuando empezaron a sentir el bramido del fuego a sus espaldas, se metieron al agua y comenzaron a nadar desesperadamente para el otro lado.
La corriente los arrastraba como si fueran hojitas secas y a duras penas, consiguieron llegar a la otra margen. Salieron a más de quinientos metros aguas abajo.
No todos lo lograron, a Segundo Quispe, lo encontraron después, entre unas piedras, bastante más lejos.
¡Indio bruto!, Fue el comentario del cholo Gutiérrez ¡Si no se ahogaba, se hubiera terminado cortando el cogote con su propio machete!
Taparon el cuerpo con unas piedras, lo mejor que pudieron y lo más lejos del agua posible, para que la creciente que se avecinaba, no se lo llevara.
Enfrente ya se veían las primeras llamas, lo que les hizo comprender que no estaban para mucha ceremonia. En cualquier momento, el fuego se cruzaba, había que apurarse. Buscaron una vieja picada de contrabandistas de coca, que sabían por allí estaba y rápidamente, rogando no encontrase con ninguna patrulla de gendarmes, se internaron por ella.
El chato Cardona, mientras movía rápidamente sus cortas patitas, con los ojos llenos de lágrimas, intentaba sacarle el agua a su más preciado bien, un charango que lo acompañaba desde hacía ya mucho tiempo y que pese a sus esfuerzos, se había empapado en el cruce.
Más atrás, Timoniel Pérez, el más gordo de los tres, avanzaba resoplando ya al borde del desmayo.
Mal dormidos, cansados y hambrientos, cuando creyeron haberse alejado lo suficiente, se tiraron un rato al borde de una pequeña laguna. Era evidente que allí no podrían quedarse, debían encontrar un lugar donde hacer noche y algo para comer.
Por suerte, Timoniel, había salvado su machete y el Cholo tenía su honda hecha con una cámara de auto. Con eso, seguramente, algo cazarían.
Anduvieron un rato más hasta llegar a un pequeño arroyito. En una de sus márgenes, encontraron un descampado, bastante limpio de yuyos, no muy grande, pero lo suficiente como para pasar la noche.
Mientras Pérez cortaba unos palos para hacer las catreras, que les permitirían dormir sin hacerse mayores problemas por los bichos rastreros, el Cholo y el Chato se dedicaron a buscar algo que se dejara cazar, para la comida.
Aparecieron trayendo, un lobo de río, con mas gusto a pescado podrido que otra cosa, una paloma montera, dura como piedra y un acutí. Este último era lo mejor, pero con el hambre que tenían, se comieron todo. Un rato alcanzaron a dormir, pero, primero el frío de la noche y el humo que llegaba los convenció de la necesidad de seguir camino.
Extenuados, llegaron bien entrada la noche a Aguas Blancas, donde acurrucados contra una pared, esperaron el amanecer.
Después de mucha charla y promesas, convencieron al chofer del micro, que los llevara a Oran, sin cobrarles.
Una vez en el pueblo, se fueron derecho a verlo al turco Jalil, que era quien los había contratado.
El turco, se puso como loco al enterarse de la suspensión de los trabajos
La picada debió estar terminada justo antes de las lluvias. Ahora, con la quemazón, perdería la protección del monte y su vehículo sería fácilmente detectable.
Su intención era llegar con el cargamento desde Santa Cruz hasta cerca de Tarija y desde allí, con una 4x4, por la picada llegar al Bermejo, cruzar la merca en una chalana y de ahí seguir por tierra a San Pedro o a Oran.
Ahora, sus planes deberían suspenderse hasta fines del verano y perdería mucha plata.
En tono lastimero, los tres, le rogaban al patrón que les adelantara unos pesos, para poder comer y tratar de recuperar algo de lo perdido, que si bien no era mucho, para ellos significaban, prácticamente, todos sus bienes terrenales.
Después de mucho argumentar, consiguieron ablandarlo un poco. Les tiró unos pesos con la condición de que se trasladaran rápidamente a Tarija y comenzaran el trabajo desde la otra punta, llegando de paso hasta la zona del incendio, para evaluar la posibilidad de completarlo antes de la lluvia.
Él sabia que esto ya no era posible, pero por lo menos adelantarían algo.
Lo primero que hicieron, fue darse un atracón de comida y cerveza, en un bolichito cercano a la estación, para luego comprar los avios necesarios.
Aparte de un poco de carne, galletas, harina y algunos vicios, se llevaron una damajuana de vino, y a instancias de Timoniel, una buena cantidad de cajitas de vino, una manta para cada uno, dos machetes y algunas pocas cosas más. Todas estas cosas eran más baratas de este lado y además las anotaban en la cuenta del turco, si necesitaban algo más lo comprarían en Bermejo o en Tarija.
Cardona, se compró una bolsa de plástico, la que consideró lo suficientemente impermeable, como para llevar su desvencijado charango, esperando poder restaurarlo más adelante.
El cholo Gutiérrez, consiguió que un conocido, le prestara un revólver, con la promesa de traerle, a su regreso, una caja de balas. Del otro lado se conseguían y eran mucho más baratas.
Deberían perder uno o dos días en Tarija, hasta encontrar a alguien que conociera bien la zona, ya que, con la muerte de Quispe, el grupo se había quedado sin baqueano.
En el pueblo tuvieron la agradable sorpresa de un encuentro inesperado. Al trotecito y moviendo la cola, vieron venir, al perro que los salvara del fuego. Resultaba absolutamente inexplicable comprender cómo habría hecho el animal, para llegar hasta allí. Lo habían perdido de vista, cuando escapaban del incendio por el arroyo. Como el choco no se mostrara muy dispuesto a contestar las múltiples preguntas que le formulaban, optaron por aceptarlo nuevamente como integrante del grupo y siguieron en la búsqueda del nuevo baqueano.
Conocieron, al fin, a un tal Antonio Mamani, que se comprometió a llevarlos por los mejores pasos.
Una chatita desvencijada, los llevo unos kilómetros mas al norte, dejándolos en el cruce con un camino secundario que se internaba en lo mas tupido del monte.
Caminaron por la huella hasta un punto donde ya no podían ser vistos desde el camino principal y luego de dejar una discreta marca en un árbol, se adentraron, en lo más cerrado, tratando de no dejar rastros.
Avanzaron así, por más de una hora, hasta llegar a la orilla de un pequeño arroyo. En el lugar comenzaron, rápidamente a limpiar las malezas para ubicar allí el campamento base.
Calculaban que tendrían que dedicarle por lo menos un día para terminar una ranchada, que los protegiera de las inminentes lluvias. Luego de esto pensaban dirigirse al sur, a buscar los pasos que les permitieran llegar al Bermejo.
Pasaron una noche espantosa. Un tremendo viento les voló lo poco que habían alcanzado a techar y el posterior chaparrón los dejo calados hasta los huesos.
Ese día lo dedicaron a reforzar el rancho y a techarlo prolijamente.
Mamani, demostró ser muy poco proclive al trabajo y, por el contrario, ser un muy buen consumidor de vino, para desagrado de los demás que veían como bajaban sus reservas de tetrabrik. Él, argüía que había sido contratado para ser el guía del grupo y no para perder su tiempo en esos menesteres, dignos solamente, de vulgares peones.
Las cosas se estaban caldeando, cuando tuvieron la suerte de ver aparecer a una desprevenida corzuela que llegaba a tomar agua. Rápidamente, con la ayuda invalorable del perro, la cazaron.
Cardona, se dedicó a prender el fuego para asar al bichito, que les aseguraba una provisión de carne como para dos o tres días.
La alegría reinaba en el campamento. Lamentablemente, el nuevo, se estaba poniendo muy pesado. Totalmente borracho, caminaba a los tumbos, de un lado para otro, buscando las cajitas que los otros habían escondido, mientras los insultaba a los gritos.
Trataron de no prestarle mucha atención, a la espera que cayera dormido en cualquier momento.
Por el contrario, el otro cada vez mas furioso, tropezándose con todo, revoleaba los bultos y desparramaba los comestibles en su desenfrenada búsqueda. En uno de esos tropezones, cayo pesadamente sobre la bolsa del Chato. El ruido que se escucho no dejó lugar a dudas, el charango había pasado a mejor vida.
Se produjo un momento de profundo silencio. Parecía que toda la selva había quedado paralizada, esperando algún acontecimiento tremendo.
Con un grito de furia, que se escuchó por varios kilómetros a la redonda y que fue contestado por todos los animales asustados, saltó Cardona sobre el borracho. A trompadas y patadas, lo sacó de la ranchada y ya totalmente fuera de sí, lo arrastraba de los pelos, mientras lo seguía golpeando frenéticamente. El pobre infeliz, con la cara desfigurada y cubierta de sangre no atinaba a nada, hasta que en una de las rodadas, se encontró con un machete en la mano. De un solo golpe le abrió la cabeza al Chato que cayó al suelo como fulminado.
Todo esto pasó tan rápido, que los otros no alcanzaron a hacer nada, pero, al ver a su amigo en el suelo, se abalanzaron sobre su asesino. Este comprendió, a través de su borrachera, que debía defenderse, porque de no hacerlo, con seguridad lo iban a matar.
Con desesperación, comenzó a dar machetazos para todos lados. Con uno, le corto limpíta la mano a Timoniel, que aullando, cayó al piso agarrándose el brazo mientras se desangraba.
El Cholo, sin más contemplaciones, le vació el tambor del revólver en el pecho, pero no pudo evitar, que un machetazo le cortara la yugular.
A fines del verano, encontraron lo que los animales habían dejado de los cuatro.
Fue más o menos para la misma época que se encontraron los restos de Quispe.
No sé que habrá sido del perro..
_______________________________________________2005
Uno a uno, lentamente al principio, los árboles comenzaron a contagiarse.
Cordialmente, se pasaban las llamas unos a otros.
No sabemos cómo comenzó. Colaboraron, indudablemente, el hecho de no haber empezado aún la época de las lluvias, la cantidad de hojas acumuladas en el suelo durante el invierno y las altísimas temperaturas, raras, para esta altura de la primavera.
Las hojas, los pastos y los matorrales secos, hacían que el fuego se moviera a gran velocidad a ras del piso. Cualquier brisa un poco más fuerte, levantaba las llamas, encendiendo los arbustos y árboles de madera blanda. Los cebiles y lapachos, se prendían por la base, y lentamente se convertían en grandes brasas, hasta caer, dejando su figura dibujada en grises cenizas, sobre el negro del suelo.
Algunos pájaros, desprevenidos, no alcanzaban a levantar vuelo y se quemaban en las altas ramas, al igual que las liebres y otros bichos que no escapaban a tiempo de sus cuevas.
Ahora el fuego corría a gran velocidad por el monte, dirigiéndose directamente a la ranchada, donde ajenos a todo, dormían los cuatro.
Habían caído rendidos en sus catreras después de un día agotador. A esto se le sumaba el abundante vino con el que acompañaron al dorado que comieron.
Cardona, se despertó furioso por los gritos de los monos y los insistentes ladridos del perro. Quería moler a palos a ese choco de porquería, pero pronto, el humo, lo hizo despabilarse y comprender la situación. A los gritos y a los golpes, despertó a los otros.
Alcanzaron a juntar algunas pilchas y a salir corriendo para el arroyo, justo antes que se les quemara el ranchito de palo a pique, que levantaran dos días antes. Al llegar a éste, mojaron trapos y camisas para taparse boca y narices, el humo ya amenazaba con ahogarlos.
Al trote, rumbearon aguas abajo, tratando de llegar al Bermejo, que por suerte no quedaba lejos.
Mientras corrían, tuvieron que esquivar a más de un bicho, que escapando también a la quemazón, pasaban en todas direcciones, sin prestarles la menor atención.
Lo más peligroso hubiera sido pisar alguna víbora o toparse de golpe con algún grupo de chanchos de monte, que capaz les pegaban una atropellada.
Las corzuelas corrían a lo locas sin saber muy bien para dónde ir. Como un bólido, atropellando las matas, apareció un anta con su cría y a lo lejos alcanzaron a ver a un jaguar que desaparecía rápidamente, mientras, un gualacate, se zambullía en el agua, y nadando velozmente, se les adelantaba.
Con la lengua afuera y medio sofocados, llegaron por fin al río más grande. Forzosamente debían cruzarlo si es que pretendían estar un poco más seguros en la orilla de enfrente.
Esto no se veía muy fácil. El calmo río de transparentes aguas de días atrás, ahora había tomado su color marrón rojizo y bajaba con notoria fuerza. Metía miedo con los ruidos que hacían las piedras que se chocaban al ser arrastradas por la correntada.
Evidentemente, más al norte, ya había empezado a llover.
Pese a las vacilaciones que el espectáculo les produjo, cuando empezaron a sentir el bramido del fuego a sus espaldas, se metieron al agua y comenzaron a nadar desesperadamente para el otro lado.
La corriente los arrastraba como si fueran hojitas secas y a duras penas, consiguieron llegar a la otra margen. Salieron a más de quinientos metros aguas abajo.
No todos lo lograron, a Segundo Quispe, lo encontraron después, entre unas piedras, bastante más lejos.
¡Indio bruto!, Fue el comentario del cholo Gutiérrez ¡Si no se ahogaba, se hubiera terminado cortando el cogote con su propio machete!
Taparon el cuerpo con unas piedras, lo mejor que pudieron y lo más lejos del agua posible, para que la creciente que se avecinaba, no se lo llevara.
Enfrente ya se veían las primeras llamas, lo que les hizo comprender que no estaban para mucha ceremonia. En cualquier momento, el fuego se cruzaba, había que apurarse. Buscaron una vieja picada de contrabandistas de coca, que sabían por allí estaba y rápidamente, rogando no encontrase con ninguna patrulla de gendarmes, se internaron por ella.
El chato Cardona, mientras movía rápidamente sus cortas patitas, con los ojos llenos de lágrimas, intentaba sacarle el agua a su más preciado bien, un charango que lo acompañaba desde hacía ya mucho tiempo y que pese a sus esfuerzos, se había empapado en el cruce.
Más atrás, Timoniel Pérez, el más gordo de los tres, avanzaba resoplando ya al borde del desmayo.
Mal dormidos, cansados y hambrientos, cuando creyeron haberse alejado lo suficiente, se tiraron un rato al borde de una pequeña laguna. Era evidente que allí no podrían quedarse, debían encontrar un lugar donde hacer noche y algo para comer.
Por suerte, Timoniel, había salvado su machete y el Cholo tenía su honda hecha con una cámara de auto. Con eso, seguramente, algo cazarían.
Anduvieron un rato más hasta llegar a un pequeño arroyito. En una de sus márgenes, encontraron un descampado, bastante limpio de yuyos, no muy grande, pero lo suficiente como para pasar la noche.
Mientras Pérez cortaba unos palos para hacer las catreras, que les permitirían dormir sin hacerse mayores problemas por los bichos rastreros, el Cholo y el Chato se dedicaron a buscar algo que se dejara cazar, para la comida.
Aparecieron trayendo, un lobo de río, con mas gusto a pescado podrido que otra cosa, una paloma montera, dura como piedra y un acutí. Este último era lo mejor, pero con el hambre que tenían, se comieron todo. Un rato alcanzaron a dormir, pero, primero el frío de la noche y el humo que llegaba los convenció de la necesidad de seguir camino.
Extenuados, llegaron bien entrada la noche a Aguas Blancas, donde acurrucados contra una pared, esperaron el amanecer.
Después de mucha charla y promesas, convencieron al chofer del micro, que los llevara a Oran, sin cobrarles.
Una vez en el pueblo, se fueron derecho a verlo al turco Jalil, que era quien los había contratado.
El turco, se puso como loco al enterarse de la suspensión de los trabajos
La picada debió estar terminada justo antes de las lluvias. Ahora, con la quemazón, perdería la protección del monte y su vehículo sería fácilmente detectable.
Su intención era llegar con el cargamento desde Santa Cruz hasta cerca de Tarija y desde allí, con una 4x4, por la picada llegar al Bermejo, cruzar la merca en una chalana y de ahí seguir por tierra a San Pedro o a Oran.
Ahora, sus planes deberían suspenderse hasta fines del verano y perdería mucha plata.
En tono lastimero, los tres, le rogaban al patrón que les adelantara unos pesos, para poder comer y tratar de recuperar algo de lo perdido, que si bien no era mucho, para ellos significaban, prácticamente, todos sus bienes terrenales.
Después de mucho argumentar, consiguieron ablandarlo un poco. Les tiró unos pesos con la condición de que se trasladaran rápidamente a Tarija y comenzaran el trabajo desde la otra punta, llegando de paso hasta la zona del incendio, para evaluar la posibilidad de completarlo antes de la lluvia.
Él sabia que esto ya no era posible, pero por lo menos adelantarían algo.
Lo primero que hicieron, fue darse un atracón de comida y cerveza, en un bolichito cercano a la estación, para luego comprar los avios necesarios.
Aparte de un poco de carne, galletas, harina y algunos vicios, se llevaron una damajuana de vino, y a instancias de Timoniel, una buena cantidad de cajitas de vino, una manta para cada uno, dos machetes y algunas pocas cosas más. Todas estas cosas eran más baratas de este lado y además las anotaban en la cuenta del turco, si necesitaban algo más lo comprarían en Bermejo o en Tarija.
Cardona, se compró una bolsa de plástico, la que consideró lo suficientemente impermeable, como para llevar su desvencijado charango, esperando poder restaurarlo más adelante.
El cholo Gutiérrez, consiguió que un conocido, le prestara un revólver, con la promesa de traerle, a su regreso, una caja de balas. Del otro lado se conseguían y eran mucho más baratas.
Deberían perder uno o dos días en Tarija, hasta encontrar a alguien que conociera bien la zona, ya que, con la muerte de Quispe, el grupo se había quedado sin baqueano.
En el pueblo tuvieron la agradable sorpresa de un encuentro inesperado. Al trotecito y moviendo la cola, vieron venir, al perro que los salvara del fuego. Resultaba absolutamente inexplicable comprender cómo habría hecho el animal, para llegar hasta allí. Lo habían perdido de vista, cuando escapaban del incendio por el arroyo. Como el choco no se mostrara muy dispuesto a contestar las múltiples preguntas que le formulaban, optaron por aceptarlo nuevamente como integrante del grupo y siguieron en la búsqueda del nuevo baqueano.
Conocieron, al fin, a un tal Antonio Mamani, que se comprometió a llevarlos por los mejores pasos.
Una chatita desvencijada, los llevo unos kilómetros mas al norte, dejándolos en el cruce con un camino secundario que se internaba en lo mas tupido del monte.
Caminaron por la huella hasta un punto donde ya no podían ser vistos desde el camino principal y luego de dejar una discreta marca en un árbol, se adentraron, en lo más cerrado, tratando de no dejar rastros.
Avanzaron así, por más de una hora, hasta llegar a la orilla de un pequeño arroyo. En el lugar comenzaron, rápidamente a limpiar las malezas para ubicar allí el campamento base.
Calculaban que tendrían que dedicarle por lo menos un día para terminar una ranchada, que los protegiera de las inminentes lluvias. Luego de esto pensaban dirigirse al sur, a buscar los pasos que les permitieran llegar al Bermejo.
Pasaron una noche espantosa. Un tremendo viento les voló lo poco que habían alcanzado a techar y el posterior chaparrón los dejo calados hasta los huesos.
Ese día lo dedicaron a reforzar el rancho y a techarlo prolijamente.
Mamani, demostró ser muy poco proclive al trabajo y, por el contrario, ser un muy buen consumidor de vino, para desagrado de los demás que veían como bajaban sus reservas de tetrabrik. Él, argüía que había sido contratado para ser el guía del grupo y no para perder su tiempo en esos menesteres, dignos solamente, de vulgares peones.
Las cosas se estaban caldeando, cuando tuvieron la suerte de ver aparecer a una desprevenida corzuela que llegaba a tomar agua. Rápidamente, con la ayuda invalorable del perro, la cazaron.
Cardona, se dedicó a prender el fuego para asar al bichito, que les aseguraba una provisión de carne como para dos o tres días.
La alegría reinaba en el campamento. Lamentablemente, el nuevo, se estaba poniendo muy pesado. Totalmente borracho, caminaba a los tumbos, de un lado para otro, buscando las cajitas que los otros habían escondido, mientras los insultaba a los gritos.
Trataron de no prestarle mucha atención, a la espera que cayera dormido en cualquier momento.
Por el contrario, el otro cada vez mas furioso, tropezándose con todo, revoleaba los bultos y desparramaba los comestibles en su desenfrenada búsqueda. En uno de esos tropezones, cayo pesadamente sobre la bolsa del Chato. El ruido que se escucho no dejó lugar a dudas, el charango había pasado a mejor vida.
Se produjo un momento de profundo silencio. Parecía que toda la selva había quedado paralizada, esperando algún acontecimiento tremendo.
Con un grito de furia, que se escuchó por varios kilómetros a la redonda y que fue contestado por todos los animales asustados, saltó Cardona sobre el borracho. A trompadas y patadas, lo sacó de la ranchada y ya totalmente fuera de sí, lo arrastraba de los pelos, mientras lo seguía golpeando frenéticamente. El pobre infeliz, con la cara desfigurada y cubierta de sangre no atinaba a nada, hasta que en una de las rodadas, se encontró con un machete en la mano. De un solo golpe le abrió la cabeza al Chato que cayó al suelo como fulminado.
Todo esto pasó tan rápido, que los otros no alcanzaron a hacer nada, pero, al ver a su amigo en el suelo, se abalanzaron sobre su asesino. Este comprendió, a través de su borrachera, que debía defenderse, porque de no hacerlo, con seguridad lo iban a matar.
Con desesperación, comenzó a dar machetazos para todos lados. Con uno, le corto limpíta la mano a Timoniel, que aullando, cayó al piso agarrándose el brazo mientras se desangraba.
El Cholo, sin más contemplaciones, le vació el tambor del revólver en el pecho, pero no pudo evitar, que un machetazo le cortara la yugular.
A fines del verano, encontraron lo que los animales habían dejado de los cuatro.
Fue más o menos para la misma época que se encontraron los restos de Quispe.
No sé que habrá sido del perro..
_______________________________________________2005
Suscribirse a:
Entradas (Atom)